Tiempo de codornices. Presentamos una receta milenaria, dicen que egipcia, del tiempo en el que las tribus del mar asolaron todas las civilizaciones. Antes del 1177 a.C. el Mediterráneo era un club de imperios diversos y poderosos.
El no va más de la civilización y la modernidad. Hititas, micénicos, asirios, cananeos y egipcios comerciaban, confraternizaban, se enviaban regalos, esposas, estaño, oro…
Y entre ellos se comunicaban sin problemas gracias a barcos ligeros, marinos valientes y rutas seguras mientras hablaban acadio, el ‘inglés’ de la época.
Las gentes de la Edad de Bronce vivían el florecimiento de formas de civilización y progreso jamás vistas en la historia del hombre. Luego llegaron los llamados «pueblos del mar», y el mundo entró en largas guerras feroces ruinosas y destructivas.
El faraón Ramsés III luchó contra esos invasores y logró vencerlos, pero el mundo ya no fue el mismo. Siguieron después otras invasiones, confusas revueltas, terremotos imprevistos, sequías y hambrunas bíblicas.
Una época oscura borró aquel espejismo de progreso del que apenas queda nada, piedras desgastadas, alguna asombrosa espada de bronce, barcos hundidos llenos de ánforas rotas, tablillas de terracota en parajes asolados hoy de nuevo en guerra…
Pero nos queda esta receta:
RECETA DE CODORNICES AL BARRO
Ingredientes:
•4 codornices.
•Ramillete de menta.
•100 gramos de orejones de melocotón o albaricoque.
•Unas hojas de col.
•Sal y pimienta.
•Una pella de 2 kilos de barro fresco, arcilla.
Elaboración:
Desplumad y eviscerad las codornices conservando su corazón y su hígado.
Rellenad su vientre con menta fresca y pequeños pedazos de orejones (melocotón seco).
Las salpimentáis y envolvéis cada una en hojas de col (o de lechuga) y, luego, con barro –con arcilla corriente, vale hasta la de modelar, pero mejor la de cualquier sitio del campo que conozcáis (¡será por arcilla!)– fabricáis un pequeño baúl por pájaro y metéis en cada uno una codorniz.
Bien sellados los cofrecillos, los colocáis al amor de las brasas, enterrados en ellas para que se hagan. Bastará media hora.
Luego rompemos el baúl de barro duro con una pequeña piedra y a comer, mejor con los dedos.
Hay pergaminos y jeroglíficos que dicen que este era uno de los guisos preferidos de los faraones, también de los hititas, asirios y cananeos.
La Biblia refiere que por esas tierras la codorniz era muy abundante y hasta Moisés y los suyos se dieron algún gran festín con estos pajaritos.
Ramón J. Soria Breña