Rececho de Íbice persa del desierto

Precisamente por el hecho de ser considerada una especie cinegética propia, y no una subespecie, el íbice persa del desierto se ha convertido en un gran atractivo para muchos cazadores, que viajan hasta el este de Irán, en su límite con Afganistán, para intentar abatirlo. Y eso es lo que hizo el autor de esta crónica, quien nos relata de su puño y letra esta emocionante aventura en pos del ansiado trofeo.

Antes de mi viaje recibí varias noticias, confirmadas por hechos, del cierre de la caza en ese país, o al menos de la inexistencia de licencias para realizar cacerías contratadas y pagadas a través de compañías de sobrada reputación y solvencia.

De hecho, recibí en casa, varias llamadas de cazadores y agentes advirtiéndome de la inexistencia de licencias, descubierta en algún caso por el desafortunado cazador a su llegada a Irán. Casos hubo de permanecer en Teherán una semana, y hasta diez días, a la espera de que su agente de caza o el outfitter local obtuvieran licencia para cazar la especie contratada y pagada con meses de anterioridad. Aburridos de esperar se volvieron a casa con sensaciones diversas, entre las que estaba el sentimiento de haber sido engañados.

Es más, en el aeropuerto de Teherán, a mi llegada, encontré a dos amigos norteamericanos despachando sus armas para salir del país, con un berrinche de campeonato, desesperados tras diez días de infructuosa reclusión en el hotel, esperando a que sus licencias fueran obtenidas por la agencia de caza que les había vendido el safari.

Ibice-persa-autor-Teherán

Teherán capital de Irán

 

MÁS VALE PREVENIR……

En prevención de cualquiera sorpresa, antes de salir de España confirmé telefónicamente con mi agente local que disponía de las licencias de caza a mi nombre y, conforme al programa previsto, me presenté en Irán para cazar los cuatro animales contratados: los carneros de Armenia, Kerman y Laristan y la cabra persian dessert ibex, cada uno de ellos en reservas de caza diferentes y muy alejadas unas de otras.

Por razones logísticas comencé por el carnero de Armenia, seguí con la cabra persa del desierto y a continuación con el carnero de Kerman, dejando para el final el de Laristan por concurrir un hecho muy importante.

Poco antes de mi partida solicité a Esrafil Shafiezade, gerente de Iran Jasmin Co, que tratase de obtener licencia a mi nombre para cazar la diminuta gacela jabir o de Kennion, por coexistir con el carnero de Laristan en la zona donde se caza el borrego.

Prometió hacer las gestiones necesarias, que inició inmediatamente, pero que a mi llegada a Teherán todavía no habían dado fruto. Por ello, para dar más tiempo a que fructificaran sus esfuerzos, planificó mi cacería dejando para el final mi visita a la provincia de Hormozgan, en el Golfo Pérsico, donde iba a cazar el carnero de Laristan y, eventualmente, la gacela de Kennion, si conseguía la licencia.

Al iniciar mi tercera etapa, en la provincia de Kerman, Iran Jasmin Co me dio la alegría de confirmar la obtención de la licencia para la gacela de Kennion, por lo que podría intentar la caza de una quinta especie sin que en ningún momento hubiera existido duda sobre la veracidad de disponer de todas las licencias según el contrato.

La profesionalidad y seriedad de esta empresa fue, sin género de dudas, modélica y supo cumplir su palabra y aun excederse consiguiendo una licencia adicional en un ambiente enrarecido en el que sus competidores no supieron o no pudieron cumplir sus compromisos.

Parece ser que la causa fue un cambio en el Departamento de Medio Ambiente de Irán, donde sustituyeron recientemente a su máximo responsable, y el recién llegado redujo la cuota fijada en años anteriores para cazadores extranjeros y delegó en las provincias el otorgamiento de licencias en sus respectivas jurisdicciones.

Por ello la reducción de cupos dejó a ciertas orgánicas en situación de overbooking, ya que habían vendido cacerías pensando en que se respetarían por las autoridades de Medio Ambiente las cuotas asignadas a cada especie en años anteriores. Este recorte las obligaba a necesariamente incumplir parte de los compromisos adquiridos, enfrentándose además con una problemática adicional en las provincias, cuyas autoridades de Medio Ambiente no conocían la mecánica para expedir las licencias ni disponían de medios para ello.

A POR EL ÍBICE PERSA DEL DESIERTO 

Concluida mi cacería en la isla del Lago de Urmia, donde abatí un magnífico carnero de Armenia, regresé a Teherán para recoger otras licencias de caza y proseguir por carretera hasta las montañas de Shaskuh, en la provincia de Khorasand del Sur, al este del país, cercana al borde con Afganistán, para cazar el íbice persa del desierto (Capra aegagrus ssp).

