En Medicina, tanto humana como veterinaria, procuramos invertir más en prevención que en tratamientos. Popularmente, siempre se ha dicho que es mejor prevenir que curar.
Y siguiendo estos criterios, los protocolos de vacunaciones y desparasitaciones son una parte sustancial del manejo de los perros, especialmente si nos encontramos ante grupos de animales, en los que la transmisión de las enfermedades se ve favorecida.
Hay dos cosas que todos los propietarios están obligados a hacer con sus perros.
-La primera de ellas es la identificación. Todo perro tiene que estar identificado e inscrito en un censo. Además, debe estar vacunado de la rabia a partir de los cuatro meses.
A pesar de que nuestro país está libre de esta enfermedad, la vacunación de la rabia es obligatoria porque estamos rodeados de países en las que se encuentra presente.
Tanto en Francia como en el norte de Europa, la enfermedad sigue activa entre los animales salvajes. Y también en Marruecos y en el resto de África.
Como decía, España está libre desde hace décadas de esta terrible enfermedad que causaba pavor a nuestros abuelos. La rabia se transmite por la saliva (el mordisco es la forma más habitual de inocularla), tiene un periodo de incubación lento (entre varias semanas a varios meses) y provoca la muerte tanto en animales como en personas, con cambios de conducta, ataques de violencia, parálisis, incapacidad para deglutir y respirar…
Por su importancia sanitaria, a pesar de no existir en nuestro país, las vacunaciones preventivas se han mantenido. Además, recientemente hemos sido testigos de algún brote de la enfermedad debido a que perros infectados entraron en España de manera ilegal provenientes del norte de África y atacaron a varias personas que tuvieron que ser tratadas posteriormente. Al estar toda la población canina vacunada, la expansión de la enfermedad se controla inmediatamente.
En la mayoría de las comunidades autónomas, la vacunación de la rabia es obligatoria todos los años, aunque hay alguna excepción. En algunas, la vacunación debe hacerse cada dos años y en otras ni siquiera es obligatoria.
ES ACONSEJABLE….
Pero para los veterinarios responsables de la salud de los animales, las vacunaciones no obligatorias nos parecen especialmente importantes.
Ello se debe a que previenen enfermedades que los perros realmente padecen y ante las que nos tenemos que enfrentar día a día.
El moquillo, la parvoviroris, la hepatitis o la leptospirosis son enfermedades muy graves, con frecuencia mortales, a las que constantemente nos tenemos que enfrentar. Contra estas enfermedades no tenemos ningún tratamiento eficiente y tan solo podemos prevenirlas por medio de vacunas, pues por los animales que contraen la enfermedad poco podemos hacer.
Creo que en la actualidad todos los propietarios están concienciados en vacunar a los cachorros con un mínimo de dos vacunas, entre los dos y tres meses, frente a estas importantes enfermedades. Pero no están tan concienciados (especialmente los propietarios de perros de caza) de que estas vacunas hay que repetirlas al menos una vez al año.
Hay numerosos estudios, y la práctica diaria también lo indica, que demuestran que la protección que ofrece una vacuna es limitada en el tiempo (no suele ser de más de un año). Por ello hay que revacunar anualmente.
Tan solo voy a hacer un breve comentario sobre el moquillo. A lo largo de mi vida profesional he podido comprobar que el virus de esta enfermedad se activa cada cierto número de años, volviéndose más virulento.
Entonces ataca buscando los puntos débiles de perros no vacunados o vacunados hace tiempo. Recuerdo hace años cómo un cazador, un hombre de avanzada edad, me pedía entre sollozos que salvara a sus perros.
Tenía una perrera de 11 animales de una línea de sabuesos que se remontaba a su bisabuelo. Los perros (que no estaban revacunados) habían contraído moquillo en uno de estos picos de mayor actividad del virus. Tan solo un perro se salvó, perdiéndose el trabajo de varias generaciones. •