Esta especie de ungulados de alta montaña, el rebeco, es el principal representante de una subfamilia diferente de óvidos y caprínidos que se caracterizan por la presencia de una glándula supra occipital encargada de regular los niveles de testosterona durante el celo en los machos y, en las hembras, de equilibrar los niveles de andrógenos y estrógenos durante la pubertad, atrofiándose al llegar a la etapa adulta.
Durante el **Plioceno se desplazan obligados por las glaciaciones, ocupando las cadenas montañosas más meridionales. Los diferentes grupos de investigadores aceptarán incógnitas todavía sin resolver en las relaciones filogenéticas entre los diferentes géneros, diferenciando dos especies de Rupicapra, separando las formas alpino-asiáticas (Rupicapra rupicapra) del rebeco de los Pirineos, la cordillera Cantábrica y los Apeninos (Rupicapra pyrenaica).
El aumento de las temperaturas, debido al cambio climático gestado en los últimos once mil años, hace quedar las diferentes subespecies circunscritas a las cadenas montañosas más o menos como las conocemos hoy día.
**El Plioceno: es la segunda y última serie y época del Neógeno en la escala temporal geológica. Sucede al Mioceno y precede al Pleistoceno (primera época del Cuaternario). Comienza hace 5,33 millones de años y finaliza hace 2,59 millones de años.
Preciosa foto de rebecos en las cumbres
Rebecos cantábricos
Se han generado en las últimas décadas multitud de controversias en cuanto a la categorización de las diferentes subespecies existentes. Modernamente, mediante las técnicas de secuenciación masiva, se han podido resolver todas las interrogantes filogenéticas entre los diferentes clados de Rupicaprinidos. Tras analizar el ADN mitocondrial de las diferentes poblaciones, se ha podido concluir que sólo existen ocho subespecies, desestimándose R. rupicapra cartusiana que corresponde a una translocación de rebecos de los Apeninos. Esta supuesta subespecie en el CIC Caprinae Atlas of de Word duda que deba ser individualizado y no está admitida por C. Culminum Magister. Ni para el Atlas la individualización de R. rupicapra tatrica, ya que antes de la Guerra Mundial se incluía como la de los Cárpatos y al extinguirse se repobló con ejemplares alpinos.
Grupo de rebecos en el macizo central de picos de Europa. Foto del autor
Por tanto, nuestro protagonista tiene su área de distribución en la verde cordillera que se extiende desde los confines de las montañas gallegas en su zona occidental hasta el parque de natural de los Collados del Asón, límite de distribución oriental de la población del rebeco cantábrico. Es la más pequeña de las subespecies, tanto en su complexión anatómica como en su trofeo.
Especializado a los ambientes alpinos, ha perfeccionado su metabolismo a bajas proporciones de oxígeno; su sangre contiene 12 millones de glóbulos rojos por mililitro cúbico y su corazón tiene un peso de 350 gramos, comparado con los humanos hombres y mujeres, respectivamente, cuya sangre contiene 4,8 y 5,4 millones de glóbulos rojos por ml3 y un corazón de 280 gramos, lo que nos puede dar una idea de su resistencia.
En el año 1995 se censaron en la cordillera Cantábrica 20.165 rebecos, seguramente el cenit poblacional en toda la serie histórica. La expansión de la sarna afectó drásticamente a la zona central de la cordillera en las reservas de Reres, Riaño y Picos de Europa con una alta mortalidad, aunque parece que la población en los últimos años se tiende a recuperar en una cifra ideal en torno a los 18.000 ejemplares.
Rebeca aprovechando los ripios estivales. Foto del autor
La sarna como determinante en la variabilidad poblacional
Tenemos la experiencia de cómo ha afectado la sarna a las poblaciones de gamuzas en los Alpes. Esta enfermedad quedará como una enfermedad endémica, provocando picos de mortalidad en poblaciones densas. Es muy importante una correcta gestión poblacional mediante la actividad cinegética, sobre todo, evitando las masificaciones que no benefician al desarrollo correcto de la especie.
Sabemos por los estudios realizados durante los últimos años que la población afectada por esta epizootia disminuye a una tasa de mortalidad del 50 % durante los dos o tres primeros años, reduciendo su número hasta un 20 o 30 % del número inicial, y afectando más drásticamente a los machos, desequilibrando las poblaciones en favor de las hembras.
