El control de la población del zorro

He tenido la desgracia de leer y escuchar muchas veces que cuando se disminuye una población de zorro en un coto concreto sin afectar a la población de los colindantes, ésta se desplaza a cubrir ese «hueco».

Incluso he llegado a escuchar a quien sostiene que la población del coto en la que se realizó el control pasa a ser superior a la anterior a tal intervención, pues los zorros adultos eliminados, que tenían un territorio amplio, son sustituidos por ejemplares jóvenes con un territorio de caza más pequeño, lo que aumenta la densidad poblacional relativa y, por tanto, desaconseja el control de la especie. Sencillamente, todo esto es falso y lo he comprobado personalmente.

No me hace falta apoyarme en sesudos estudios científicos con estimaciones poblacionales que a saber cómo las hacen. Me baso en la realidad práctica de lo que yo he realizado y lo que ha ocurrido en estos años que llevo estudiando a esta especie.

Conozco bien cómo son las «estimaciones» poblacionales que se hacen y, en particular, con el zorro. En la Comunidad de Madrid, por ejemplo, no es común que se otorguen permisos para el control de la población de zorros fuera de temporada y es debido a que los agentes medioambientales realizan informes indicando que no hay una alta densidad de zorros en el coto, según sus «estimaciones» o la de estudiosos biólogos que los han censado con cámara de fotos o mirando caquitas.

Efectos perniciosos de la alta población de zorro

Prácticamente, toda la Comunidad de Madrid tiene superpoblación de zorros, igual que la mayor parte de España; sin embargo, tenemos que «soportar» muchas veces este tipo de informes, lo que sólo prueba la desidia, el desconocimiento o, simplemente, la filosofía de estos señores que se tienen por muy ecologistas y que flaco favor están haciendo al medio natural con sus imposturas.

El zorro es un depredador generalista y dominante donde no exista el lince. Es decir, es capaz de ocupar cualquier biotopo y permanecer en el mismo con altos números poblacionales, porque puede adaptarse a cualquier tipo de alimentación y su comportamiento es el de un depredador dominante; esto es, quiere eliminar totalmente al resto de depredadores, de forma que los desplaza o reduce sus poblaciones a la mínima expresión, porque esa es su genética y su papel, si se le deja hacer, simplemente ocupa su nicho casi totalmente.

Hay que entender, por tanto, que el zorro, precisamente, tiene altas densidades poblacionales como arma para perpetuar su especie y para el control total de su nicho, lo que repercute en una drástica disminución de la calidad del hábitat para el resto de especies depredadoras y una mengua de la biodiversidad. Pero su efecto pernicioso no lo es solamente a escala del eslabón de los depredadores.

El zorro, al igual que su primo mayor, el lobo, es un depredador insaciable, no le basta con matar lo que necesita para mantenerse vivo. El zorro sale de caza cada día y mata todo lo que se encuentra a su paso; cuando se sacia, sigue matando y enterrando su presa en previsión de épocas de vacas flacas. Personalmente, he visto un zorro matar un conejo, irse a enterrarlo y, acto seguido, ir directamente a matar otro.

Hay que entender el tipo de depredador del que estamos hablando. En la mayor parte de España sólo el águila real o el búho real pueden matar algún zorro, pero, a pesar de ser ambos superdepredadores, no tienen ninguna capacidad de control sobre la población de zorros; de hecho, he comprobado como el zorro campea tranquilamente bajo una pareja de búhos reales y, en cambio, cuando un zorro ve a un búho real en el suelo o cerca, no duda en ir a atacarle para forzarle a huir de su terreno.

Los resultados del efectivo control de la población

En las últimas dos temporadas hice el experimento de controlar la población de zorros únicamente en una zona de unas 150 hectáreas. En esa zona he abatido unos 70 zorros, unos números impresionantes, ¿verdad? Pues esa población, que al inicio de mi control andaría en torno a un zorro cada 3 o 4 hectáreas, no les parecía excesiva a los técnicos de medio ambiente ni a muchos agentes medioambientales. ¿Increíble? Sí, pero no por ello menos cierto.

He abatido unos 70 zorros actuando sólo en la época de desveda general, pero he estado controlando la población de día y de noche durante todo el año, por lo que, además de aprender mucho sobre estos animales, tengo unas estimaciones directas de la población y de los efectos de mi control sobre ella.

He estado en el campo continuamente, como están muchos guardas de campo en España y saben lo mismo que yo voy a contar ahora. No he puesto cámaras ni he contado caquitas. He pasado horas y horas vigilando y contando.

Cuando comencé el control había un zorro cada 3 o 4 hectáreas. En cuanto caía la noche, te sentabas y podías ver fácilmente 8 o 10 ejemplares en unas pocas horas. Tal densidad hacía imposible la persistencia en el coto de pequeños depredadores y afectaba enormemente a las poblaciones de conejos, perdices, corzos y otros muchos animales. Al principio era fácil avistar una decena de zorros en cada zona de control; ahora, lo normal es ver uno o dos.

Los resultados

Como el zorro se adapta a todo, el control se ha realizado de día y de noche, ocurriendo la mayoría de las capturas en la noche al ser un depredador fundamentalmente nocturno, aunque caza durante todo el día.

