Me envía mi hermano Luis el enlace con una noticia que publica el diario asturiano La Nueva España, cuyo titular dice lo siguiente: «Este es el sorprendente número de lobos muertos en los Picos de Europa en controles y batidas desde 1986». Posteriormente, subtitula: «El parque nacional es un muerto viviente, un sumidero de biodiversidad», claman los ecologistas, que denuncian «el fracaso de la figura de protección».
Tengo a La Nueva España por un periódico serio, entre otras cosas porque mi hermano escribe allí sobre arte. Es el periódico con mayor distribución del Principado y el noveno (de los impresos) en España. Así que, conociendo la actitud pro-lobera de Luis, me dispuse a leer un artículo en el que se explicara el porqué de la disminución de la población del cánido en dicha zona. Pero al leer el contenido, me entristeció ver que expresaba exactamente lo contrario de lo que daba a entender el titular.
LNE se marcó una exclusiva importante, un scoop que dicen los plumillas en su jerga, al dar a conocer un informe que un especialista del Parque elaboró a finales de 2021 y que no se había hecho público. La veracidad del documento se da por descontada. En dicho informe, se señala que desde 1986 se han abatido casi 200 lobos en el Parque Nacional de los Picos de Europa. Ignacio Martínez, presidente de Ascel, promotor principal de la protección integral del lobo al incluirlo en el LESPRE, es el que expresa el primero, y sin réplica de los ganaderos de la zona, su disgusto por este gran «fracaso».
La mayoría de la gente que lee un texto periodístico no pasa de las primeras líneas (y cada vez esto va a peor). En este caso concreto, si no hubiésemos leído el texto íntegro, nos hubiéramos perdido la siguiente, y muy interesante, información: en 1995 había dos manadas en Picos. En 2001, se duplicaron. En 2003, ya eran seis. Y en 2021, se contabilizaron siete. ¡Siete! El autor del informe calcula que, con una media de 8 o 9 lobos por manada, habría entre 56 y 63 ejemplares en el Parque. Otros autores han publicado que las manadas españolas tienen de media 4,5 ejemplares, por lo que, en el caso más pesimista, tendríamos unos 30 lobos en total. Si le decimos a cualquier ganadero o cazador de la zona que sólo hay una treintena de lobos campeando por allí, nos toman por tontos, pero hay que intentar ser objetivos y dar todos los datos posibles.
Estas manadas, o las que hubiera en cada época, mataron algo más de 7.000 cabezas de ganado en esos 35 años, la mayoría ovejas o cabras. El técnico que realizó el informe expone que se aprecia «un claro descenso en el número de daños y, por lo tanto, de ataques, tras las extracciones de lobos más significativas efectuadas en el período estudiado». También indica que, con una extracción media anual del 20 % de la población del Parque Nacional, el área de campeo y distribución de la especie «ha ido aumentando paulatinamente a la par del aumento en el número de camadas y en el número de ejemplares».
En resumen, que una extracción controlada reduce los daños al ganado e impulsa el mantenimiento o el aumento razonable de la población lobuna, y con ello, la aceptación del Canis lupus signatus entre los humanos con los que cohabitan en esas tierras.
A pesar del poco afortunado titular, LNE nos ha proporcionado una información muy valiosa para discernir qué podemos hacer para gestionar a los lobos ibéricos en el presente y en el futuro. Les recomiendo leer el artículo entero, porque tiene mucha miga.
El técnico que hizo el informe nos deja claro que lo que se había venido haciendo hasta ahora era razonablemente correcto. Como en casi todas las cosas de la vida, se trata de encontrar un punto intermedio entre los que consideran que el lobo es un bicho sagrado, como las vacas de la India, al que hay que proteger incluso con la desaprobación de los que viven con él, y los que piensan que es un ser maligno, descendiente del demonio, al que hay que exterminar a toda costa.
Fernando Feás Costilla.