En España, los ecosistemas sufren multitud de agresiones, algunas más visibles que otras, que sin duda merman sus cualidades y, entre otras muchas, la capacidad de albergar cierto número de especies.
Un ecosistema del tipo que sea requiere de un equilibrio natural dentro del cual, a pesar de lo que muchos piensan, el hombre es una pieza indispensable. Hemos de estudiar las cosas teniendo en cuenta siempre el entorno.
Es lógico que en Estados Unidos los Parques Nacionales sean zonas que no hayan sufrido la acción del hombre, que se conserven vírgenes por así decirlo. Importar esa idea a España, como se ha hecho, es un error gravísimo.
En nuestro país no hay un rincón que no esté bajo la acción del hombre, es una cuestión simple de densidad poblacional si comparamos los 35 hab/km² de EEUU, los 4 hab/km² de Canadá o los 92 hab/km² de España.
LA ACTIVIDAD HUMANA
La realidad de Parques Nacionales como Cabañeros, Guadarrama o Monfragüe provoca que esa definición que ofrece el MAGRAMA de “un espacio natural de alto valor natural y cultural, poco alterado por la actividad humana” suene a chiste…
No es que no haya que conservar la dehesa extremeña o los Montes de Toledo, pero esa definición no vale, así como tampoco vale aislarlo de la actividad humana que lo ha llevado a ser lo que es…
El autor considera que el odio a la caza de muchos está haciendo perder el norte a gran parte de la sociedad y de los gobernantes. Según Juan Pascual Herrera Coronado, lo que demanda el sector, y será necesario en un futuro no muy lejano, es apoyo de las instituciones y relevo generacional.
Y una parte muy importante de esa actividad humana ha sido y es la caza. Frente a los que ven la acción del hombre como una amenaza para los diversos ecosistemas y se centran en atacar lo fácil, como por ejemplo la caza, existen, gracias a Dios, los ingenieros de Montes y Forestales, profesionales competentes en la sostenibilidad de nuestros montes y en el aprovechamiento de recursos naturales renovables, algo que se estudia (y mucho) en las escuelas forestales.
Un ecosistema puede contar con amenazas externas que afecten a su conservación (muchas veces son las verdaderamente peligrosas), pero contra ellas nadie hace nada, pues suelen provenir de sectores poderosos.
Ejemplos de ello serían la contaminación atmosférica, la sobrexplotación de acuíferos, el uso de productos nocivos en el medio, los vertidos ilegales… Por otro lado, nos encontramos con los diferentes factores que componen ese ecosistema, con sus relaciones intra e inter específicas, entre los que se encuentra el hombre como especie.
Cualquier desequilibrio en uno de los componentes puede afectar al equilibrio global del ecosistema.
Es obvio que una buena gestión cinegética favorece enormemente la conservación de todas las especies, no solo las cinegéticas.
DETRÁS HAY MUCHO TRABAJO
La gente ve los espacios naturales y solo se queda con la belleza del paisaje, pero no se preguntan por su conservación. Es tarea de los profesionales del sector y de la Administración velar por ella, por el equilibrio de los ecosistemas que conforman su aprovechamiento sostenible para su continuidad, pero es una tarea olvidada o mal efectuada por aceptar la presión de ciertos colectivos o, incluso, por dejadez.
La regeneración natural de muchas masas de monte es casi nula… por no hablar de las dehesas o de especies ligadas a los agrosistemas. Y nada o muy poco se hace al respecto. Parece que ahora el gran problema es la alta densidad de algunas especies de caza y la culpa de los cazadores que las alimentan. Nada más lejos de la realidad.
Lo preocupante es que, no hace mucho, han sido publicadas noticias al respecto y tanto los profundos desconocedores del tema, que escriben como si fueran expertos, como algunos supuestos entendidos se hacen preguntas que dan auténtico pavor.
Por ejemplo, ¿podría ser la caza una herramienta útil para reducir las poblaciones de jabalí? Todo viene a raíz de un supuesto estudio en varios países europeos que cifra el descenso del número de cazadores desde los años 90 en torno al 20%, mientras que las capturas de jabalí se han incrementado un 150%.
