La sociedad de monteros de La Torrecilla, Manzano y Contadero

Recuerdo un día que, regresando de una montería y ya en el coche, en la tertulia de una emisora de radio, oyendo los comentarios emitidos por supuestos ecologistas, sobre la razón o motivos que nos inducen a algunos a practicar esta actividad, me planteé yo mismo la pregunta, el por qué cazaba.

No sé si la caza será algo atávico, ancestral y que generación a generación se ha ido trasmitiendo en mi familia… Pero de inmediato, en tales momentos, recuerdo mi infancia y me traslado a casa de mi abuela Isabel en Martos. En ella, y en las cámaras situadas en el tercer piso, de pequeños los primos jugábamos, investigábamos y curioseábamos entre los viejos baúles y armarios. En una de las habitaciones que estaba siempre cerrada, y había despertado mi curiosidad, un día que había conseguido sustraer la llave, allí alejados de ruidos, reposando en la penumbra, postrados y como durmiendo, estaban arrinconados un buen trofeo de ciervo con una gruesa y perlada cuerna de trece puntas y otro de un cochino jabalí.

El ciervo no tenía placa, pero sí el cochino, cuya grabación rezaba: “Dehesa del Socor, Valle del Medio, 16 de octubre 1919”. En la tabla de éste y en su parte de atrás, aún se podía leer una vieja firma, que luego he averiguado hacía referencia al artista taxidermista que lo hizo: “L. Benedito. Madrid”. Junto a estos trofeos había algunos complementos de cazador: un viejo catre de campaña, unos leguis de cuero negro, y unas preciosas fundas de escopeta de cuero marrón, ahora vacías y huérfanas de huéspedes, así como unos zahones.

No pude por desgracia conocer a mi abuelo y solo tenía referencia de él, y de su actividad venatoria, por unas fotografías tomadas allá por 1935 en la sierra de Andújar, —no he podido averiguar en qué finca— y que años después le habían sido remitidas a mi abuela ya viuda, por amigos de este.

Dado que mi abuelo no era muy aficionado a posar, las tenía mi abuela enmarcadas en un salón y puestas como recuerdo de aquel. En ellas, se veía un grupo de monteros junto a gente de campo, tras dar cualquier pegote o mancha. Eran tiempos en los que no había tanta caza… y cazadores, rehaleros, postores, y algún que otro “zagal” posaban ataviados, los unos con chaquetas, otros con cazadoras, gorras, pellizas, zahones, sombreros y leguis, junto a un pequeño venado, pero todos orgullosos del trofeo abatido.

Recuerdo las conversaciones con mi abuela y mis preguntas insistentes y cómo alguna tarde de verano en el jardín, me contaba que a veces mi abuelo se iba a la sierra con su padre y estaba en ella varios días… Eran otros tiempos en los que había pocos automóviles y, unido ello —a la ausencia de caminos en la sierra—, hacían necesarias las caballerías y propiciaba estar varios días de “expedición” y donde la caza comercial aún no existía tal y como hoy la conocemos. Jornadas de caza, partidas o expediciones que son impensables hoy día, en el que a veces hemos olvidado lo que es vivir reposadamente.

A mi abuelo Lope lo aficionó su padre, mi bisabuelo Cayetano. Eran otros tiempos y, según mi abuela, este era un gran aficionado, tenía muchos amigos monteros y las monterías en aquellas épocas podían durar hasta una semana.

Intenté recabar información sobre parajes y fincas y solo obtuve una foto de mi bisabuelo Cayetano Carrasco en una montería en la que este, con pinta de llevar varios días en la sierra, posa ataviado de gorra, chaleco y botas, junto a dos monteros que parecen recién llegados (por su vestimenta) y cuyo equipaje se está descargando. Y a la derecha de los tres, quien me parece un supuesto guarda; al fondo detrás de ellos estaba su coche. Los que posan a su lado nunca conseguí averiguar quiénes eran. Solo tenía vagas referencias de algunos familiares que me hablaban de sus amistades, entre ellas algún matador de toros, (“Bombita”), y ello en un tiempo que se ha venido a llamar la época dorada de las monterías.