A día de hoy, después de dos años de control sobre esta pequeña parte del coto, ha ocurrido lo siguiente:

La población de zorro ha bajado sobre un 80%, la población de conejos y perdices ha aumentado notablemente, prácticamente se ha doblado, lo que ha hecho posible la mejora del hábitat a efectos de la cadena trófica y, con ello, la entrada de los depredadores especialistas que estaban siendo desplazados, tanto por falta de comida como por exceso de competencia.

 

La población de corzo también está en aumento y ya se ven hembras con dos crías, cuando antes incluso se veían muchas sin cría, habiendo yo mismo presenciado, al menos, un ataque de una pareja de zorros a una corza con su cría, en la que un zorro hostigaba a la madre mientras el otro mataba a la cría. Tras el control he podido comprobar el asentamiento en el terreno de una segunda pareja de búhos reales (antes sólo había una), así como de dos parejas de gato montés (anteriormente inexistentes) y la aparición de multitud de rapaces diurnas y nocturnas que antes no había, en particular, águila imperial, real, culebrera, perdicera o azor.

Todo ello se ha debido, indudablemente, a la gestión realizada sobre el zorro; es decir, haciendo un control con una presión inicial muy fuerte y luego limitándose al control constante, aunque menos intenso. El «hueco» dejado por el zorro se ha cubierto con otros depredadores más especialistas, lo que ha aumentado la biodiversidad y el valor ecológico del monte.

Y, es más, no sólo no han venido zorros de los alrededores a ocupar el territorio en control poblacional, sino que la intensidad alta del control inicial, unido a las grandes zonas de campeo que tiene el zorro (está comprobado que andan kilómetros cada noche), lo que ha propiciado es que también se ha rebajado la densidad de zorros en las áreas colindantes al control. Y esa es la realidad práctica comprobada, no son teorías ni teoremas.

De la ecología histórica o cómo el zorro se convirtió en dominante

En definitiva, hay que tener unas mínimas nociones de «ecología histórica» antes de lanzarse a declararse uno a sí mismo «ecologista de convicción» y, por lo tanto y de forma ineludiblemente intrínseca, supersabio en conocimientos incontestables, sobre todo a la hora de escribir sandeces en las redes sociales al respecto de cualquier cosa.

El medio natural no puede ser abandonado por el hombre porque ello supondría una debacle de dimensiones bíblicas (incendios, epizootias, desequilibrios poblacionales). Tenemos que seguir interviniendo los hábitats, es nuestra responsabilidad; pero en el sentido de mantener o ampliar su biodiversidad y su perpetuación, lo que no es en absoluto incompatible con la existencia de algún tipo de beneficio económico en la explotación de los recursos renovables en general. Basta ya de populismos cosmopolitas.

Hace poco leí que la Comunidad de Madrid pretende soltar linces para recuperar las poblaciones que una vez tuvimos. No cabe duda de que tenemos un biotopo excepcional en muchas zonas de la Comunidad para que el lince pueda volver a campear, pero hay que tener esas mínimas nociones de «ecología histórica» de las que he hablado antes.

Los años ochenta vieron la debacle final de nuestras poblaciones de lince madrileño y ello fue debido a la devastación que la entrada de la mixomatosis produjo en las poblaciones de conejo.
A partir de ese momento, el zorro quedó libre del control del único superdepredador que puede controlarle de forma efectiva, aparte del hombre. Y, desde ese instante, el zorro se preparó para evitar la vuelta del lince, águila imperial o cualquier otro depredador especialista que pueda competirle. Su estrategia es clara: ocupar él solo todo el nicho de los depredadores.

Si soñamos con volver a tener una población sana de linces en Madrid, lo primero es darles el espacio necesario. No sólo deben existir muchos conejos, sino que, además, debe tener espacio en su nicho, no puede ser que cada noche tenga que competir con diez zorros en su zona de campeo, porque desistirá… Necesita su «hueco», tal como dice nuestro querido José Mota: «Tú, dame hueco…».

La indelegable necesidad del control del zorro

Por tanto, las poblaciones de zorro deben mantenerse al mínimo para que otros depredadores, incluso el lince ibérico, puedan volver a entrar en el biotopo con éxito.
Una vez que el equilibrio se haya restablecido, el superdepredador especialista competidor del zorro podrá ejercer su papel de control sobre el raposo, pero, de entrada, no se le puede dar tanto trabajo. Sin duda, preferirá seguir cobrando el paro o las subvenciones del gobierno, antes que tener que trabajar tanto por un plato de comida (supongo que este símil lo entenderán mejor los «ecologistas de convicción»).

Por favor, es necesario que a los verdaderos técnicos (no pseudopolíticos) y gestores del campo, alejados de todo populismo barato y conocedores del medio y de cómo compatibilizar su aprovechamiento con el incremento de la biodiversidad, se les deje trabajar.

Antes de meter el dedo en el ordenador para redactar sandeces que luego se puedan leer por doquier en redes, insto a todos estos «ecologistas de convicción» a que piensen si no habrá algún otro lugar más apropiado donde meterse el dedo, que igual no lo tienen muy lejos.

Esta sociedad parece haber perdido el rumbo y se centra en escuchar a quien más grita y no a quien más sabe; si no se cambia el rumbo de esta sinrazón acabaremos muy mal, que mal ya vamos…

El zorro debe controlarse, esta gestión es clave para aumentar la calidad de los hábitats en España; no hacerlo es lo que es una irresponsabilidad ecológica y un grave perjuicio a nuestros ecosistemas.

Alberto Monje.

Ingeniero de Montes.

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