El autor con un carnero de Armenia

Esta era una nueva subespecie de cabra, añadida a la lista de especies cinegéticas por OVIS, la organización americana promotora de la caza de animales de montaña, principalmente carneros y cabras.

Hasta ahora todas las cabras cazadas en Irán eran consideradas de la subespecie de bezoar, o passang, como siempre fueron denominadas en Europa, continuando como tales en las montañas hacia el oeste en toda la península de Anatolia. En las montañas situadas al sudeste de la gran meseta iraní, en territorio de Baluchistán, actualmente parte de Pakistán, se encuentra otra subespecie de íbice, el de Sind, muy parecido al bezoar, pero de coloración más clara y de menor tamaño.

UNA ESPECIE CINEGÉTICA PROPIA

La descripción que hace GSCO (Ovis) para conceptuar a la denominada persian desert ibex (Capra aegagrus ssp) como especie cinegética por sí misma, diferenciada de otra subespecie, es la siguiente:

Ubicación: Irán este-centro.

Descripción: Esta categoría fue añadida a la lista del “Capra World Slam” en 2006. Este íbice ha sido clasificado anteriormente como un íbice de Bezoar. Generalmente, pesa considerablemente menos que el Bezoar porque se le encuentra en las regiones desérticas de Irán. GSCO lo considera como una transición entre el Bezoar del oeste y el íbice del Sind en el este, espécimen circunscrito solo a Pakistán.

Por el momento, los límites serán considerados en las zonas de desierto al este de las ciudades de Qom, Yazd, Kerman y Bandar-e Abbas. Para mayor claridad, si trazásemos una línea desde Qom a Yazd continuando hasta Kerman (toda ella en dirección sudeste), y desde el sur de Kerman hasta Bandar-e Abbas, tendríamos los límites aceptados actualmente. Cualquier íbice situado al este de esa línea imaginaria será considerado como íbice persa del desierto, según esta descripción.

Respecto de la frontera por el norte, generalmente será el desierto al sudeste de Teherán y la ciudad de Semnan. Las fronteras mencionadas son tentativas, y pueden ser movidas ligeramente en una u otra dirección dependiendo de grupos aislados de íbices del desierto.

Con grandes dudas, pero deseando conocer por mí mismo si existían diferencias apreciables entre las bezoar y las del desierto, conseguí una licencia a través de Iran Jasmin Co y me encaminé al distrito de Khorasand en busca del nuevo íbice iraní.

Salí en el coche de Hassan, conductor y guía de caza también en la primera etapa, acompañado del cocinero, Jafar, que con tanto esmero había preparado mis comidas en Urmia. Pero cuando llevábamos dos horas circulando (todavía sin salir de la ciudad de Teherán por el tráfico endiablado en esa urbe), me di cuenta de que no había retirado mi pasaporte en el hotel, donde tuve que dejarlo al registrarme, y tuvimos que dar la vuelta para reclamarlo.

Un trastorno lamentable, sobre todo en ese cargante tráfico de la capital, pero lo recogí y reemprendimos el viaje, llegando a las 1:00 horas a Sabzevar, donde me instalé en un hotel para pasar la noche. No recuerdo su nombre, pero procuraré evitarlo si tengo ocasión.

Dormí bien, a pesar del ruido de la carretera, pero dentro de mi saco, sobre la cama, por si acaso, pues aquello no parecía muy limpio, y naturalmente no tomé una ducha ni utilicé el inodoro, que era de modalidad “a la turca” con la jarra especialmente diseñada en sustitución del papel higiénico.

De buena mañana proseguimos el viaje hasta Qa’en, ciudad donde hicimos el papeleo de licencias con el Servicio de Wildlife, más la compra de víveres en varias tiendas, y seguimos hasta la reserva de caza, que ocupa la cadena montañosa de Shaskuh.

Como ya me habían advertido en Teherán, iba a compartir área de caza con un cazador canadiense, pero no sabía que tendría que compartir cuarto con él, ya que el refugio de caza tenía una sola habitación para clientes. A él, que había llegado unas horas antes que yo, también le sorprendió, pero deportivamente me esperaba ya en la habitación que íbamos a compartir.

Esta casa de cazadores, cerca del pueblo de Esfedán, era muy parecida a otras que fueron construidas en tiempo del Sha Phalevi en las reservas, buenas para la época pero a las que el paso de los años va dejando marcadas. He estado en varias de ellas y a todas les pasa lo mismo.

El cuarto estaba limpio, tenía estufa y dos camas, además de un aseo que lamentablemente no invitaba a ser utilizado. Una pequeña habitación con la ducha (sumidero en el suelo) y el WC, uno de los de taza turca en el suelo, que me prometí no utilizar mientras hubiera campo.

