Las bellotas como recurso para la caza

Las bellotas son un recurso fundamental para buena parte de las especies cinegéticas. Jabalíes, ciervos, gamos, corzos, muflones, cabras monteses, palomas e incluso conejos buscan en esta época del año este apetecido alimento. Sin embargo, no todas son iguales, ni en su calidad nutritiva, ni en su época de caída. Conocer la biología y el manejo de este sustento otoñal puede dar muchas alegrías a cazadores y gestores. En este artículo se expone la importancia de las bellotas como recurso para la caza, la tipología de las mismas según época y especie y la gestión de los cotos para favorecer su producción, entre otros aspectos.

EL ESPARADO MANÁ

Las bellotas son frutos forestales bien conocidos por casi todo el mundo, incluidos los ajenos al campo, y son especialmente abundantes en la Península Ibérica como consecuencia de la amplia distribución de las especies vegetales (árboles y arbustos) que las producen. Es el fruto de los robles en sentido amplio, es decir, de las especies del género Quercus, donde se incluyen tanto variedades de hoja perenne (encina, alcornoque y coscoja) como de hoja caduca o semicaduca (robles, carballos, rebollos, quejigos, quejiguetas, etc.).

En la península existen 10 especies vegetales que producen bellotas y unos 23 híbridos, lo que nos indica la gran diversidad que alberga y, por tanto, la gran heterogeneidad que puede existir en la producción de su fruto. Su caída (dispersión) coincide con el otoño-invierno, desde agosto hasta enero, variando según especies, lo que concuerda en muchas zonas con una época de escasez de alimento, principalmente por llegar con las bajas temperaturas que provocan el parón vegetativo (escasez de hierba verde o de su desarrollo y falta de brotes o grano propios de primavera/verano).

Sin embargo, para suerte de nuestra fauna, se inicia en otoño la producción de muchos frutos forestales (castañas, hayucos, frutos de majuelo, acebo, lentisco, etc.) donde la bellota es quizás la reina por su riqueza nutritiva y abundancia en muchos cotos de caza. Es rica en carbohidratos y en lípidos (fundamentalmente ácido oleico) y, por ello, muy rica en energía, lo cual, unido a su gran tamaño (a veces superando los 15 gramos de peso), la convierten en un alimento altamente apetecido y muy rentable en términos energéticos.

AÑOS CON Y SIN BELLOTAS

Resulta muy curioso el hecho de que la producción de bellotas sea alta unos años y otros tremendamente baja, fenómeno conocido como “vecería”. Son varias las hipótesis que lo explican, pero en general la más aceptada por los científicos es aquélla que lo considera como una adaptación para saciar a la fauna consumidora mediante una producción masiva (años veceros), permitiendo que alguna bellota escape al daño ocasionado por los animales y llegue a germinar y producir una nueva plántula que asegure la perpetuación de la especie.

Las variables meteorológicas jugarían un papel fundamental en dirigir esa producción masiva de bellotas. Así, lo años favorables en los que se origine una abundante floración femenina y las condiciones de polinización sean buenas (viento moderado y ausencia de lluvias que laven el polen) favorecerán la llegada de un otoño vecero. Sin embargo, hay árboles propensos a producir más flores masculinas que femeninas y, por tanto, darán lugar a pocas bellotas.

De ahí el refrán “Encina con moco en montanera da poco”, aludiendo a la forma de las flores masculinas (amentos que parecen mucosidades colgantes). Estos árboles con moco actuarán fundamentalmente de polinizadores (árboles macho) y tendrán, por tanto, escaso número de bellotas. Conocer esas encinas o robles que suelen producir abundante bellota (flor femenina) resultará fundamental para organizar nuestras esperas o recechos otoñales. Serán buscados por jabalíes cuando la bellota haya caído y por ciervos hambrientos antes de que caigan

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Coto de caza con bellotas

 

