Hace ya bastantes años me sorprendió agradablemente ver que el Consejo de Europa de Estrasburgo promulgaba unos consejos para los cazadores europeos. Las sugerencias que promovía eran las habituales, que casi todo el mundo conoce:
-Respetar y disfrutar del entorno.
-No disparar sobre animales con crías
-Evitar tirar a distancias exageradas
-No beber alcohol antes o durante las cacerías, etcétera.
Habida cuenta de que estas recomendaciones eran importantes y emanaban de un organismo supranacional, nos pareció oportuno hacer una serie de consejos breves en dibujos animados para televisión, que quedó bastante graciosa y se ha emitido en numerosas ocasiones.
Sin embargo, a pesar de que prácticamente todos los consejos eran obvios, hubo uno que se salía de la tónica general y que me llamó poderosamente la atención: «Practica la caza sin espíritu de lucro». De algún modo me chirriaba, y es que en España uno de los principales argumentos que utilizamos para defender nuestra actividad es que se trata de un negocio o actividad empresarial que genera una importante corriente socioeconómica en el mundo rural.
Aparentemente la recomendación del Consejo Europeo chocaba frontalmente contra esa perspectiva de que la caza es una importante actividad para dinamizar la economía de los pueblos. Con el tiempo lo he ido entendiendo mucho mejor, y me he dado cuenta de la enorme importancia de la recomendación europea.
En España la caza se lleva a cabo en la mayor parte de los casos sobre terrenos municipales o privados, previo arrendamiento del derecho de caza por parte del titular del coto al dueño de la finca o al ayuntamiento correspondiente. Una vez arrendado, el titular puede hacer dos cosas: crear su propio grupo de amigos o sociedad de cazadores y ponerse a cazar, o bien montar su propio negocio y tratar de sacar un beneficio económico del coto que acaba de alquilar.
Esto último es lo que no recomienda el Consejo de Europa. ¿Significa eso que no están bien vistas las empresas de caza? Interpreto que no es así. Las compañías que comercializan caza tienen su sitio, pero sería un desastre que en la mayor parte de los cotos se intentase obtener un plus vendiendo caza.
Está claro que, al menos en España, la mayor parte de los terrenos cinegéticos son para grupos de amigos o sociedades cuya única finalidad es el disfrute del campo, de la caza y de la camaradería entre ellos.
Entonces… ¿debemos olvidarnos del viejo argumento de que la caza es una actividad que dinamiza la economía rural? En absoluto. Con frecuencia se ignora que la mayor transacción económica que se produce en la caza es el arrendamiento de los terrenos, bien a un propietario privado , bien a un ayuntamiento. Este desembolso, el mayor de todos, es idéntico para los grupos de amigos que tan solo quieren disfrutar de la caza entre ellos, como en el caso de las empresas de caza.
Sería interesante, y no se ha hecho nunca, conocer cuánto ganan los ayuntamientos españoles alquilando anualmente sus terrenos para cazar. Y ese dinero les llega en su mayor parte de particulares, más que de empresas de caza. Es decir, aunque no constituya una empresa de mi coto y me dedique solamente a disfrutarlo con mis amigos, también estoy contribuyendo a fomentar la economía de los pueblos, ya que anualmente estoy pagando muchos miles de euros al ayuntamiento que nos arrienda el terreno.
Además, en muchas ocasiones contrato a un guarda o pago a los agricultores para que me ayuden a mantener un hábitat adecuado. Seguramente daré algunos puestos menos de trabajo que una empresa de caza, pero este enfoque de los cotos de caza es el que prima el Consejo de Europa, y me parece perfecto.
Me preocupa que las Administraciones españolas, la mayoría de nuestros políticos, vean en la caza tan solo un negocio. Recuerdo que en el norte de Burgos, durante mucho tiempo, los cotos que salían a subasta eran arrendados por pequeños intermediarios que, sin siquiera estar dados de alta como empresas, luego vendían su caza modalidad por modalidad: la becada a un grupo, la perdiz a otro, la codorniz, la liebre con sabuesos, el jabalí en batida, el jabalí en espera, recechos de corzo… El resultado es un completo desastre.
La caza natural apenas admite una comercialización, y eso es lo que trata de decirnos el Consejo de Europa. Si abusamos del negocio de la caza hay que recurrir a la caza artificial, a la caza de granja. Admitamos que ello se pueda llevar a cabo en una parte de España, pero nunca puede llegar a ser la generalidad.
Juan Delibes