Junto a la foto me mostraron una insignia de solapa en plata, de forma ovalada, con un grabado de la Virgen de la Cabeza y su aparición al pastor de Colomera, Juan Alonso de Rivas en el cerro del Cabezo; la remataba un ciervo coronado con una cruz de oro, en referencia a San Huberto y alrededor de la imagen tenía una inscripción que rezaba: “Monteros de la Torrecilla, Manzano y el Contadero”

Ese fue mi punto de partida: las fincas ubicadas en Sierra Morena (Andújar) como son el Contadero y Manzano. El Contadero finca que estuvo a punto de ser sepultada bajo las aguas y destinada a formar parte de lo que hoy es el pantano del Jándula; y así se recogía en nota de la prensa de época, en la cual se decía “El Contadero preciosa finca que va a desaparecer en breve , así como otras fincas análogas que han sido adquiridas por la sociedad “Canalización y Fuerza del Guadalquivir” para llevar a efecto la construcción de un pantano que embalsara 100 millones de metros cúbicos…” (Mundo Gráfico 1925). Hoy está unida a la finca Lugar Nuevo, tras su adquisición en 1944 por el Estado a la empresa Mengemor. La Torrecilla otra finca de la sociedad, está ubicada en la Sierra Madrona, (Solana del Pino-Mestanza) propiedad de la familia Aguilar. Así fui preguntando a determinados amigos de la familia, (entre otros al que fuera una gran persona, Gerardo Codes) todos mayores que yo y que me hablaron de la afición común y de la citada sociedad, pero no conseguí más documentos gráficos. Nadie me dijo más.

Mi interés creció cuando años después y encontré una referencia a tal sociedad en la Revista Cinegética Ilustrada, año de 1931 , leyendo un artículo de Luis Ruiz de Castañeda en referencia al acta fundacional de La Peña Campera de Córdoba, creada en 1928, decía : “ Reunidos en fraternal comida celebramos por mayo del 28 el triunfo conseguido por Eduardo Sotomayor, que en anterior campaña y reñida competencia alcanzó el codiciado trofeo que la “Sociedad de la Torrecilla, Manzano y Contadero” estableciera para premiar por temporadas al más destacado de su monteros…” A tal evento se refiere también Mariano Aguayo en su libro “La Montería” , en su capítulo dedicado a la “Peña Campera de Córdoba”. Me quedaba claro que tal Peña cordobesa era de posterior constitución y distinta, aun cuando tuviese socios en común.

Indagué en revistas de caza y publicaciones de la época: “La Esfera”, “Mundo Grafico”, etc., y en las cuales venían artículos y fotos de monterías con toreros y de lo que se denominaba entonces “sportmen”, algunos de ellos de Jaén, como Manuel Ruiz Córdoba, de quien decía la prensa de la época antes citada (Mundo gráfico) ya en 1.925 que: “se catalogaba como uno de los ases de la escopeta cuyo acierto y seguridad en la puntería hacen que se le considere uno de los cazadores más expertos y uno de los aficionados más entusiastas de este deporte ..;” o entre otros, José Pan Elberto, que además de gestionar las bodegas del marques del Mérito, fue un gran reportero gráfico de la época, y gracias al cual nos han llegado bellas estampas cinegéticas de la finca de este en Jaén: el Risquillo; pero nunca encontré mención alguna a tal sociedad. Es curioso que la citada publicación, de la época a veces confunda la ubicación de las citadas fincas ( Contadero y Risquillo), situándolas en Córdoba, cuando están en el término de Andújar, Jaén.

Busqué y no encontré más. Por fin, un día y por un medio inesperado, en un mercadillo de libros antiguos, preguntando al vendedor, me dijo que entre “libros viejos” tenía un ejemplar de los estatutos de una sociedad que se llamaba “Monteros de la Torrecilla, Manzano y Contadero”. Así me hice con ellos.

Emocionado y tras una larga búsqueda de años sobre alguna publicación al respecto, mi sorpresa fue grande cuando, al tenerlos en mis manos, comprobé que era un libreto que en su primera página recogía como logo o emblema de la citada sociedad, un dibujo igual a la insignia de mi bisabuelo y que su título rezaba: “REGLAMENTO DE LA SOCIEDAD DE MONTEROS DE LA TORRECILLA, MANZANO Y CONTADERO. CÓRDOBA 1924. TIPOGRAFÍA LA PURITANA.”

El reglamento consta de cinco capítulos: De la sociedad; De la dirección y administración de la sociedad; De la forma de cazar; De los guardas; y Disposiciones generales; tiene 26 artículos y fue aprobado hace cien años en la montería celebrada en la finca el Contadero en febrero de 1924,según reza al final del mismo.

En él, además, viene una relación de sus miembros, entre los que se encontraba mi bisabuelo Cayetano Carrasco y algunos amigos de Martos también aficionados a la caza: Salvio y Eduardo Codes Masoliver y de Jaén: Manuel Ruiz Córdoba, o José de Prado y Palacio quien fuera en su día alcalde de Jaén y de Madrid; Bartolomé Valenzuela Rueda, alcalde de Lopera, y senador por Jaén, así como algunos toreros, entre otros.

