Ahora sabemos lo que se escondía detrás de la mal llamada ley de derechos de los animales. No se trataba de regular el bienestar de los animales de compañía, esa era la excusa para intentar acabar con la actividad cinegética en nuestro país.
Las manifestaciones furibundas de los dirigentes del partido morado así lo atestiguan. Hablan de escopetazos, de colgar, de cal viva, un lenguaje malvado y perverso, inadmisible en gente que cobra del erario, de nuestros impuestos, de los de todos y se supone que para defender los intereses de la ciudadanía. Un mensaje que lo único que pretende es criminalizar a una parte de la población española y generar odio a otra parte.
Incluso vemos cómo esta formación política, que por otra parte ha decepcionado y traicionado el espíritu del 15M del que surgió, amenaza con la negociación de la Ley de Presupuestos del Estado, la norma más importante que tiene cualquier gobierno para gestionar un país, poniéndola en la balanza con tal de prohibir la caza y siendo capaz de sacrificar políticas públicas con tal imponer su ideología. Y a eso se le llama odio, odio a quien no piensa como ellos, o defiende otra forma de vivir.
Incluso asistimos sorprendidos a cómo un director general reta al Gobierno, a las comunidades autónomas y a sus gobernantes, por no estar de acuerdo con él, algo inaudito en un sistema como el nuestro. Cesarle inmediatamente no es una cuestión de oportunidad, es una cuestión de salud democrática.
Los comportamientos radicales no son aceptables, ni deben formar parte de la gestión pública. Aprovechar que se está en una posición que te permite legislar no puede convertirse en la oportunidad para imponer, por la fuerza, una ideología que una parte muy importante del mundo rural no comparte, una parte muy importante de la ciudadanía de este país.
Podemos está en caída libre y antes de privarnos de su inestimable presencia en las instituciones intentará llevarse por delante lo que sea. Esperamos que el Gobierno y las demás fuerzas políticas no lo permitan, porque los cazadores no lo haremos.
Manuel Gallardo | Presidente de la RFEC