DIFERENTES ESPECIES EN DISTINTAS ÉPOCAS

La encina, especie más emblemática de nuestros montes, disemina sus semillas en octubre y noviembre, aunque puede variar según zonas y años, siendo la especie más apetecida y característica de todas nuestras bellotas. Sin embargo, hay bellotas disponibles desde agosto hasta enero. El alcornoque, una de las especies más cotizadas por nuestra fauna, produce tres tipos de bellotas según la época en que madura: las hay ya disponibles en septiembre (sanmigueleñas, brevales o primerizas) que suelen ser las de mayor tamaño; más adelante, en octubre y noviembre, madura un mayor número de bellotas, aunque de menor tamaño, llamadas medianas, segunderas o martinencas, y en enero caen las más tardías o palomeras por ser muy apetecidas por las torcaces, formándose grandes bandos en busca de estas bellotas de invierno, que suponen un alimento fundamental para nuestras palomas.

Sin embargo, las bellotas más precoces de cuantas tenemos son las de coscoja, arbusto siempre verde muy intrincado y parecido a la encina que abunda en laderas secas y soleadas. Pero su gran amargor (alto contenido en taninos) las convierte en las menos apetecidas de todas cuantas existen en España. Resulta fundamental conocer en qué época madura cada tipo de bellota. Por ejemplo, las de quejigo maduran antes que las de encina, y éstas antes que las de alcornoque. Las reses buscarán primero los quejigos (septiembre), luego las encinas (octubre y noviembre) y, por último, los alcornoques (de noviembre a enero). Así, hemos de programar nuestras jornadas cinegéticas en función de nuestra distribución del arbolado, que se traduce en definitiva en la distribución del alimento. Los jabalíes buscarán los rodales donde abunden quejigos a primeros de otoño, para luego, a mediados, buscar las encinas, rebollos o robles (según las zonas) y dejar para el final los rodales de alcornoque, si los hubiere. Aun así, dentro de cada especie existirá su propia variabilidad, habiendo árboles que produzcan la bellota antes que otros.

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Dos quejigos (Quercus faginea) en diferentes estados de brotación (distinta fenología). El individuo de la izquierda, de verde más oscuro, produce las bellotas antes que el individuo más claro, que inicia su floración más tarde. Los quejigos son una de las especies más precoces en la caída de las bellotas (septiembre), coincidiendo con una época de gran escasez de alimento para la caza.

BELLOTAS PREFERIDAS

Las bellotas van variando su composición química según avanza su estado de maduración. Así, las bellotas verdes son ricas en taninos (por ejemplo, las de encina pueden tener un 10 por 100 de taninos en septiembre) que otorgan un sabor muy amargo y desagradable, evitando así o reduciendo su consumo en gran número, ya que los taninos resultan tóxicos para la flora ruminal.

Por tanto, no es aconsejable recolectar bellotas antes de su maduración para alimentar las reses. Habrá que esperar que alcancen la maduración necesaria y que las bellotas pierdan así su amargor reduciendo su contenido en taninos (para las de encina el contenido puede descender por debajo del 4% en noviembre). Las bellotas más apetecidas son las de encina por su gran contenido en lípidos (7-14%), seguidas por las de alcornoque y quejigo con un menor contenido en lípidos (4-8%). Luego, están las de rebollos, robles y carballos y, finalmente, las de coscoja, cuyo contenido en lípidos suele ser muy bajo (1-3%).

¿CÓMO INCREMENTAR LA PRODUCCIÓN DE BELLOTAS?

En muchos de nuestros cotos existe, hoy día, una abundante población de cérvidos, jabalíes y otros ungulados silvestres que están limitando la regeneración de nuestros encinares, alcornocales, quejigares, rebollares, etc. Las reses se alimentan de bellotas durante el otoño, lo cual, unido al consumo de bellotas por parte de gorgojos (escarabajos perforadores cuyas larvas se desarrollan dentro de la bellota), roedores, córvidos y ganado, ha hecho que apenas queden bellotas viables (sin daño), poniendo en peligro la sostenibilidad de nuestros montes.