En el artículo primero rezaba que el objeto de la sociedad era el disfrute de la caza mayor y menor en las dehesas de la Torrecilla, Manzano, Contadero, Atascaderos y Valtravieso. Me llamó la atención que efectivamente Eduardo Sotomayor junto a otros dos socios: Andrés Peralvo y Bartolomé Valenzuela, ostentaban la dirección y administración de la sociedad. El valor de la acción era de 975 pesetas, siendo esta personal, pues el socio no tenía derecho a llevar invitado y solamente ser sustituido por un hijo o hermano. En tales fincas no se podía cazar, sino era en otra forma que no fueran las “expediciones generales” que determinase la sociedad”. Las armadas se sorteaban la noche de antes y los “pasos a ocupar” (puestos) se hacían por “riguroso sorteo” haciéndose este en las manchas.

Ya en aquella época y desde la ley de caza de 1902, es notoria la preocupación por la gestión cinegética, pues, “estaba prohibido terminantemente disparar sobre las hembras y corzas”; había un guarda mayor y los que se consideran necesarios a su orden; curioso que se determinaba el uso por estos “de tercerolas o armas rayadas para el servicio de vigilancia”. Estos “no podían tener perros de caza”. Si alguna armada o paso quedaba “en contra del aire, no podía ser abandonada o dejar de ir a ellos, en perjuicio de los demás cazadores” ……Y decía que: “siendo general la medida nadie podía ofenderse con ella”. De las reses cobradas disponía la sociedad para su venta, “permitiendo la cabeza y las patas al matador”.

Al final de su articulado hay una relación o listado de los 39 socios y sus domicilios, todos conocidos aficionados cazadores de la época. El orden del mismo es el siguiente: D. Andrés Peralvo Cañuelo; D. Bartolomé Valenzuela Rueda; D. Francisco Maraver Jiménez; D. Santiago Martínez Ubago y Pérez Caballero; * D. Rafael González Madrid; D. Eduardo Sotomayor Criado; D. Antonio Herruzo Martos; D. Manuel Díaz Casas; D. Rafael Espinosa de los Monteros; D. Pedro López Alvear; D. Miguel Alvear y Sánchez Guerra; * D. Emilio Torres Reina; * D. Ricardo Torres Reina; D. Domingo Girón; D. Pedro Martos; D. Manuel Ruiz Córdoba; marques del Amparo; D. Francisco Sotomayor Criado; D. Salvio Codes Masoliver; D. Manuel Codes Masoliver; D Cayetano Carrasco; Marques del Monreal; D. José González Herrero; D. Faustino Martínez Amores; Duque de San Fernando; D. Luis Melgarejo; D. Samuel Flores y Flores; D. Leonardo Flores y Flores; D. Enrique Rodríguez Montané; D. Carlos Pikman; D. Alfonso Sotomayor Valenzuela; D. Miguel Diaz Custodio; D. Segundo Delgado Cabrera; D. Guillermo Vizcaíno Herruzo; D. José María Marfá; D. José Luis Benhumea y Martínez de Pinillos; D. José Pan Elberto; D. Manuel Gamero Cívico, y D. Miguel Rodríguez y Gutiérrez. Como socio honorario recoge a D. Antonio Arias Bolaños y socios del Contadero al marqués del Rincón de San Ildefonso y al conde de la Maza.

Hoy, en el centenario de la constitución de tal grupo de amigos –sociedad- he querido tener un recuerdo para los hombres ( y mujeres) de aquel tiempo – que se ha venido a llamar la época dorada de la montería, – distinta ya de la imagen de la montería romántica del siglo XIX y distante de la de hoy, y en la que ya comenzaba a hacerse realidad un atisbo de modernidad , en medios de locomoción, mejora de caminos, etc… Actividad a la que la mujer ya se iba incorporando, época que ni es mejor ni peor que la actual, pero en la cual, primaban más los lances, la amistad, la afición y un cierto anhelo de aventura. Hoy en día cazo a rececho y monteo en fincas, unas mejores, otras peores y de “mata cuelga” algunas, que de todo hay… Y tengo el honor de conocer gente de campo, la cual a menudo me enseña, lo que no se aprende en los libros; y de montería, ya en el puesto, suelo tener un recuerdo u oración hacia aquellos monteros; pero, sobre todo, disfruto con mis hijos y amigos de una gran afición como es la de la caza, o al menos lo intento.

En el centenario de la constitución de esta sociedad he querido tener un recuerdo a gentes que en su día contribuyeron a forjar la esencia de lo que fue y es nuestra montería.

*Rafael González Madrid, más conocido como “Machaquito” y los hermanos Emilio y Ricardo Torres Reina; “los Bomba”, toreros muy populares de la época.

Jaén, a 29 de Julio de 2024.

José Manuel López Carrasco.