Llegan los atardeceres del final del verano, las noches frescas y las primeras lluvias aisladas. El reloj biológico de ciervos y gamos les marca la hora de volver a bajar de las sierras al encuentro de las hembras. ¡Arranca el espectáculo de la berrea y la ronca!
Se trata de una de las citas fijas en el calendario con la belleza de la naturaleza. Un despliegue de fuerza contenida, agresividad desafiante, genética e instinto que se aúnan cada año en nuestras sierras y valles.
La caza de ciervos y gamos en esta época aúna la resiliencia del rececho con la paciencia de los aguardos. Ver sin ser visto, saber esperar el momento idóneo, situarse a la distancia adecuada, afrontar el disparo con calma y soportar la tensión del momento.
Quizás el consejo más valioso que me han dado para afrontar este tipo de disparos es saber valorar la oportunidad y sólo disparar a la distancia adecuada para cada persona. Esto implica una serie de pasos importantes.
Lo primero es emplear un calibre adecuado para este tipo de lances. Realmente, hay unos más apropiados que otros, pero muchos son válidos, aunque cada uno tiene sus límites de distancia óptima.
Habitualmente los rifles son centrados a la distancia de cien metros, pero rara vez realizamos el disparo a esta distancia, situándose, normalmente, entre los ciento cincuenta o los doscientos metros, por regla general. Para saber la caída de la bala a esta distancia observaremos las tablas balísticas de cada fabricante y, si bien hay calibres potentes muy usados en España que contemplan caídas muy razonables, en torno a los 5 centímetros a doscientos metros, también los hay que pueden tener caídas de diez o quince centímetros a esa distancia y en un disparo bajo pueden resultar en fallo o en dejar al animal malherido.
A mayor distancia, aparecen mayor número de variables que tienen más efecto sobre el disparo: ya no sólo se trata de la caída natural de la bala, sino también del viento que afectará más al proyectil en el tramo del vuelo donde la bala vuele más lenta (llegando al objetivo).
Emplearemos para la caza la misma punta y bala con la que hemos centrado el rifle. Esto, aunque sea el mismo gramaje, es muy relevante cuando realicemos disparos un poco más largos.
Yo mismo he comprobado que, una vez centrado un rifle a cien metros con una bala concreta, al cambiar de marca, aun con el mismo gramaje de proyectil, este puede impactar muchos centímetros por encima o por debajo del punto de impacto del otro proyectil. Al alargar la distancia, esta divergencia es aún mayor.
Con el rifle perfectamente centrado, y la confianza que esto nos supone, eliminamos incertidumbre al lance.
Precisamente, en el momento previo al lance, buscaremos un lugar lo más cómodo posible hasta encontrar una postura natural dentro de lo que nos permita el entorno. Si estamos dentro de la distancia en la que estamos cómodos, se trata de centrar la cruz aplicando las correcciones oportunas en el punto de impacto y regular los aumentos al punto adecuado donde tengamos la visión más clara posible (esto no siempre implica el máximo número de aumentos).
Si disponemos de torreta balística, aplicaremos los clics necesarios que nos resulte de la distancia marcada en el medidor de distancia. Es importante asegurarnos que tenemos nuestro ojo perfectamente centrado en el visor y no observamos ningún borde interno del visor, «efecto túnel», ya que esto hará que fallemos el disparo.
En cuanto a dónde «colocar» el disparo, mi recomendación es buscar, siempre, asegurar el abate. Esto implica que, en función de la zona del disparo, hay objetivos mayores y que resultan más fáciles (como hombro/paleta) y objetivos menores que implican mayor precisión y que, siendo letales, no perdonan errores (por ejemplo, el cuello).
La berrea o la ronca son experiencias únicas de caza donde se aúnan multitud de claves que las convierten en la esencia de la caza: la detección, la identificación, el acercamiento, la preparación del lance, el disparo y la recogida de carne y trofeo.
Joaquín de Lapatza.