En primer lugar, hay que asegurar la regeneración de nuestros montes para que las encinas y alcornoques que mueren cada año por sequía, incendios, plagas y enfermedades sean sustituidos por nuevos individuos. Muchos árboles o matas de encina, alcornoque, quejigo o rebollo sobreviven al fuerte ramoneo de las reses que consumen con gran avidez sus hojas, brotes y tallos impidiendo la generación de flores y, por tanto, de frutos ya que aparecerá el omnipresente diente del herbívoro para impedir su reproducción sexual exitosa.

PROTECCIONES.

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Mata de carrasca o encina (Quercus ilex) protegida mediante vallado individual (mallazo de construcción), que evita el ramoneo por cérvidos y favorece la formación y desarrollo de una encina productora de bellotas.

Así, la protección individual de nuestras especies productoras de bellota resulta fundamental en los cotos donde domine el paisaje adehesado (con nula regeneración) o en montes donde la sobreabundancia de animales ramoneadores y consumidores de bellota esté diezmando nuestras poblaciones de encinas, robles y quejigos. La protección individual de pequeños arbolillos o matas del género Quercus permitirá que éstos se conviertan en árboles productores de bellota. Sin dicha protección, el diente del herbívoro no dejará que se desarrollen sus ramillos, flores y frutos y, por tanto, no llegarán a alcanzar el porte necesario para proporcionar bellotas.

Una vez que nuestro arbolillo o mata haya alcanzado dicho porte y pueda escapar del daño del herbívoro en las ramas medias y superiores (a más de dos metros) se puede liberar al árbol de la protección para que siga su normal desarrollo. La protección individual es aconsejable en fincas donde no se quiera perder el aprovechamiento de los pastos contiguos al árbol.

Sin embargo, en otros territorios se prefiere acotar el pastoreo zonas más extensas mediante un vallado perimetral que abarque varias hectáreas y que, por tanto, estará sin pastorearse durante unos cuantos años, generalmente más de diez, dependiendo del desarrollo de las matas que allí medran. Habrá que contar con la pérdida de ese aprovechamiento durante unos años, lo cual no es siempre bien acogido por propietarios o gestores.

ACLARADO DEL MONTE.

En montes más o menos cerrados es aconsejable realizar claras (cortas de aquellos pies más débiles, malformados o dominados) que permitan dejar un menor número de árboles (menor densidad). Lo ideal es mantener una densidad de árboles cuyas copas no se solapen para recibir la máxima insolación y menor competencia tanto radical como aérea. Está demostrado que densidades de 60 árboles por hectárea en dehesas (Vázquez et al. 1998) producen más kilos de bellota que aquellas dehesas que albergan muchos árboles (más de 130 por ha.) de peores condiciones que compiten con mayor intensidad. Sin embargo, una dehesa rala con bajo número de pies proporcionará abundante pasto en primavera, pero poco alimento en otoño-invierno así como escaso refugio para nuestras especies de caza.

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Plantación de encinas y alcornoques en una dehesa rala (escaso número de árboles). La incorporación de estos nuevos árboles permitirá asegurar el regenerado y una mayor producción de bellotas, así como un pasto diferente bajo sus copas, debido al microclima generado por los árboles. Cuando alcancen un porte adecuado se realizarán las podas de formación, ofreciéndole los restos (ramón) a la caza como alimento o refugio si se apilan adecuadamente

El aclarado de nuestros montes nos permitirá además incrementar la producción de pasto herbáceo, siempre necesario por su mayor calidad nutritiva que el pasto leñoso (ramón) y que, por tanto, revertirá en mejores poblaciones o trofeos de mayor calidad. Sin embargo, un aclarado intenso reducirá la presencia de refugio para la caza y es siempre interesante y recomendable mantener y alternar zonas de mayor refugio (monte cerrado) con zonas de pastizales arbolados que permiten proporcionar alimento variado a lo largo de todo el año (hierba, ramón y bellota).

