Hace dos veranos pasaba unos días de vacaciones en la costa brava y llamé a mi amigo Ramón Sancho, residente en Barcelona, prestigioso cirujano, cazador y autor el libro “La Medicina en la Caza”, me dijo entonces que me enseñaría su coto y así rompía la rutina playera.
Así que días después me llevó al pueblo donde tiene su segunda vivienda y su coto, Maçanet de Cabrenys. Allí cogimos su todoterreno e iniciamos la subida al cazadero, en la cara sur de los Pirineos y lindando con Francia.
Dejamos la carretera y nos adentramos por carreteras forestales muy bien conservadas y comenzó el asombro. El coto tenía una exuberancia exquisita. Encinas y alcornoques por doquier mezclados con robles y hayas, mientras que el sotobosque era un popurrí de brezos, zarzas y madroñeras. Aquello era un hábitat ideal para la caza mayor, sobre todo para el jabalí, porque reunía comida y refugio a partes iguales. Pero mi admiración creció cuando Ramón me dijo que no había mallas cinegéticas por ningún lado, sólo algunas ganaderas que no suponían ningún problema para los animales salvajes.
La colla de Tapis maneja un cazadero de unas 2.500 hectáreas, propiedad de muchos pequeños propietarios que ceden sus terrenos a cambio de pequeñas cantidades económicas, pero sobre todo por el correcto mantenimiento del monte, por ejemplo el arreglo de carriles.
Estos cazaderos catalanes son el sueño de cualquier cazador: miles de hectáreas virginales sin una malla, la caza en estado puro. Y por fin este año pude acudir a la invitación de Ramón a cazar en estos terrenos con su cuadrilla, que aquí llaman colla, la colla de Tapis, nombre de una pedanía de Maçanet situada a 7 kilómetros.
Días antes me estuvo bombardeando con fotos de trofeos: jabalíes de buen porte, venados preciosos, algún muflón e incluso un buen gamo abatido precisamente por mi amigo. Y es que la colla de Ramón, que caza en batida, puede abatir jabalíes, venados, muflones, corzos y gamos, que los hay y la razón es que durante muchos años los franceses – recordemos que lindan con Francia- soltaron gamos y muflones que se reprodujeron y se distribuyeron por todos estos bosques.
Por fin nos encontramos en Barcelona, pues me acerco en AVE. Puedo llevar mi arma, por supuesto enfundada y documentada, pero no munición. De modo que pido a mi amigo que me compre unas balas de escopeta de determinada marca. Llevo la escopeta porque es lo mejor para tiros cortos y rápidos, como supuse que serían en terrenos tan cerrados.
Maçanet de Cabrenys es un municipio de Girona ubicado en la cara sur de los Pirineos orientales, muy próximo ya a su llegada al mar en el cabo de Creus, el punto más oriental de la Península. Quedamos a las seis y media de la mañana, muy temprano para montear, pero tenemos que hacer algunos kilómetros hasta llegar al lugar de reunión, una nave muy bien condicionada con una gran chimenea en su centro y adornada como cualquier sede de cazadores, o sea, fotos de caza de la cuadrilla, un gran mapa del coto y muchas cuernas y tablillas de jabalíes, algunas de buen porte. Tras los saludos de rigor y recuento de los cazadores asistentes se procede al sorteo y posterior salida a la mancha a batir. En cualquier caso empiezan temprano y terminan antes de comer, pues la mayoría se marcha a casa.
La colla es un grupo variopinto de cazadores. La mayoría catalanes, algunos de otras provincias españolas que se vinieron a Cataluña a trabajar, pero también había franceses y hasta algún alemán que trabajaba en la costa brava. Allí se escuchaba catalán, castellano con distintos acentos, francés… con total normalidad. Y una cosa que he comprobado siempre, y es que los cazadores, seamos de donde seamos, nos entendemos y aceptamos perfectamente quizá porque hablamos el mismo idioma, aunque nos expresemos en otra lengua. En definitiva nos mueve la misma pasión.
Maçanet de Cabrenys, cazaderos catalanes
Me sorprendió muy positivamente lo concienciados que estaban por la seguridad ya que todos llevaban chaquetas naranjas de alta visibilidad, algunas compradas en armerías pero la mayoría suministradas por la misma colla, serigrafiada adecuadamente. Siempre, y más en un cazadero tan frondoso, la seguridad es lo primero.
José Ignacio Ñudi, vestido apropiadamente en seguridad, apostado con mi escopeta en la frontera con Francia. En tiraderos cortos prefiero la escopeta al rifle. Tiro más rápido y una bala de escopeta a pocos metros hace mucho daño.
