Los daños ocasionados por los incendios forestales cada año son más graves, tanto material y económicamente como en pérdida de vidas humanas.
En términos medioambientales las consecuencias son también nefastas.
El cazador es una pieza clave en la lucha contra el fuego.
¿Qué se puede hacer para prevenir y restaurar?
Como decía el profesor Montoya cuando charlábamos sobre los que nos colgaban la etiqueta de crueles a los cazadores, la naturaleza es la más cruel y despiadada cuando mata, y así lo podemos comprobar cuando llega, por ejemplo, un brote de sarna a una población con una densidad excesiva. Lo mata todo y de una forma cruel y dolorosa.
Pues si hay un elemento natural devastador y cruel matando, que arrasa todo lo que encuentra, ese es el fuego.
Controlado por el hombre, desde su descubrimiento revolucionó la vida del Homo erectus hace más de 790.000 años; y desde entonces el fuego ha estado ligado al ser humano como un eficaz aliado hasta nuestros días, tanto en la industria como en cada hogar para calentar en los fríos inviernos.
Pero el fuego descontrolado en la naturaleza es de los mayores desastres que puedan imaginarse.
La cruda realidad en torno a los incendios forestales es que la mayoría de ellos son efecto de la mano del hombre, bien sea de manera intencionada o bien fruto de una actuación negligente e irresponsable.
Es cierto que existe un pequeño porcentaje de incendios que se producen de forma natural, principalmente con la llegada en verano de las tormentas eléctricas, ya que los rayos provocan este tipo de incendios.
Pero quitando estos, la mano del hombre está detrás del resto de fuegos, bien sea por el mal mantenimiento de infraestructuras, por accidentes, por irresponsabilidades o provocados por pirómanos o delincuentes.
La realidad del trabajo en torno a los incendios forestales debe centrarse en la prevención de los mismos, pues siempre es mejor que tener que actuar una vez provocado el fuego.
¿Pero por qué se producen oleadas de fuego como las vividas en Asturias y Galicia este año? Y, lo más importante, ¿se pueden prevenir?
Existe una regla básica en torno al fuego; tres son los elementos que lo forman, las tres C:
- Calor
- Combustible
- Comburente.
Y si falta uno de ellos, no puede haber fuego. En verano tenemos el calor asegurado; el comburente es todo aquello que facilita y posibilita la combustión, en este caso el oxígeno y el viento; y, por último, el combustible.
El único de los tres factores donde podemos actuar es el último.
Mantener el monte limpio es la única forma de prevenir y evitar el fuego.
Por desgracia, en este sentido, quitando quizás las fincas propiedad del Estado y los grandes montes de producción de madera, el monte está a merced del fuego y para mantener al día las infraestructuras principales de las fincas de cara a la prevención de los incendios forestales los cazadores son pieza clave.
Algunas comunidades autónomas, como Extremadura, exigen la realización de un plan de prevención de incendios forestales, pero en muchos casos ni se exige ni se plantea.
Además de la falta de mantenimiento y ordenación de nuestros montes, es previsible que se produzca un mayor número de incendios si se cumple la conocida como «Regla de los 30».
Es decir, si tenemos más de 30 ºC, un viento de más de 30 km/h y una humedad inferior al 30 % se dan las condiciones óptimas para que un fuego surja y se convierta en un gran incendio forestal.
Y cuanto más aumenten los dos primeros factores y más disminuya la humedad… peor.
En Asturias y Galicia esta regla se dio y con creces, pero el cómo y el por qué surgieron los fuegos es otro tema, pues cierto es que en esas circunstancias favorables los fuegos evolucionan y crecen a velocidades impensables, pero no surgen de la nada ni por generación espontánea.
Otra de las caras ocultas de los incendios, vergonzosa incluso si analizamos que dependen del Ministerio de Medio Ambiente y de las Administraciones autonómicas, son las condiciones laborales de los medios de prevención y extinción.
El grueso de las plantillas son contratadas en junio y despedidas en septiembre, muchas a través de empresas privadas o semipúblicas, si bien es cierto que es un trabajo relativamente bien pagado, pues les permite ‘malvivir’ los 12 meses del año trabajando apenas 5 o 6.
Pero el aumentar un par de semanas el contrato puede ser de vital importancia.
Resulta comprensible que si se dan fuegos a finales de temporada y se aumenta así el tiempo de contrato incluso influye en la campaña siguiente, pues a veces el monte arde especialmente a finales de campaña.
Lo malo es que, en esas condiciones sumamente favorables para la propagación del fuego, el tema se va de las manos.
Lo que sí me parece vergonzoso es que, gastándose el dineral que se gasta en España en temas menos importantes en torno al medio ambiente y en subvenciones poco necesarias a mi entender, no se mantenga a las plantillas de prevención y extinción durante todo el año.
Sí sería comprensible un refuerzo en la época estival, pero solo eso. Además, si tenemos en cuenta que el monte está en constante proceso de abandono, no les faltaría trabajo durante el resto del año; es más, podrían producir beneficios en muchos montes públicos que se encuentran semiabandonados.
Existe un colectivo, el nuestro, el de los cazadores, que cuida el monte; que se gasta su dinero en conservarlo, en limpiarlo y en mantener los cortafuegos; que está constantemente en el campo, por lo que realiza labores de vigilancia; y que, además, cuida de la fauna.
Y, en caso de incendio, son los únicos que se siguen gastando el dinero para cuidar de los animales supervivientes aportando comida y agua, y todo eso sin pedir un duro a nadie; es más, gastándose su dinero y su tiempo. ¿Y creen ustedes que la Administración valora, cuida y atiende la labor del cazador…?
El colectivo de cazadores sigue en disminución, aumentando así aún más el abandono del monte, y con él los incendios forestales y la destrucción de nuestro patrimonio natural.
El reconocer la necesidad de nuestra actividad, tenernos en cuenta y cuidarnos como colectivo es absolutamente necesario para la conservación de nuestros montes.
Manteniendo parte de las plantillas de prevención y extinción de incendios todo el año, aparte de crear un número importante de empleos estables, no como hasta ahora, se generaría un beneficio en la conservación y en la producción de nuestros montes más que considerable y ayudaría a fijar la población en los entornos rurales.
También valorando y fomentando las actividades tradicionales ligadas al monte, como la ganadería y la agricultura extensivas, el aprovechamiento del monte y la caza, se mantendrían los bosques limpios y, por consiguiente, menos expuestos al fuego.
Mientras tanto, como los cazadores seguiremos cuidando, conservando y manteniendo los montes a costa de nuestros bolsillos, damos a continuación algunos consejos para hacerlo eficazmente.