La ética del cazador

La ética no es una ciencia, no se puede medir ni cuantificar ni es, siquiera, un concepto universal objetivo, es totalmente subjetivo, condicionando por la raza, la religión, la nacionalidad y hasta por la profesión.

El concepto ético de la caza del gran Delibes no es equiparable al de un cazador de colección, que almacena cientos de especies en su currículum, ni tampoco del cazador rural de Soria si lo comparamos con un austriaco, argentino o masái.

Cuando verdes, animalistas, pseudoecologistas y toda la patulea nostálgica del marxismo se abren sus carnes ante la prueba, testimonial gráfica en las redes sociales, sobre el crimen (tildan a asesinos a sus autores) en tal o cual centenaria, en resultados, montería u ojeo con miles de presas, están, sin duda, recriminando la falta de ética de sus autores.

Pero ponerse feos de mariscos a costa del presupuesto nacional no es falta de ética y los centenares de habitantes marítimos masacrados no contabilizan como especies vivas, devoradas por los amigos de lo público, para sus bolsillos o estómagos agradecidos.

Las federaciones, clubes y organismos privados que alientan la actividad cinegética recomiendan que en el uso de material gráfico no se divulguen las imágenes de estas «carnicerías». A mí me disgusta absolutamente la falta de respeto con la pieza de caza abatida, y en las fotos en que dirijo su ejecución intento realzar la belleza del animal, la calidad de su trofeo y, a su vez, procuro evitar la presencia de sangre. Pero no porque tema el ataque furibundo de los antis, sino porque creo que tiene que ser así. Porque en mi concepto ético está primero el amor y el respeto al animal después, sin tener la necesidad de justificar mi condición de cazador.

Pero sí estoy a favor de que sigan apareciendo fotos o vídeos donde, de modo razonable, se propague la actividad cinegética. El ocultarse y solo difundir nuestra actividad en el pequeño círculo de nuestras amistades afines a nosotros en la caza, se me antoja una actitud cobarde, un intento de ocultar a la sociedad que somos cazadores por derecho propio y que nos cobijamos en nuestra cueva sin dejar entrar al resto del mundo. Más bien al contrario, hay que desplegar al viento la bandera de la caza.

Que cada uno siga con su personal, subjetiva y razonable conducta ética en la caza sería lo adecuado.

Apenas tengo perdices, ya están a pares, y aunque la veda aún sigue abierta será mejor respetarlas, y uno se abstiene de disparar, aunque su perro en previa perfecta muestra no lo entiende… Esa
cochina me está destrozando la huerta, pero sus seis rayones van a tener una muerte horrible sin la leche materna, mejor será pegar un tiro al aire… Y son cientos de ocasiones y anécdotas en las
que, aunque, la legislación lo permite, lo que impide de verdad el disparo mortal es la ética del cazador.

José García Escorial.

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