No cabe duda que vivimos en un mundo convulso, prueba está que estamos desde hace meses en alerta cuatro de riesgo de sufrir un atentado, protagonizado por el extremismo islámico. Cualquier aglomeración de gente en aeropuertos, estaciones de tren o metro, conciertos o estadios deportivos son susceptibles de las actuaciones de estos mal nacidos que quieren subvertir el orden en occidente.
Es natural que el común de la gente tenga miedo a salir de viaje. Si cualquier viaje, en cualquier medio de locomoción, me da igual terrestre, aéreo o marítimo, es potencialmente peligroso, el riesgo se incrementa aún más si un montón de suicidas fanáticos están dispuestos a hacerse estallar en cualquier lugar público, y llevarse por delante todas las personas que estén al alcance de su metralla.
En España ya tuvimos durante años nuestra propia ración de miedo, y hasta en la calle, supermercados y aparcamientos de coches la labor fanática asesina se llevó la vida de cientos de compatriotas y pacíficos ciudadanos.
Nos preguntaban en aquellos años los cazadores, sobre todo en América, sobre la seguridad en España. Nosotros, parte interesada, decíamos que no había problema, y era verdad, o casi. La realidad es que ahora, cuando ya desde hace tiempo no se mata, no nos preguntan sobre la seguridad, y, por supuesto, vienen más americanos de caza a España.
Hay muchas zonas del mundo que a mí me parecen inseguras, y no promociono que se visiten, quizás esté equivocado, pero de verdad que duermo más tranquilo sin la zozobra de haber aconsejado un viaje a un destino al que yo nunca me desplazaría. Cuando empezaron los problemas en Zimbabwe fuimos el único consultor del mundo que, de un modo tajante, dejamos de enviar cazadores a este país. Ahora en cambio, 16 años después, no tenemos ningún tipo de inconveniente en aconsejar este destino y acudir cada año personalmente.
En el siglo XXI no hemos tenido problemas de seguridad con los cazadores españoles. La muerte en el siglo XX de cazadores viajeros como Garaizabal en Mozambique, de Moreno y Melgarejo en Zimbabwe, y los problemas del grupo de Urquijo en Sudan, se produjeron porque todos estaban en el lugar equivocado, donde nunca debieron haber ido.
Esto del miedo es un tema muy personal. Hay timoratos que no salen de su concha, y otros “espíritus libres” que les gusta vivir en el filo de la navaja. Tenemos la suerte de poder consultar en la página de nuestro Ministerio de Asuntos Exteriores consejos de viaje, pues nos da un información moderada sobre la situación en cada país y analiza el destino sin intereses partidistas.
Pero a pesar de todo, hay una máxima célebre que me gusta recordar y llevar a la práctica: “Solo se vive una vez”.
José García Escorial