DESBROCES

En zonas donde nuestras especies productoras de bellotas conformen un monte bajo (chaparros), la selección de determinados individuos, los más vigorosos, junto con el desbroce de pequeñas zonas, es decir, la eliminación de todo el matorral, incluidos los chaparros, hará que disminuya la competencia entre los árboles seleccionados y favorecerá la conversión en un monte alto, que son los árboles productores de bellotas. Los desbroces pueden ir acompañados de siembra para ralentizar la matorralización de esas zonas desbrozadas y favorecer así la presencia de hierba verde y convertir dichas zonas en lugares querenciosos, tanto para la caza mayor como para la caza menor, al disponer de hierba verde en primavera y principios de otoño, bellotas en otoño-invierno y ramón durante todo el año.

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Desbroce de un quejigar cerrado seguido de siembra para ralentizar la rápida matorralización e incrementar la producción de hierba, manteniendo una adecuada densidad de arbolado que proporciona bellota y ramón. Además, estas zonas abiertas intercaladas con zonas de monte permiten una mayor visibilidad para ejercer la caza y un paisaje diversificado que cubre todas las necesidades alimenticias y de refugio de nuestras especies cinegéticas a lo largo de todo el año.

 

PODAS

Podar de nuestros árboles productores de bellota se convierte en una medida aconsejable para tratar de incrementar la producción y el tamaño de las bellotas de árboles individuales. Así, existen podas de formación, orientadas a conformar la estructura futura del árbol. Se realizan en individuos jóvenes, eliminado las ramas más bajas (habitualmente ramoneadas y que hacen perder vigor al árbol) y dotándolo de una copa más globular o aparasolada. En árboles ya maduros es aconsejable realizar podas de producción, dejando tres grandes ramas o vías, limitando la altura del árbol (no interesa árboles muy altos) e incrementando la superficie soleada.

Las podas de fructificación suelen ser, por tanto, de intensidad moderada (más del 30 por 100), favoreciendo un número menor de ramas, bien abastecidas de savia bruta e insolación (Serrada, 2005). Para ello se eliminan los chupones o ramas estériles, así como los rebrotes de cepa y raíz. Estos restos de la poda son aprovechables por la caza en forma de ramón y, por tanto, es aconsejable ofrecérselo a los herbívoros para que lo consuman en vez de quemarlos o desecharlos.

Las podas se realizan en invierno (a savia parada), precisamente cuando escasea el alimento, y así los restos derivados de las podas y desbroces se convertirán en un recurso idóneo para cubrir las necesidades alimenticias de los animales en los meses que menos alimento encuentran (por ejemplo, en febrero). Las podas en esta época, justo antes de la brotación, permitirán evitar que el tejido de cicatrización quede sometido a muchas noches de helada, dañándolo reiteradamente. Además, en cotos de caza menor, los restos de estas podas, bien apilados y concentrados, servirán de refugio a especies menudas, como conejos y perdices, que utilizarán para cobijarse o reproducirse.

OBJETIVOS A CUMPLIR

La gestión de nuestro arbolado productor de bellotas debe estar orientada a mantener el regenerado (asegurar la viabilidad y la presencia de nuevos árboles para el futuro), producir frutos abundantes compatibilizándolo con la producción de otro recursos necesarios para la caza como la hierba (mediante claras, desbroces y podas) y utilizar estos restos de podas y desbroces para proporcionar alimento (ramón) y refugio, de manera que nuestra caza, tanto mayor como menor, vea cubierta sus necesidades de alimento y refugio en toda época y en todas las zonas de nuestro coto.

Referencias.

Vázquez, F. M. 1998. Semillas de Quercus: Biología, ecología y manejo. Junta Extremadura.

Serrada, R. 2005. Apuntes de Selvicultura. Escuela Universitaria de Ingeniería Técnica Forestal.

Texto y fotos: Ramón Perea García-Calvo

Dr. Ingeniero de Montes Universidad Politécnica de Madrid

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