Con sólo este dato lo único que se puede afirmar es que hay menos cazadores pero que cazan más. Otra cosa es que se quiera decir que si las tendencias continúan como hasta ahora, puede que no baste con la caza para controlar las poblaciones, pero no cuestionando la actividad como tal, sino si habrá suficientes cazadores.
En este sentido, la pregunta o reflexión debiera ser si no está la Administración apoyando suficientemente la actividad de la caza y cuidando e incentivando a los cazadores para que su número, si no asciende, al menos no disminuya.
Independientemente de lo anterior, por supuesto que puede darse una explosión demográfica de alguna especie de caza, como ocurrió con los famosos topillos, pero no es el caso.
Si las tendencias continúan como hasta ahora, puede que no baste con la caza para controlar algunas poblaciones, pero no cuestionando la actividad como tal, sino si habrá suficientes cazadores.
¿MEJOR LOS ENVENENAMOS?
Otros preguntaban desde el desconocimiento y las páginas de un diario nacional si es necesario “matar” los animales que “sobran”, proponiendo una mejor alternativa consistente en el empleo de métodos anticonceptivos en la fauna silvestre.
En concreto, ponían ejemplos de control de palomas en Cataluña con productos químicos como nicarbazina, que se utiliza para prevenir la coccidiosis (enfermedad intestinal) en pollos, obteniendo una reducción del 62% de la población. Esto se aplicaba en el maíz que comían las aves.
Hay experimentos que logran reducir hasta el 80% de las poblaciones en un plazo de cinco años, según citan. Pero, ¿realmente es la manera correcta de hacer las cosas, o más bien es una forma de controlar en la sombra?
No son anticonceptivos en el sentido en el que la gente lo puede contemplar, sino envenenar a un ave disminuyendo su capacidad reproductora. De hecho, se observó la mortalidad de ejemplares jóvenes.
Es algo parecido a lo que ocurre con la perdiz y las semillas tratadas con algunos compuestos que provocaban en ella disrupción endocrina, mermando notablemente su capacidad reproductora, así como el grosor de la cáscara del huevo, lo que se traduce en un menor éxito reproductivo especies, disfrazándolo de que “les damos la píldora y así viven felices”, generando unos gastos considerables, antes que fomentar su caza produciendo una fuente de ingresos en el ámbito rural y unas poblaciones sanas y equilibradas.
Otras declaraciones van más lejos, culpando directamente a los cazadores de las altas densidades de las especies. Desde Ecologistas en Acción afirmaban que este año, con sequía y pastos agostados, en lugar de dejar actuar a la selección natural ante la escasez de agua y pastos, los gestores han seguido aportando pienso y pacas de cereal para la alimentación suplementaria de ciervos.
Estas afirmaciones no pueden quedar sin respuesta. En primer lugar, y desde el punto de vista del bienestar animal, el sufrimiento de una muerte, en este caso muchas, por inanición es muy cruel, pero parece ser que los ecologistas lo prefieren antes que la caza. ¿Una correcta gestión?
En segundo lugar, el gestor que se gasta dinero en pienso y pacas para sus animales, que no son ni mucho menos la mayoría, pues somos un sector que no vive de las subvenciones, suele tener la finca cercada o incluso constituir un coto intensivo.
En los Parques Nacionales se manejan densidades altísimas que afectan muy negativamente a las fincas colindantes que realizan buena gestión.
Esto quiere decir que las densidades que allí se manejen en nada afectan a las poblaciones silvestres externas a la finca. Además, en los Parques Nacionales donde se gestiona según la “ley de la naturaleza”, no es que se manejen precisamente densidades óptimas ni en años de sequía.
Es más, se manejan densidades altísimas que afectan muy negativamente a las fincas colindantes que realizan buena gestión y no hacen más que recibir animales tuberculosos del parque. Por si esto fuera poco, les invito a ver la regeneración natural de las especies vegetales en estos parques.
Creo que el odio a la caza de muchos está haciendo perder el norte a gran parte de la sociedad y de los gobernantes. Lo que demanda el sector, y será necesario en un futuro no muy lejano, es apoyo de las instituciones y relevo generacional. Dejemos la gestión a los profesionales y no juguemos con nuestro patrimonio natural.
(Ingeniero Técnico Forestal. Experto en caza y pesca)
Juan Pascual Herrera Coronado