Nuevo año y ya llegó el frío y el agua, no tanta como hace falta, pero menos es nada. De todas formas, nos enfrentamos a la mayor sequía de los últimos años y esto traerá repercusiones en las próximas temporadas, con una menor calidad en los trofeos.
La temporada va transcurriendo con unos resultados que podemos calificar de normales, tras la prolongada sequía y los calores del inicio, que hicieron que se tuviesen que suspender o aplazar muchas de las monterías previstas, ya que con tanto calor y el terreno muy seco, estas no habrían obtenido los resultados previstos. Eso sí, en las fincas que se han cuidado la alimentación y el aporte de agua, los resultados han seguido siendo buenos.
Por otro lado, aumentan las campañas anticaza en todos los sectores. Es incomprensible que, por ejemplo en Castilla-La Mancha, una asociación ecologista con apenas cien afiliados tenga más poder de decisión que miles de cazadores, que se les haga caso y sus propuestas se aprueben en detrimento del colectivo cazador; o que algunas organizaciones, que se dicen defensoras de los animales, monten protectoras, obteniendo con ello pingües beneficios, sin tener en cuenta si estos están abandonados o no.
Y qué decir de las campañas en las que vierten muy graves acusaciones contra la caza, sin tener ni un solo estudio que las respalde; pero no les importa, ya que están convencidos que si repiten miles de veces la misma mentira lograrán hacer creer que es cierta. No digo nada nuevo cuando afirmo que la caza está socialmente mal vista por una población mayoritariamente urbanita, que ha roto sus lazos con el mundo rural y que, por lo tanto, cada vez está más alejada de su realidad.
Esa misma sociedad que publica y dice que las monterías son solamente para gente adinerada, donde se masacran cientos de animales sin ninguna defensa, sin conocer la realidad de las monterías sociales e ignorando que muchas de las fincas en las que se celebran esas monterías cada temporada no están cercadas.
O bien desconocen que es precisamente en estas zonas monteras donde están creciendo poblaciones de especies protegidas, como el lince o el águila imperial, ya que en ellas hallan comida y tranquilidad, fundamental para su desarrollo, y que son los dueños o sociedades de caza de estas fincas los que ponen el dinero para que esto suceda; casi nunca los colectivos ecologistas y sus afiliados, que brillan por su ausencia.
Y se olvidan que la actividad de la caza es legal, que los ingresos que esta práctica genera en zonas deprimidas es muy importante para cientos de familias, y las ramificaciones que estos ingresos tienen en muchos sectores económicos.
Por suerte ya se están poniendo en marcha muchas iniciativas tendentes a proteger la caza por asociaciones y grupos con intereses en ella. Solamente falta que nuestros políticos se den cuenta de que somos más de un millón de votos que, no lo olvidemos, pueden hacer cambiar el color político de muchas comunidades que ahora parecen estar gobernadas por grupos ecologistas o animalistas a tenor de sus disposiciones y leyes de nueva creación.
Cada día que pasa son más numerosas las leyes de algunas comunidades autónomas que ponen limitaciones, o directamente prohíben, modalidades de caza con cientos de años de práctica, como por ejemplo el lanceo de jabalíes a caballo; o que prohíben usar mastines en las rehalas, permitiendo el uso de razas como los pastores alemanes, legislando sin tener idea de la realidad de lo que legislan.
¡En fin! Por lo pronto, vamos a seguir monteando a pesar de todo, la caza es una actividad que a muchos nos produce alegría y una sensación de libertad que es muy difícil de lograr en nuestros días; pero claro está, siempre habrá quien se disguste por nuestra alegría y diga que somos un anacronismo.Pero no se nos puede olvidar que el hombre fue primero cazador y, por tanto, nosotros solo continuamos practicando nuestras costumbres naturales.
¡Viva la caza!
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Félix Sánchez Montes
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