El mes de abril y principios de mayo han cumplido desde el punto de vista pluviométrico, tan importante para el campo, la flora y la fauna en general; los abrevaderos y fuentes recargarán aguas y por los regatos fluirá el agua generando vida en todas sus formas en el campo.
Ahora que tenemos una primavera con lluvias que puede repercutir en alimento y cobijo para las especies de caza propias de la media veda, parece que sobre esta temporada se viene acercando una amenaza constante y persistente que es la de acabar con la caza de la codorniz y la tórtola.
Años atrás ya se han producido recortes en la caza de estas especies, tanto en días como en número de capturas con cupos; no es menos cierto que no se puede cazar con las mismas ordenes de veda que hace treinta años y tampoco se puede cazar como hace treinta años, cuando las poblaciones son un 300% menor y la presión y los ataques de los grupos anti caza es un 300% mayor que hace 30 años.
¡Las ordenes de veda se deben ajustar a los tiempos actuales!, ya que los cazadores en la mayoría de los casos no lo saben hacer, porque su postura es “Venga que ya se puede, así que a cazar todos los días”.
Sí seguimos con esa postura, mal vamos porque se ha iniciado la cuenta atrás. Y mientras esto ocurre en el campo durante los meses de abril y mayo, los agricultores aplican un herbicida total como el glifosato a los barbechos que serán sembrados girasol a finales de mayo, eliminando así gran cantidad de plantas e insectos; no solo lo aplican a la parcela en sí, sino que además dos o tres boquillas del nebulizador gotean sobre las lindes de caminos, laderas o eriales y esto queridos señores de la administración y ecologistas de salón, no lo saben ver, lo desconocen y mucho más aún, no saben cuantificar el impacto que produce en el hábitat.
Mariano López Peñuelo