Haciendo autocrítica acerca de aspectos a mejorar en el mundo de los cazadores, uno de los que más me preocupan es el abandono de cartuchos vacíos en el campo.
Aunque se haya prohibido en prácticamente todo el país, aún se encuentran con cierta frecuencia vainas vacías que han sido abandonadas recientemente.
No hay duda de que el volumen de ellas es inferior al que podíamos encontrar hace diez o quince años, pero la impresión que da el encontrar cartuchos vacíos recién abandonados en el monte es horrenda y la imagen que propagamos entre la sociedad por este hecho resulta lamentable.
Las vainas de los cartuchos están formadas por plástico y metal, dos materiales que van a permanecer en el campo durante muchas décadas antes de degradarse.
Cualquier paseante o usuario del campo que se tope con cartuchos vacíos va a pensar que los cazadores somos unos guarros y unos irresponsables, y no se equivocará.
Personalmente me parece igual de sucio e impresentable no recoger las vainas de los cartuchos como el tirar latas de cerveza o litronas vacías por las cunetas.
La presencia de vainas vacías pone de manifiesto de manera inequívoca que los cazadores contaminamos y además somos particularmente sucios.
Pero por otro lado también confirma que no cumplimos la ley, ya que es algo ilegal. Y sabemos que solo lo hace una pequeña parte de los cazadores, pero es labor de todo nuestro sector tratar de reconducir la situación.
Si debemos agradecer el pequeño nivel de contaminación que se nos admite, arrojando plomo en el campo y tacos contenedores de plástico, debemos corresponder a la sociedad eliminando definitivamente cualquier rastro de cartuchos vacíos en nuestros cotos.
Hace ya bastantes años compré una escopeta repetidora del calibre 20. Las semiautomáticas son grandes escopetas, ligeras y probablemente las más prácticas para cazar.
La usé fundamentalmente para tirar en puesto fijo zorzales y en menor medida para cazar al salto. Al igual que en las tiradas era fácil recoger todas las vainas, ya que lo hacía desde un puesto fijo, cazando en mano me di cuenta de que era imposible recoger el 100 % de los cartuchos disparados.
Con frecuencia cae una perdiz alicorta y te obliga a correr para poder cobrarla, o bien disparaba en entornos con demasiada maleza que hacía imposible recuperar los cartuchos usados en momentos en los que apenas había tiempo para detenerse.
Eran muy pocos los que quedaban en el campo, pero me molestaba hasta tal punto que decidí dejar de cazar al salto con repetidora exclusivamente por esa razón.
No culpo a las repetidoras del abandono de cartuchos vacíos, pero intuyo que un buen porcentaje de los mismos procederán de escopetas semiautomáticas.
Hoy día, que cada vez aparecen en el mercado más accesorios para la caza, también existen artilugios para recoger vainas vacías de las semiautomáticas. Desde un ingenioso saquito hasta potentes imanes que hacen que las vainas queden pegadas a los mismos.
También se han inventado las vainas y tacos biodegradables, lo cual es un atractivo avance, aunque uno piensa que si de verdad se cumpliese la prohibición de abandonar las vainas vacías en el campo no sería necesario que se construyesen cartuchos biodegradables.
Será un acierto siempre en el caso del taco contenedor, pero la ley debería ser suficiente para no contaminar con cartuchos vacíos.
Evitar el arrojar vainas vacías al campo debería ser una tarea de los propios cotos y sociedades de cazadores. Sería mucho más inteligente, y un buen ejemplo, controlarnos a nosotros mismos en este sentido antes de que lo haga la propia Administración sancionando a los cotos en los que aparecen cartuchos vacíos. Los trapos sucios se lavan en casa.
Juan Delibes