La elegancia social del regalo

Los markhors, los rinocerontes negros, los argalis del Alto Altai, en Mongolia, los Rocky Mountains bighorns del Gobernador, todos ellos se pagan con cifras que superan los cinco ceros y delante un digito, y al igual que los Ferraris o Rolls Royce, los áticos enfrente de Hide Park, las bodegas de diseño, las ganaderías de bravo, los caballos de carreras y los reactores privados con autonomía intercontinental suelen estar reservados para personas de muy alto poder adquisitivo.

Desde muchos intereses ocultos intentan distraer a la ciudadanía, y no solo en España, con la idea de que la caza es solo oficio de ricos, de grandes fortunas… Es un discurso muy anticuado, es como pretender argumentar que para ser propietario de un coche hay que estar forrado (acaso ahora sea cierto el llenar el depósito de combustible).

Es una falacia que triunfa si, desde el aula, los medios y la insistencia de los políticos, se repite hasta cotas absurdas. No han tenido respeto a la «marea naranja» como si el medio millón de personas que asistieron todas fueran grandes de España o CEO de empresas del Ibex.

Cazar en todo el mundo tiene un enorme arraigo popular. Aún veo todos los años como personas de toda índole social comparten su tiempo y afición conmigo en África, para muchos a un coste más económico que una quincena de días de vacaciones en cualquier playa de nuestro litoral.

Hace años se hablaba del «prestigio cinegético» y más de un memo incorregible se atrevía a despotricar de modo público contra mí por abrir los safaris africanos –y resto de toda la caza del mundo– a todos los estratos sociales y económicos. Solo fui un adelantado casual e imprevisto que llenó lo que, por fuerza, hubiera venido sin mi intervención. Pero que ser el precursor me ayudó para conocer toda la caza del mundo, es un hecho indiscutible.

Lector, si aún no estás pensando en preparar tu maleta este verano para salir de caza al extranjero, ponte las pilas, no lo demores, vete de caza y practica el acertado aviso comercial que tuvo tanto éxito hace muchos años en nuestro país: «La elegancia social del regalo».

Regálate una cacería fuera de España, dentro de tu presupuesto y tu ilusión, y cazando serás siempre más que rico.

Porque poder salir de caza donde sea, y como sea, es un privilegio que nadie nos va a quitar, aunque lo intenten hacer, que lo hacen.

¡Buena caza, amigo!

José García Escorial.

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