En el mes de junio es cuando podemos ver por las sierras algunas crías de cérvidos que comenzaron a nacer el mes anterior, pero para llegar a este punto existen diversos factores implicados, además, este proceso no es así en todas las especies. En este artículo haremos una revisión de los ciclos reproductivos de diferentes especies de cérvidos mencionando los aspectos más destacados.
En nuestro país podemos encontrar tres especies de cérvidos, el ciervo, el gamo y el corzo (consulta las características de cada una de estas especies en Fichas de Especies de Caza Mayor) , pero a nivel global existen unas 40 especies y 200 subespecies, lo que implica una gran diversidad morfológica, fisiológica, ecológica, etcétera. En la mayoría de las especies, la necesidad de que los nacimientos se produzcan en el momento que garantice la máxima supervivencia de las crías ha tenido una gran influencia en su fisiología.
Especies de climas templados suelen tener la época de celo en otoño y la paridera, por lo tanto, en primavera, que es cuando la hembra tiene los máximos requerimientos nutricionales coincidiendo con el final de la gestación y el comienzo de la lactancia. Es lo que sucede con los cérvidos ibéricos, en la península los nacimientos se centran en la época de mayor disponibilidad de hierba, que es la primavera.
Así, en el ciervo, la época de paridera se sitúa en mayo y junio, lo mismo sucede con el gamo y, en el corzo, entre abril y mayo. Por el contrario, en otras especies de climas tropicales, donde la variación del alimento a lo largo del año no es elevada, no existe está marcada temporalidad, es decir, sus ciclos no pueden situarse de forma permanente en un calendario, aunque hay especies tropicales que sí tienen ciclos, pero dependiendo de otros factores, por lo que diferentes cérvidos en una misma zona pueden tener ciclos muy distintos.
Los de climas templados tienen los mecanismos que rigen la estacionalidad muy claros, y normalmente permanecen, aunque se transporten a otras localidades, de hecho, hace muchos años se comprobó que especies llevadas al otro lado del ecuador mantenían sus ciclos propios, pero con un desfase de seis meses respecto a su nueva situación. Los ciervos escoceses, respecto a los del este de Europa, muestran una diferencia de unas dos o tres semanas del periodo de celo, diferencias que mantienen en las granjas ubicadas en Nueva Zelanda, lo que indica que existen divergencias genéticas que influyen en el ciclo reproductivo.
Estas especies de climas templados o árticos tienen estos ciclos ya establecidos, pero es aceptado que el inicio del celo se desencadena por cambios en el fotoperiodo, normalmente una disminución de la duración de los días en otoño, aunque el celo de distintas especies puede ser en diferentes momentos debido a diferencias en el periodo de gestación para que coincidan durante la primavera.
OVULACIÓN DE LAS HEMBRAS.
Otro aspecto interesante es cómo tienen lugar los ciclos de ovulación de las hembras. Normalmente, pueden entrar en celo más de una vez si no se quedan preñadas. En el ciervo y en el gamo pueden realizar entre cinco y ocho ciclos desde otoño hasta primavera. La duración media de un ciclo en una hembra de ciervo es de entre 18 y 20 días, mientras que en el gamo es de entre 21 y 23.
La duración de la receptividad a los apareamientos durante uno de los ciclos de celo es difícil de determinar y normalmente termina con una cópula exitosa, sin embargo, si no se produce ninguna cópula, en estas dos especies el comportamiento de celo puede durar unas 24 horas.
Se ha encontrado un retraso de cinco días en la ovulación de hembras de ciervo en poblaciones con elevadas densidades respecto a otras con densidades reducidas, por lo que la paridera puede ser un indicativo del bienestar de una población, ya que si existe un retraso generalizado puede que la densidad sea demasiado elevada y lo más adecuado para atajar el problema es reducir la densidad, y no sólo intentar eliminar las tardías.
Por otra parte, en estudios a largo plazo en Inglaterra se ha detectado un adelanto generalizado del periodo de partos a lo largo de los años atribuido al cambio climático global, que está alterando los periodos de abundancia de alimento vegetal.
LA PECULIARIDAD DEL CORZO.
El ciervo, el gamo y el corzo tienen sus crías en primavera, sin embargo, el celo del ciervo y del gamo se produce en otoño, con unos ocho meses de gestación, mientras que el celo del corzo es en verano, con unos diez meses de gestación.
Esto es debido a que el corzo es el único artiodáctilo que desarrolla un proceso de diapausa embrionaria, en el que el óvulo fecundado permanece en el útero, pero dividiéndose de forma muy lenta hasta que en diciembre o enero, con un tamaño inferior a un milímetro, se reactiva el proceso y se desarrolla el embrión.
Se han realizado diversos estudios en el ciervo para tratar de determinar si el tiempo de gestación puede variar entre hembras y por qué razones. Se comprobó que pueden existir ligeras diferencias en distintas poblaciones con diferentes aportes nutricionales en las que la media variaba en cinco días, con gestaciones más cortas en hembras con mejores niveles nutricionales.
También parecen existir evidencias de que hembras con concepciones tempranas pueden retrasar unos días el momento del parto, así como las de concepciones tardías pueden adelantarlo. Otro factor que parece intervenir es el sexo de la cría, con gestaciones más largas cuando la cría es macho; por lo tanto, existen diversos factores que pueden modificar en algunos días el tiempo de gestación.
Respecto al porcentaje de hembras preñadas, en el ciervo es elevado, con un 85 por 100 de las hembras de al menos dos años de edad y una mortalidad de los embriones durante los primeros 20 días tras la fecundación reducida, menor del uno por 100.
En circunstancias en las que el alimento o las enfermedades no constituyan una limitación, la tasa de hembras preñadas puede ascender hasta un 96 por 100, gestando normalmente una sola cría, ya que el porcentaje de gestaciones múltiples es menor del uno por 100.
En los gamos también es normal una sola cría, mientras que en el corzo lo más probable son dos crías (72 por 100), siendo menor el porcentaje de hembras preñadas de una sola cría (26) y raro los de tres crías (1,4).
EL PESO CLAVE EN LA SUPERVIVENCIA.
La supervivencia de las crías depende de diversos factores, pero el peso parece ser bastante importante, teniendo mayor probabilidad de supervivencia las crías con más peso.
Entre sexos, las crías macho poseen unas menores tasas de supervivencia que las hembras, aunque de media éstos sean más pesados y sus tasas de desarrollo, mayores.
Que los machos posean mayor tamaño y mayores requerimientos resulta importante, ya que las hembras con crías macho deben, por lo tanto, estar en buenas condiciones para poder proporcionar a sus crías todo lo que necesitan. Sería esperable que hembras en peores condiciones se encontrasen ante el compromiso de aportarle todo lo que necesitan sus crías o adoptar una posición más conservadora y no invertir tanto en estas crías macho, que se verían más afectadas que si fueran hembras debido a sus elevados requerimientos nutricionales.
El primer año de vida en estos mamíferos resulta crucial, ya que los jóvenes, al poseer un menor tamaño, son más susceptibles a ser cazados por los depredadores y más sensibles a condiciones ambientales adversas al poseer menores reservas y encontrarse en pleno desarrollo. Se ha comprobado que el tamaño y crecimiento durante esta etapa se convierten en aspectos determinantes en cuanto al tamaño que alcanzarán de adultos.
Todos estos factores implicados en el renuevo generacional son importantes, ya que la dinámica de las poblaciones depende en gran medida del número de crías que nacen y sobreviven para formar parte de la población.