Actualmente, tenemos activo un foco de esta enfermedad en el macizo central de picos de Europa, con ramificaciones de presencia de positividad en individuos hacia la Reserva de Fuentes Carrionas y otras zonas adyacentes. Esta lacra ha afectado también a poblaciones de otros ungulados y carnívoros como lobos y zorros.
Las ganaderías que frecuentan los diferentes puertos para aprovechar los pastos de primavera y verano deberían ser objeto de un mayor control veterinario, pues algunos animales, después de pasar el invierno en cuadras insalubres, suben a la alta montaña con una dudosa gestión de control de parasitosis, siendo el vector de contagios indeseados a la fauna salvaje.
La caza más auténtica
La caza del rebeco es el paradigma de la caza más auténtica en esencia. La evolución de las poblaciones ha venido determinada por el contexto sociocultural que han vivido estas montañas desde finales del siglo XIX. Fue don Pedro Pidal con la colaboración inestimable de su amigo el rey don Alfonso XIII los principales instigadores de la conciencia proteccionista y valedores de la creación de los cotos reales. Estos primeros pasos que dimos los cazadores para preservar especies como el oso, el rebeco en los montes, del Cantábrico y otras especies como el macho montes en otras zonas de la península, fueron precursores de la creación más tarde de las reservas nacionales de caza que, finalmente acabaron transicionando a los actuales parques nacionales.
La ley de Parques Nacionales se presenta en el senado por Pidal el 12 de febrero de 1915 con tanto solo tres artículos; desde luego, en el espíritu de la propia ley no se mencionaba la total prohibición de la caza dentro del ámbito de estos acotados ni mucho menos la situación que recientemente se ha generado con la prohibición total de la caza dentro del Parque de Picos de Europa, donde los rebecos se han muerto por miles.
La caza deportiva-gestión es la única forma de controlar las poblaciones de ungulados salvajes, sin generar la hecatombe medioambiental que estamos sufriendo en los parques naturales por excesos poblacionales, como, por ejemplo, en Cabañeros, Monfragüe o la propia sierra de Madrid. Parece que no hemos aprendido nada de los sarnazos en Cazorla y Segura o en Sierra Espuña acaecidos décadas atrás.
Alfonso XIII con el resultado de una batida de rebecos en el chalet de los puertos de Aliva
Cazando rebecos
Mis primeras cacerías comenzaron hace casi cuarenta años, cuando empecé a cazar los rebecos con cazadores locales muy humildes que me pedían la carne de mis rebecos para llenar los pucheros y aportar carne a sus despensas. No pocas veces me vi inmerso en auténticas expediciones para bajar carne a los pueblos. En aquellos años las dificultades en los desplazamientos condicionaban mucho las cacerías. pues no había ni las carreteras ni las pistas forestales que se abrieron décadas más tarde. Recuerdo con auténtica nostalgia aquellas cacerías, así como el equipo del que disponíamos, nada que ver con la ropa técnica actual, armas, botas y otros elementos que utilizamos hoy día, como son la óptica o los medidores de distancia, por ejemplo, algo que con el tiempo se ha hecho imprescindible en los cazadores de montaña. Todavía conservo los prismáticos con los que empecé a cazar, que eran una «castaña».
En aquella época utilizaba monotiros en el calibre .222 Remington con proyectiles de punta hueca de 55 grains que me recargaba un amigo; pero más tarde cambié al calibre .243 Winchester que, por su manejabilidad y precisión, lo considero el calibre ideal para cazar rebecos. Los rifles con mecanismo de acción kipplauf (cañón roto) son superprecisos y, además, evocan las armas clásicas que se han utilizado en los Alpes. Se originaron en Austria al modificar las de avancarga y ponerlas de moda personajes históricos como el Archiduque Juan de Austria o el Emperador Francisco José I, ambos grandes cazadores de rebecos, ya que las consideraban las armas más éticas y efectivas por su precisión: cuando sólo tienes una bala en el arma, te tomas muy en serio la técnica en cada disparo.
Primer rebeco cantábrico del autor abatido hace 40 años
El monotiro BRNO en el .243 Winchester con el que he cazado durante treinta años, me empezó a dar problemas con el cierre y con el grupo de disparo, seguramente por el uso exigente al que le he sometido durante años, por lo que terminé por cambiarlo a otro monotiro marca Haenel Jaeger 9 en el mismo calibre con el que cazo actualmente.
