A mediados de los ochenta del siglo XX, en mi primer viaje a Zimbabue, de modo ingenuo pregunté al operador local si había mucho furtivo, y me contestó que dos.
Me quedé sorprendido, y mi siguiente pregunta inocente no la pude formular al aclararme que en ese año habían matado ya a dos furtivos, y tan solo estábamos en el mes de mayo.
En esa década los furtivos se llevaron por delante a dieciocho guardas, pero estos últimos acabaron con unos novecientos furtivos, cincuenta malhechores por cada funcionario estatal; estaba claro quién ganaba la batalla.
He considerado a Zimbabue como el país más organizado de África en cuanto a gestión cinegética; y, sin discusión, cuenta con los mejores guías profesionales de caza de todo el mundo.
Tener una licencia completa en Zimbabue supone haber completado una larga etapa de formación, que supera los cuatro años, y haber finalizado con éxito los exámenes; ninguna persona no residente en el país ha sido capaz de ser cazador profesional en Zimbabue.
Somos muchos los acompañantes ilustrados, así los llamo, que cazurreamos allí pero con menos papeles que una liebre ibérica.
Pero bajo la actual gestión, excluidos los blancos, también este país empieza a tener problemas con sus poblaciones de rinos de los dos colores y con los elefantes.
En Sudáfrica se furtivean por las mafias unos 1400 rinocerontes al año, y en África oriental (Tanzania, Mozambique…) las poblaciones de elefantes están sufriendo una merma anual de 35.000 ejemplares. Y ya están envenenando charcas en Zimbabue produciendo la muerte de centenares de elefantes. Si nadie lo remienda la codicia del marfil no tardará en llegar a Botsuana.
Cuando veo a mis pies un elefante caído tengo un doble sentimiento, uno de pena por haber puesto fin a un tan maravilloso animal, y otro de satisfacción porque, gracias al esfuerzo económico del cazador al que acompaño, estamos ayudando como nadie a conservar la especie.
La Policía del mundo occidental, nuestro Seprona por ejemplo, hace todo lo posible por controlar el tráfico de las especies amenazadas de extinción, pero poco pueden hacer contra la clase política y la Policía, ambas corruptas, de países del tercer mundo, que se seguirán lucrando hasta la extinción de la fauna africana, sobre todo del sufrido rinoceronte a corto plazo y a más largo término del elefante, si nadie lo remedia, y entre otros que lo debemos remediar estamos nosotros, los cazadores, haciendo lo que sabemos y debemos hacer, que es, lisa y llanamente, cazar.
José García Escorial