El corzo y el jabalí son las especies “reinas” de este coto, gestionado de una manera impecable por la Comunidad de Cazadores del Concejo de Valdés, y más concretamente por su Junta Directiva, que ha sabido reflotar a una sociedad que hace 11 años se encontraba en una situación delicada. Lo conocemos a fondo en las siguientes líneas
Asturias siempre me atrajo, desde niño. Y es que, como decía en su día su lema turístico, es un paraíso natural. Desde su parte más oriental y turística y hasta el límite con Galicia, sus tierras, sus gentes, sus usos y costumbres y su gastronomía envuelven al viajero en un manto cálido que provoca que nada más marchar ya piense en volver de nuevo.
Si nos centramos en la fauna de estas tierras, podemos encontrar desde especies emblemáticas, como el oso pardo o el urogallo cantábrico, hasta “conflictivas”, como el lobo ibérico, y, por supuesto, cinegéticas, como el zorro, el corzo, la becada o el jabalí, entre otras.
Sí, han leído bien, califico al lobo de conflictiva, pues en Asturias, a pesar de estar al norte del río Duero, no es especie cinegética, es decir, no se puede cazar, salvo por parte del Gobierno autonómico como medida de gestión.
En el norte peninsular, la caza es diferente: no existen grandes fincas privadas ni se dan grandes monterías. La orografía del terreno y el mosaico de parcelas de diversos propietarios confeccionan un escenario en el que la fuerza del trabajo en equipo y la importancia de unos buenos perros condicionan el éxito de la jornada.
Nos centramos en el concejo de Valdés, cuya capital es Luarca, un pueblo pesquero que enamora a todo aquel que lo visite, con unas vistas en su parte alta impresionantes y uno de los cementerios más bonitos que he visto
El concejo tiene una extensión total de 354 km² y cuenta con más de 13.000 habitantes. La actual Junta Directiva de la Comunidad de Cazadores del Concejo de Valdés llegó hace ya 11 años, encontrándose una sociedad ruinosa, fruto de la mala gestión, de la despreocupación típica de algunos cazadores y del poco apoyo de la Administración que en ocasiones asfixia a las sociedades de caza con sus exigencias.
Una de las principales fuentes de ingresos, junto con las batidas, fue la venta de precintos de corzo, hace unos años muy abundantes en la zona, siendo una especie de moda en España y en aquellos años de bonanza, cuando la gente se gastaba el dinero sin mucha preocupación y generaba importantes ingresos.
Así consiguieron recuperarse sin repercutir la situación económica que encontraron en la subida de las cuotas de sus socios.
Actualmente, con el descenso en la densidad de la especie y la crisis, los ingresos por la venta de precintos han bajado notablemente no sólo en cantidad, sino también en precio, según comenta la junta directiva, y las exigencias del Principado de Asturias, como la obligación de mantener un guarda por cada 8.000 hectáreas, convierten en cada vez más difícil la supervivencia de estas sociedades, que realizan una gestión impagable del medio con su actividad.
UN GRAN ESFUERZO DE LA SOCIEDAD
Hablando con los miembros de la Junta Directiva, me llama la atención que el Principado de Asturias obligue a los cotos a contratar a guardas en función del número de hectáreas sin tener en cuenta otros muchos factores influyentes.
Además, después no se lleva a cabo un control del personal y, cuando se hace, se mira para otra parte, por lo que da pie a que las sociedades más “pícaras” realicen contratos puntuales para salir del paso, mientras que las que lo hacen bien se ven obligadas a hacer frente a una serie de gastos desproporcionados.
En zonas del norte como ésta, donde la vegetación va ganando terreno y muchas partes del monte caen en desuso, exceptuando las aprovechadas por la ganadería, las sociedades de cazadores realizan una labor primordial de conservación, no sólo porque habitan el monte diariamente, hecho en sí muy importante como tarea de vigilancia y mantenimiento de infraestructuras, sino porque el aprovechamiento de especies como el jabalí evita una serie de daños a la agricultura vitales para los habitantes de la zona.
Y eso sin contar los accidentes que se producirían en las carreteras y la afección sobre otras especies silvestres y de ganadería si no se extrajeran del medio esos más de 300 jabalíes por temporada.
Además, se palpa en el ambiente, al hablar con los ganaderos y los agricultores de la zona, que la labor de los cazadores es bien reconocida por sus vecinos.
La Administración, como en la mayoría de comunidades autónomas, lejos de valorar esta labor importantísima de los cazadores, no les pone más que dificultades.
Ya se acordarán de los cazadores dentro de unas décadas, sin duda, cuando muchas de estas sociedades, por desgracia, ya no existan.