Construcción típica de la zona

 

¿TENDRÍA SUERTE TRAS EL MADRUGÓN?

Recibimos la visita protocolaria del jefe de la reserva, Hamid Saleli, muy cumplido y acompañado por cuatro o cinco acólitos. Tuvimos una breve charla muy simpática y, según su costumbre, dijeron que volverían para visitarnos al día siguiente. Cuando se fueron cenamos en nuestro cuarto, sentados en el suelo, según el rito local, pero afortunadamente nos pusieron cubiertos y platos.

Al día siguiente salí, todavía de noche, a las 5.45 horas, en un coche Nissan Patrol de la “orgánica”, conducido por Mahmud, sobrino de Esrafil, y acompañado de mi guía Hassan y del guarda de la reserva, Askari.

Subimos en coche por un camino de sierra hasta donde estaban las ruinas de un pueblo, arrasado por un terremoto que hubo hace pocos años. Por el camino vimos íbices que se asomaban desde los riscos al ruido del coche.

Salimos caminando por terreno duro, de fuerte pendiente, ascendiendo rápidamente, aunque sin perder el resuello. A las 7.30 horas fallé un íbice persa del desierto, a unos 250 metros, que estaba con otros machos y alguna hembra (el celo estaba en su apogeo) y habían huido de nosotros. Los alcanzamos al dar un recodo del torrente seco por el que subíamos. Esperé la típica paradita… pero fallé estrepitosamente, por lo fácil y por el trueno ruidoso que el Christensen produce cada vez que dispara.

Continuamos subiendo por el barranco de canto rodado y peña limada, por el agua, hasta un punto en el que terminaba y seguimos ascendiendo por roca pelada hasta la cresta. Después continuamos subiendo y bajando sierras y oteando durante unas horas, con gran esfuerzo físico, principalmente por la pendiente del terreno que hacía difícil guardar el equilibrio, y por haber mucha zona de piedra suelta donde, por la pendiente, era difícil no resbalar y despeñarte.

A eso de las 9.00 horas vimos dos grupos de machos y alguna hembra en pleno celo. Ambos grupos estaban lejos, como a un par o tres de kilómetros, muy por debajo de nuestra cota y atravesando unos barrancos infranqueables. No obstante, decidimos ir a por uno, pero antes sugerí a Hassan echar una mirada del lado oeste, donde todavía no habíamos mirado, por si hubiese algo. ¡Fortuna!

Relativamente cerca, a 1.350 metros, encontramos otro grupo que parecía estar en un lugar accesible. Increíblemente mis prismáticos leyeron la distancia, supongo que por la excelente visibilidad que había.

ERA EL MOMENTO 

Un total de cinco machos, en torno a unas pocas hembras con dos crías, estaban situados del otro lado de un barranco, en una ladera rocosa, aproximadamente a nuestra altura. Dejamos a Mahmud con las mochilas y comencé la aproximación en compañía de mis dos guías.

Fue un trabajo penoso y peligroso hasta más no poder. Varias veces estuvimos a punto de renunciar, pero seguimos, intentando tres veces medir distancia y buscar disparadero, pero las distancias seguían siendo imposibles. Finalmente llegamos a situarnos a 410 metros del mejor de los machos, que estaba echado, atravesado, mirando a la derecha y mostrando cabeza y casi todo el cuerpo.

Ibice-persa-2Sentado, pues no podía tumbarme por la configuración del terreno, extendí las patillas del bípode, pero no encontraba posición para el disparo. Tuve que extender algo más la patilla de la derecha para compensar el desnivel del suelo, apoyé el codo derecho en la rodilla y disparé. ¡Fallo y desbandada general!

Rectifiqué, pero no podía encontrar a “mi” macho en aquel lío… Y como se alejaban corriendo, metí en la cruz al que encontré y le seguí hasta la consabida paradita y le disparé, alcanzándole y derribándole.

Resultó ser un gran ejemplar de ocho años y una cornamenta buena, pero con una de las puntas, la derecha, ligeramente rota. Un examen detenido de la cabra no me sirvió para determinar que se tratase de una especie distinta de la bezoar que abatí en la Reserva de Gamesloo, en Irán, cerca de Isfahan, o de la bezoar turca, que cacé en Bingöl, en el Kurdistán.

Quizás sea más pequeña de talla, pero en ello pueden influir razones climatológicas o del hábitat donde se encuentran, nunca explicaciones como las proclamadas por OVIS. Para mí es la misma especie, pero que por intereses comerciales se ha predicado como animal diferente.