Me sorprendió muy positivamente lo concienciados que estaban por la seguridad ya que todos llevaban chaquetas naranjas de alta visibilidad, algunas compradas en armerías pero la mayoría suministradas por la misma colla, serigrafiada adecuadamente. Siempre, y más en un cazadero tan frondoso, la seguridad es lo primero.
Las reses abatidas las sacan del monte con su fuerza
Cacé dos días. El primero me pusieron cubriendo un carril hacia el que caían, desde una ladera, varias trochas muy tomadas. Ramón me acompañó desarmado y me iba informando por la emisora en todo momento del desarrollo de la batida porque todos los cazadores llevan emisora y cada uno informa en tiempo real de lo que ve, siente o imagina, y lo hace en su idioma, pero todos se entienden y la batida se convierte así en un partido radiado muy divertido donde no faltan lances, comentarios, chistes, enfados y hasta insultos cariñosos. No tuve suerte, aunque oí ladras cercanas que me pusieron en guardia. Aquí no se utilizan rehalas, sino que varios batidores llevan varios perros, generalmente de talla media, muy acostumbrados a la maraña. Abunda el podenco, perros de rastro de todas las razas y cruces de ambos. Los batidores también llevan escopeta. Ya he dicho que no tuve suerte, pero el puesto siguiente abatió dos venados.
Pedro Grimaldo, con un venado precioso
El segundo día cazamos en la misma linde con Francia y de hecho los franceses estaban cazando. El límite norte, tanto del término municipal como del coto es Francia. En esta ocasión me pusieron a diez metros de una gatera de una alambrada ganadera muy tomada. Tampoco tuve suerte y sólo me entró una corza que no quise tirar y que corría como una exhalación. Una corza, en mi caso, no activa mucho mi instinto cinegético, pero Ramón me comentó que tienen mucho corzo y están obligados a controlar la población porque ocasionan, junto con el jabalí, muchos accidentes de tráfico.
Los integrantes de la colla de Tapis también cazan el corzo a rececho. En definitiva se pasan casi todo el año cazando en estos bellos parajes. Desde el primer domingo de septiembre hasta el último domingo de marzo cazan en batida todas las especies que he comentado, especialmente cochinos y venados. En primavera se dedican al corzo, difícil de cazar en estos cazaderos tan tupidos, aunque hay algunas zonas más abiertas indicadas para el rececho o la espera de esta especie. Y en septiembre, como he dicho, reinician las batidas.
Las capturas en batidas son variopintas, y si comparamos el número de capturas con el número de cazadores, la balanza es muy positiva. Generalmente se abaten ocho o diez cochinos por batida, a veces muchos más, además de algún venado, muflón e incluso gamo. Como es lógico, hay áreas donde abundan más unas especies que otras, aunque el jabalí es el más abundante.
Esta experiencia cinegética en Cataluña me ha roto los esquemas. No sabía que en Cataluña hubiera estos cazaderos tan impresionantes y salvajes, llenos de caza mayor, ni que hubiera tanta afición. Y como esperaba, máxime cuando iba de la mano del doctor Sancho, me sentí muy cómodo y arropado por todos estos colegas catalanes. Incluso el presidente de la colla, Ramón Miquel y el cap Jordi Mach me regalaron una chaqueta naranja con el nombre de la colla que llevaré con orgullo por otros cazaderos patrios.
Cazadores de la colla con sus trofeos de lo más variopintos
Adiós, querido amigo Sancho
Después de mi visita a tierras catalanas invitado por mi amigo Ramón Sancho, una inoportuna enfermedad se lo llevó en poco tiempo. Todos nos sorprendimos porque a pesar de su edad, su estado físico y mental era envidiable.
Ramón Sancho era un prestigioso traumatólogo y cirujano, amante sobre todo de la caza, pero también de la pesca con caña y submarina, aunque por su edad ya no practicaba esta última. La caza sí, y aunque disfrutaba sobre todo cazando con su colla, no renunciaba a otras especies, generalmente a rececho, por toda la geografía, atesorando en su casa de Maçanet un gran numero de trofeos.
Fue el autor del libro “La medicina en la caza”, una obra en la que documentaba los distintos accidentes que podría sufrir un cazador, y cómo habría que socorrerle o cómo actuar hasta la posible evacuación del cazador.
Persona muy culta, inteligente, amigos de sus amigos y gran conversador, amante de la buena cocina.
Siempre contaba que querría irse de este mundo en plenas facultades y sin molestar a nadie, y así fue, aunque rodeado de su querida familia, su mayor tesoro.
Ramón Sancho con la captura de un gamo
Descansa en paz, querido amigo.
Texto y Fotos: José Ignacio Ñudi