¿Cazar es de derechas y conservar las especies amenazadas es de izquierdas?

 Los más jóvenes ya no están interesados en capturar conejos, sino en cazar un Pokémon con el móvil. Y muchos de ellos piensan que los cazadores representan al capitalismo más rancio y que los buenos son los que ponen un “santuario” para cuidar gallinas.

Si usted vive en Inglaterra y alguien quiere construir una urbanización en una zona habilitada para ello, pero con ciertos valores paisajísticos, lo más probable es que los mayores impedimentos se los pongan los representantes de los tories. Posiblemente, los laboristas apoyarán un poco más el proyecto, porque piensan que cuantas más viviendas se construyan, habrá más para elegir y serán, por tanto, más baratas y asequibles.

Aquí, en España, quizá ocurriera lo contrario. En nuestro país, la izquierda ha sabido hasta ahora acoplarse a la socialdemocracia europea. Eso sí, es un poco rara para algunas cosas; por ejemplo, son capaces de apoyar en sus desvaríos a un grupo de catalanes ricos y de derechas que se creen que por decir “insuperapla” en vez de “insuperable” son una raza superior y tienen derecho a quedarse con una parte del territorio, pasándose las leyes por el forro.

Pero hay que reconocer que, en el asunto de la conservación y el ecologismo, la izquierda lleva la delantera en cuanto a comunicación se refiere. Hace muy pocos años que un partido como Unidas Podemos, ahora en pleno declive, enarbolaba la bandera de lo verde y parecía que nos iba a salvar de la destrucción inminente del planeta, y se contaba que tenían hasta opciones de ganar las elecciones. Se les unió incluso la gente de Greenpeace (Equo), con López de Uralde a la cabeza. Ahora Errejón se ha inventado que Más País son muy, muy, verdes, y Juantxo ha tenido que montar otro grupito dentro de Podemos (Alianza Verde) para combatir a sus, anteriormente, hermanos. Lo clavaban Monty Python con el Frente Popular de Judea y el Frente Judaico Popular.

Me sorprende que los partidos políticos en la órbita de la izquierda más radical se hayan podido convertir en adalides de la conservación del planeta. Un tercio (sí, un 33 %) de la contaminación mundial proviene de China y Rusia. Tan solo China contamina más que EE. UU. y toda la UE juntas, y es el epicentro mundial del tráfico ilegal de especies. China y Rusia financian, directa o indirectamente, a los grupos ecologistas europeos. Pero, si ves un telediario, te da la sensación de que Biden es el contaminador perfecto y que Putin está salvando tigres en Kamchatka.

Este debate ha llegado a la sociedad española muy rápidamente. Cuando empecé a cetrear con mis halcones en Pozuelo del Rey hace cuarenta años, algunos de los cazadores eran peperos y otros sociatas, pero la política no tenía hueco cuando se trataba de patearse el riachuelo para levantar un par de perdices. Los cazadores cuidaban sus hectáreas con esmero y a nadie le importaba lo que el otro metía en la urna el día de las elecciones si ponía los bebederos en su sitio cuando tocaba. Ahora las cosas han cambiado. Y mucho. Los más jóvenes ya no están interesados en capturar conejos, sino en cazar un Pokémon con el móvil. Y muchos de ellos piensan que los cazadores representan al capitalismo más rancio y que los buenos son los que ponen un “santuario” para cuidar gallinas.

De repente, la ministra de Transición Ecológica dice que no le gustan la caza y los toros, y los partidos de la derecha encuentran un nuevo caladero donde buscar votos. Ahora parece que si eres defensor de la caza eres un facha y si quieres que las energías renovables (o algunas de ellas) vayan poco a poco sustituyendo a los combustibles fósiles has de votar, como mínimo, al PSOE. La caza, que durante los últimos tiempos ha sido una afición de todos los extractos sociales, se acaba convirtiendo en un motivo más de confrontación.

Al final, siempre surge la misma pregunta: ¿Y quién paga todo esto? En los EE. UU., que también contaminan como locos, se lleva hablando de todo ello muchos años. Y nos puede dar una orientación sobre el futuro de la financiación de la conservación de la naturaleza española. Y sobre el binomio caza y conservación.

El primer presidente que se preocupó seriamente por crear espacios protegidos, Roosevelt, era un gran cazador, y en la actualidad hay más de 40 millones de cazadores y pescadores en el país que piensan de sí mismos que son los verdaderos depositarios de la esencia conservacionista americana. La NWF (Federación Nacional de la Vida Silvestre) preguntó a miles de hunters sobre sus preferencias políticas. El 42 % eran republicanos, el 32 % independientes y un 18 % demócratas. Eso sí, los demócratas también apoyan la caza mayoritariamente, aunque no la practiquen. Saben lo que se juegan. Según el US Fish and Wildlife Service, los gastos en conservación de todos los EE. UU. los cubren mayoritariamente los cazadores con el pago de las licencias, y esa información la conoce todo el mundo. El problema ahora no es que los estadounidenses no apoyen la caza políticamente, sino que allí el número de cazadores está disminuyendo a cuentagotas, y el Gobierno se empieza a preocupar por cómo se financiarán los espacios protegidos en el futuro. El 60 % de los ingresos del Gobierno para la conservación (más de 3.000 millones de dólares) provienen directamente de los cazadores. Directamente. Si no hay caza, no hay conservación. Sean demócratas o republicanos. Al final, el Gobierno Federal está potenciando la caza, el mayor recurso financiero para cuidar los espacios protegidos. Tomemos nota.

Fernando Feás Costilla |  Abogado ambiental

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