La hicimos las fotos, la evisceraron y descendimos hacia donde habíamos dejado el coche por la mañana, un pueblito destruido por un terremoto, donde lo más destacable era un monumento a un militar muerto en la guerra con Irak, al que trataban de héroe. Más tarde vi en ciudades recordatorios semejantes de héroes caídos en esa guerra.

Poco antes de llegar, y ya casi de noche, encontramos al jefe de la reserva, Hamid, y seis acompañantes que esperaban para celebrar conmigo el éxito de la cacería. Estaban muy contentos por el resultado, pues el otro cazador canadiense también había logrado su objetivo, así que de dos licencias (únicas para el año en la reserva) habían conseguido los dos trofeos.

UN FINAL PARA ENMARCAR 

Terminada la cacería, con una nevada caída durante la noche, de buena mañana salí en coche, con el compañero canadiense, hasta Qa’en para hacer la parada protocolaria en la oficina local de Wildlife, donde estuvieron muy atentos y obsequiosos durante la firma de los documentos de la cacería. A continuación fuimos en los coches hasta Birjand, capital de la provincia de Khorasand del Sur, a despedirnos de Hamid Salehi.

Nos explicó que donde hemos cazado no es en realidad todavía una reserva de caza (por ello todavía hay ganado doméstico), sino una Protected Area. Tiene 70.000 hectáreas y hay, además de íbices (persian dessert), gacela subguturosa, gato (sand cat) y urial (en Darmyan).

Ahí es donde algunos agentes de caza y outfitters pretenden llevar a cazadores incautos para cazar el urial del Transcaspio, que actualmente está protegido en sus zonas originales. Según Hamid, el urial que se encuentra en esta zona es en realidad un urial afgano, pues además de tener la barba blanca (como el blanford y el afgano), han realizado pruebas de ADN en Alemania que indican concluyentemente que se trata de un urial afgano sin ningún género de dudas.

Concluida esta cacería, continué el viaje en coche hasta la ciudad de Kerman, atravesando todo el desierto de Lut, para proseguir con la caza del carnero de Kerman.

Carnero de Kerman

Conseguido éste, me trasladé a Bander Abbas en pos del carnero de Laristán y de la gacela de Kennion, antes de finalizar mi viaje por Irán, que en esta ocasión me ocupó 24 días, recorriendo en coche más de 4.000 kilómetros y sin catar una sola cerveza, obligado por la Ley Seca que te imponen en el país.

Ibice-persa-principal-gacela-de-kennion

Gacela de Kennion

¡Mi hígado les quedó muy reconocido! •

José Madrazo

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

RESPONSABLE Ediciones Trofeo S. L - CIF B86731221 - Ediciones Trofeo
CONTACTO C/Musgo nº 2 Edificio Europa II-1D . 28023, Madrid (Madrid), España
Tel. 91 805 35 52 - Email: [email protected]
Puede ponerse en contacto con nuestro Delegado de Protección de Datos en el
email [email protected]
FINALIDADES Gestión de las solicitudes de suscripción recibidas a través de nuestra página web, envío de
comunicaciones comerciales, promocionales y de información de nuestros productos y/o servicios .
LEGITIMACION Consentimiento explícito del interesado ; Existencia de una relación contractual con el interesado
mediante contrato o precontrato
CONSERVACIÓN Gestión clientes : Durante un plazo de 5 años a partir de la última con{rmación de interés. Los datos
personales proporcionados se conservarán durante los plazos previstos por la legislación mercantil
respecto a la prescripción de responsabilidades, mientras no se solicite su supresión por el interesado
y ésta proceda, y mientras sean necesarios -incluyendo la necesidad de conservarlos durante los
plazos de prescripción aplicables-o pertinentes para la {nalidad para la cual hubieran sido recabados
o registrados
DESTINATARIOS Gestión clientes Ecommerce (suscripciones): Administración Tributaria ; Bancos, cajas de ahorros y
cajas rurales
Gestión clientes: Administración Tributaria ; Bancos, cajas de ahorros y cajas rurales ; Administración
pública con competencia en la materia
TRANSFERENCIAS INTERNACIONALES No realizamos transferencias internacionales de sus datos
PROCEDENCIA Suscriptores a la revista: El propio interesado o su representante legal . La vía principal de
suscripción son los formularios de nuestra página web.
DERECHOS Usted tiene derecho acceder a sus datos, recti{carlos, suprimirlos, limitar u oponerse a su tratamiento,
a su portabilidad, a no ser objeto de decisiones automatizadas, a retirar su consentimiento y a
presentar reclamaciones ante la Autoridad de Control (Agencia Española de Protección de Datos).
Más información en nuestra https://trofeocaza.com/politica-de-privacidad/ o
[email protected]

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.