Las poblaciones de rebecos antes de la sarna se encontraban en franca expansión a lo largo de toda la cordillera y algunas zonas eran una auténtica gozada, pues no era raro ver cientos de animales en una jornada de caza. Fui con los años haciendo una importante colección de trofeos, y las ansias por cazar de la juventud, donde valía cualquier animal, tornaron para convertirme en un cazador muy selectivo y exigente, para perseguir animales auténticamente longevos en el cenit de su vida. El tiempo me hizo mejor cazador y lo que más disfruto hoy en día es juzgar los animales antes de darles caza y, sobre todo, disfrutar con las entradas, arrimándome lo más cerca posible en los últimos instantes antes de dar caza al animal.
No estoy de acuerdo con las modas y con los tiros a larga distancia, así como con el empleo de las torretas balísticas. Disparar, que no cazar, a animales donde no te pueden ver, escuchar o sentir, tiene poco de caza. Ahí los límites y los listones los tiene que poner cada uno.
Tras el pico de mortalidad que produjo la sarna a mediados de los años noventa, las poblaciones vuelven de nuevo a expandirse, pero no creo que volvamos a masificaciones como las vividas hace décadas.
Durante muchos años estuve obsesionado por cazar rebecos con grandes trofeos, pero con los años me di cuenta de que no tenía ningún sentido agobiarme por centímetros más o menos. Finalmente tiré el metro y, desde ese momento, es cuando he conseguido la cosecha de mejores trofeos como cazador de montaña. Sobre todo, destacando la caza de las rebecas machorras de las que he conseguido algunos trofeos increíbles, como una rebeca de 22 años y muchas por encima de los quince años. En cuanto a los machos sabía que el destino me tenía que deparar alguna sorpresa y hace pocos años he conseguido mi mejor rebeco, con algo más de 95 puntos. Un rebeco que se ha convertido el sueño de toda una vida.
Un gran rebeco del cantábrico
Un montañés más
El rebeco seguramente era un pretexto para conocer todas las montañas del cantábrico, me quedé prendado de la rotundidad y de la belleza de los verdes colores de sus valles y de las cumbres calcáreas de sus picos. Y me convertí en un estudioso de las flores, los animales, los orígenes geológicos y minerales de estas montañas. Sin olvidar los amigos y las personas que he conocido durante estos años, que me abrieron las puertas de sus casas y de sus vidas. Creo que, en el fondo, me he convertido en un montañés más.
Portada del libro ‘Prisioneros del Vértigo’
En el año 2013 publiqué mi primer libro sobre la caza del rebeco cantábrico titulado “Rebecos Cantiles y Recuerdos”, que recoge las cacerías de mi primera época. Y en el otoño del 2023 he publicado Prisioneros del Vértigo, el único libro sobre la subespecie parva de rebeco. Este último libro es un tratado de la caza en alta montaña que recoge un viaje histórico a la creación de los cotos reales precursores de los actuales parques nacionales, cacerías regias y semblanzas de los hermanos Pidal. Me he permitido hacer en el primer capítulo un estudio pormenorizado de esta subespecie que va desde las enfermedades frecuentes, estadísticas sobre la biometría de sus cuernas y valoración de las diferentes tipologías de cuernas y sugerencias para el cambio de valoración de algunos parámetros de la homologación.
Isidro Borrego con los trofeos de toda una vida
Le siguen multitud de capítulos que, en forma de relatos, nos hacen entrar al conocimiento de este singular ungulado, así como un particular viaje a los sentimientos del autor. El libro hará al lector entrar en la dimensión de la valoración del trofeo, la técnica del disparo, recomendaciones en armas, taxidermia de los trofeos. Es un libro ambicioso que no deja nada al albur, pues completa un libro cinegético con un glosario sobre las jergas del rebeco cantábrico, además de orientar al lector sobre los orígenes minerales y geológicos de estas montañas. Todo aderezado con multitud de gráficas, estadísticas y más de 170 fotografías del autor.
La satisfacción de estos años en las montañas ha sido plena, pero, al mismo tiempo, cargada de sufrimientos y esfuerzos. Lo que he tenido que soportar probablemente me haya curtido para enfrentar otras cumbres, en la caza y en la vida.
Texto y fotos: Isidro Borrego Navalón