Permitidme que vuelva a insistir con el tema de los llamados ‘comederos de tórtolas’, que tantos detractores tiene y que siempre he defendido y defenderé porque he visto que en definitiva ayudan a esta ave y a otras muchas granívoras a criar mejor.
En mi coto, antes de los comederos, no se veía una tórtola. Cuando se sembraba para el ganado había tórtolas por doquier, pero el ganado desapareció y llegaron las ciervas, soltadas en su día en fincas de la Administración. Entonces dejamos de sembrar porque se comían la siembra en una sola noche. Se comían las espigas enteras y el presupuesto no daba para cerrar con malla cinegética, la única manera de frenar su voraz apetito. Probamos repelentes olorosos, pero a los pocos días su efecto era nulo. El hambre es muy mala.
Y sin las siembras, las tórtolas dejaron de venir, hasta que probamos los comederos, que puede decirse que es la única opción económica que nos queda desechada la siembra, que siempre es la mejor opción. Ahora bien, a efectos cinegéticos, es más o menos lo mismo. Con la siembra se buscaban los pasos más querenciosos y si se quería y la puntería acompañaba, las perchas podían ser abultadas, nunca en nuestro caso porque no les dábamos. Además, cazábamos mañana o tarde cada siete días, de forma que dejábamos comer a la tórtola y no la exprimíamos. Con los comederos actuamos como si fuera una siembra. Bueno, quizá con más cuidados. Para empezar echamos trigo desde principios de mayo, fechas en la que se ven las primeras tórtolas procedentes de África, que comienzan a anidar por la zona y acuden asiduamente al comedero. En julio hacemos un censo aproximado y otro en agosto antes de la primera tirada. El censo de julio suele ser espectacular, pero baja en agosto, seguramente porque muchas tórtolas se han ido a otros comederos de la zona, que se hacen a última hora para reducir su coste, que no es tanto. Con un par de sacos de trigo a la semana, basta. Por eso siempre he defendido que los comederos se hagan desde mayo, pues así contribuiremos más a que críen mejor.
También puedo decir que en los censos de julio y agosto el número de tórtolas registradas es muy superior a las cazadas, lo que demuestra que son pocas las abatidas y muchas las que hemos ayudado a crecer y a salvarse, al menos en nuestro comedero. Uno de los socios dice que la tórtola vuelve a criar donde nació. Yo no lo sé porque no están marcadas, pero puedo asegurar que todos los años tenemos un buen número de tórtolas criando en nuestra dehesa, que no se veían cuando dejamos de sembrar por las razones citadas. Y creo que esto es lo importante, que estamos contribuyendo a que la tórtola críe mejor, máxime cuando, al menos aquí, no lo hacemos para machacarla después. Nos basta con juntarnos, pegar unos tiros y comernos un gazpacho. Además sería un suicidio porque si no dejamos ninguna, quién va a criar el año que viene.
Ya sé que otros comederos se utilizan para rentabilizar al máximo las capturas, pues que se haga cumplir la ley en cuanto a cupos y colocación y número de puestos, aunque en esta zona puedo asegurar que no es así y que son más las tórtolas que se van que las que se abaten, a juzgar por las capturas que se consiguen. Ya he dicho que siempre es mejor una siembra que un comedero, por lo menos es más natural, pero hay siembras que por su situación y sistema de caza, pueden ser mucho más dañinas para la tórtola que un comedero. Y otra cosa más que apenas se comenta, el gran número de aves y pájaros granívoros, todos protegidos, que se aprovechan de los comederos, hablo de gorriones chillones, de trigueros y de un gran número de fringílidos.
Da gusto ver el gran número de pájaros que acuden a comer y que también criaron mucho mejor gracias a los cazadores.
Por tanto lo que hay que criticar es el abuso cinegético y la presión excesiva sobre la especie, que también puede darse en una siembra. Pero echar de comer a los animales, sobre todo en tiempo de cría, no me parece mal ni mucho menos.
Tio Calañas