Perdonen el anglicismo, la traducción de «meat hunters» es «cazadores de carne», me suena en español a canibalismo, aparte de que no hay una definición de esta actividad en castellano como ocurre con el inglés.
En la actualidad, obviando los países ricos países occidentales, americanos y de Europa, aún la superficie de la tierra donde se caza para subsistir es mucho mayor que la que no lo necesita. La caza como deporte, afición, ocupación felicitaría… se practica en estado mínimo si la comparamos con la actividad que supone la necesaria fuente proteica del cazador para su núcleo familiar o cercano.
En Canadá y Estados Unidos la mayoría de la caza se centra en obtener carne del animal, dejando muy, muy atrás, la caza de trofeo.
Nos llamaba la atención en las cerca de 30 temporadas que acudimos a la caza, en Canadá, del caribú en emigración –la más popular del mundo hasta que hace muy pocos años se dio el cerrojazo–, que para la inmensa mayoría se trataba de conseguir dos ejemplares para llenar la despensa para el consumo anual de hamburguesas y salchichas de carne de caza.
También he visto como, cazando alces, daban por bueno abatir un choto y llevarse su excelente carne, sin importarles, más bien despreciando, el tamaño de la cornamenta. En ambos casos, el control veterinario era inexistente.
Cazando en Wyoming el antílope pronghorn y el ciervo mula, la carne la llevábamos a un centro de proceso y desde allí se enviaba a una organización benéfica, pero todos los gastos que se ocasionaban los debíamos de abonar los cazadores. Tanto en Estados Unidos como en Canadá no está permitida la venta de carne de caza y esta es exclusivamente de consumo privado.
En estas dos pasadas y fatídicas temporadas Covid en Sudáfrica, el lugar del mundo donde se abaten más animales de caza anualmente, los cazadores locales, los meat hunters, han salvado parte de los muebles a los propietarios de fincas, al no haber cesado su actividad.
Estos grupos me recuerdan a los cazadores de osos, caribúes, colas blancas, alces, etc., en América del Norte, que tan bien reflejó Michael Cimino en su película El Cazador (Deer Hunter).
Muy distinta de nuestra actividad española de cazadores de fin de semana, son cazas estacionarias o que se repiten solo unas veces cada temporada. En América la duración es, como mucho, de una semana.
En Sudáfrica, de un fin de semana largo: los veo llegar en la tarde del jueves con su pickup y remolque, que lo suelen traer repleto de bebidas alcohólicas, y vuelven llenos de carne de caza y vacíos de alcohol. Acostumbran a cazar viernes y sábados en grupos, siendo normal ver cuatro cazadores en el mismo coche de caza. El sábado noche solo se van a la cama cuando han dejado las existencias de alcohol liquidadas, suelen ser bastante ruidosos y, si tienes la desgracia que tu habitación se sitúa cerca de la boma…, te dan la noche.
La carne de caza en África del Sur es muy apreciada por toda la población, independientemente del color de su piel. El precio es superior a la de vacuno o cualquier otra de especies domésticas. Salpimentada y seca confeccionan el biltong, que a mí me parece una cecina con poca gracia y muy lejos, de nuestra excelente y única chacina.
José García Escorial.