Montería y Perdiz con reclamo, palabras que pierden su sentido

Escribo un breve artículo en una revista de caza. No puede ser mi propósito tratar, ni siquiera rozar, el atractivo tema de la relación entre el lenguaje y la vida; solo diré que me gustan los autores que explican el sentido de las palabras acudiendo a su etimología. Entre ellos, de forma destacada, nuestro filósofo más universal, Ortega y Gasset; lo que subsiste de mi remoto aprendizaje del latín y el griego me ayuda a entenderlo.

Es evidente que con el paso del tiempo se pierden muchas palabras, basta para comprobarlo la lectura de nuestros clásicos; es obligado que así ocurra, pues formas de vida, costumbres, han cambiado profundamente o han desaparecido. En el mundo de la caza también ha ocurrido; pero no es a la pérdida de palabras a lo que quiero referirme, sino a un fenómeno distinto: las palabras subsisten, pero han cambiado de contenido. La ‘Caza’ no es lo que era, porque algunas de sus modalidades básicas no son lo que han sido. Tomaré como ejemplos ‘perdiz con reclamo’ y ‘montería’.

Son tantos los elogios de la montería que encontramos en libros y revistas que parece superfluo aportar, como hago muchas veces, citas concretas. No obstante, a impulsos de mi vicio, traeré una tomada de Narraciones de un montero, escrito por Antonio Covarsí en 1898: «Con justísima razón están consideradas las monterías como cacerías reales. El cazador que no haya asistido a una de estas expediciones, no ha gozado de los placeres más grandes que puede desear un buen aficionado … Las buenas monterías efectivamente tienen para el verdadero cazador el atractivo de la rudeza que ofrecen los grandes obstáculos y la satisfacción que ocasiona el vencerlos».

Desde hace muchos años no participo en monterías; me consta que en muchas fincas se lleva a cabo esta modalidad de caza de la forma tradicional que justifica el caudal de elogios a que me he referido, pero es indudable que se anuncia, vende y practica con el nombre de ‘montería’ la matanza de venados, muflones y jabalíes que pasan desde el establo a los cercones. Nada de lo que se dijo de aquellas monterías cabe decirlo de estas.

Ejemplo paradigmático del cambio de contenido de las palabras es el que se ha producido en la ‘perdiz con reclamo’, para mí la más apasionante de todas las cazas. Encontramos su vehemente defensa en libros de principio de siglo –el más representativo,, el de Diego Pequeño– y en otros posteriores. Me quedo con estas palabras del de mi hermano Pepe en Sierras, Perdices y Olivares: «No pretendo ensalzar las maravillas de esta caza, porque no lo necesita; ni tampoco defenderla, para qué; o convencer a los que albergan dudas sobre sus muchos alicientes, que ya no estoy para homilías; ni salir al paso de quienes, desde los más diversos ángulos, descargan la andanada de sus críticas contra los pacientes pajariteros a quienes, dicho sea de paso, por un oído les entra y por el otro les sale». He aportado a esta literatura referencias en mi libro La Caza en las Comunidades Autónomas, un capítulo de «Otra caza, otros tiempos», reproducido en los números 464 y 465 de Trofeo, y el relato «Los pollos de Yeste», publicado en el número 415 de nuestra revista. En ella, desde hace casi dos años, escribe sus artículos Manuel J. Lluch, en los que encuentro, sobre todo, la nostalgia de otros tiempos; él mismo titula uno de ellos «El reclamo no es lo que era».

En esto quiero insistir, pues mi veneración, y la de otros, por la caza de la perdiz con reclamo lo es de una forma de vivirla que se ha perdido. En los años cincuenta del siglo pasado, Villarrodrigo, un pueblo de Jaén, tenía 2500 habitantes. El reclamo formaba parte de su vida; en el ciclo de la naturaleza llegaba su tiempo, como el de la simienza, la aceituna o la siega. En otoño, colgados los jauleros en las fachadas de las casas, se calentaban al sol los pájaros de Vicente «el carnicero», Manuel «el herrero», don Guillermo «el boticario», Pepe «el herrador», Abello «el sastre», Pipo «el barbero», Isaac «el peón caminero». En octubre o noviembre llegaba el tiempo de reforzar los jauleros. Preferíamos los pollos de la Sierra, en particular los de Yeste; comprarlos en los cortijos pegados al Calar del Mundo suponía varios días de viaje a lomos de la mula o el borrico. Por San Antón, o un poco antes, comenzaba la temporada de los puestos; los hacíamos de piedra o de monte, según el terreno, y llegar hasta ellos, con el pájaro a la espalda, requería casi siempre un largo camino.

Interrumpo este relato que tomo de mis libros y artículos … Hoy Villarrodrigo tiene 450 habitantes. No hay carniceros, herreros, herradores, sastres, barberos o peones camineros; ni perdices: al igual que en todos los pueblos de la Sierra de Segura, y en miles de pueblos más, han desaparecido.

Hablo con un compañero de entonces; me dice que todavía caza el reclamo en un pueblo de La Mancha, cercano al nuestro. Un grupo de amigos tiene acordado con el dueño el sistema de caza, que consiste en ocupar los tollos preparados, colgar el reclamo y esperar a que acudan las perdices soltadas a pocos metros. Pagan a 35 euros la pieza y tienen derecho a examinar previamente la enjaulada mercancía.

Barruntando lo que se veía venir, y vino, dejé esta caza definitivamente el año 1981; digo esto desde el respeto más absoluto hacia los que han seguido distinto camino. No hace mucho un amigo de Herencia, de donde fui notario de 1969 a 1971, me pidió que volviera; me ofreció sus pájaros, su finca. Me dijo que soltaba perdices, que entraban muy bien al reclamo y que no hacía puestos, tiraba desde el coche. Amablemente decliné la oferta.

Francisco Cuenca Anaya

One Reply to “Montería y Perdiz con reclamo, palabras que pierden su sentido”

  1. Jose Antonio Martinez del Hierro dice:

    No puedo estar mas de acuerdo con su reflexion. Pero lo que me inquieta y no comprendo es que, consciente y convencido de que todavía hay, quedan, muchisimos aficionados a ambas modalidades de caza que estan de acuerdo con ello ¿a que se debe y como es posible que ninguno de nosotros haga nada por defender su práctica correcta y tradicional?
    Un cordial saludo

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