Por fin se ha conocido la función de la formación megalítica construida a lo largo de 1.600 años por varias generaciones del Neolítico. Situada a unos 160 km de Londres, este monumento que se encuentra en plena meseta británica fue escenario de grandes cacerías entre 10 mil y 5 mil años antes de nuestra era. Las últimas y concluyentes investigaciones confirman que Stonehenge era el centro de un gran coto de caza.
Un grupo de investigadores de la Universidad de Birmingham y de la Universidad belga de Gante han descubierto cientos de fosas prehistóricas, de varios tamaños, en el entorno de la formación de piedras más investigada del mundo. Mediante excavaciones y sondeos arqueológicos se ha podido realizar el primer estudio de inducción electromagnética de gran alcance realizado en el paisaje de Stonehenge, concretamente en la cercana Blick Mead. «El estudio geofísico nos permite visualizar lo que está enterrado bajo la superficie de paisajes enteros. Los mapas que creamos ofrecen una visión de alta resolución de la variación del suelo subterráneo que puede orientarse con una precisión sin precedentes», explica Philippe de Smedt, profesor asociado de la Universidad de Gante. Mediante las «biopsias» arqueológicas los investigadores han podido descifrar la función del paisaje y sus formaciones.
Los datos ambientales obtenidos apoyan la teoría de que el amplio paisaje de Stonehenge conservaba algunas zonas abiertas antes del extenso desbroce observado en el Neolítico tardío, que eran de gran importancia para los cazadores-recolectores del Mesolítico tardío. Eran áreas propicias para que los ungulados pastoreasen. Las fosas descubiertas, más de 400 construidas entre el Mesolítico Temprano (8000 a. C.) y la Edad del Bronce (3.400 a. C.), se emplearon como trampas de caza para jabalíes, ciervos y uros.
Las poblaciones asentadas en esta planicie británica consideraban esta zona como culturalmente importante, con una gran fuente de recursos, y el hecho de que fuera una zona abierta condujo finalmente a su elevado estatus en el Neolítico y a la construcción del mayor paisaje simbólico monumental de Europa: un lugar donde realizar ceremonias que servía además como calendario solar. Stonehenge es el epicentro de una vasta extensión, que tenía una gran importancia para dar caza a especies de gran tamaño, donde se realizaban rituales.
Los investigadores sostienen que la planicie donde se encuentra este conjunto monumental servía de pastoreo para grandes herbívoros, gracias a la abundancia de agua y alimento. Los restos óseos de uros encontrados en la zona de excavación demuestran la caza de estos bóvidos mediante técnicas de emboscada. Las huellas de pezuñas grabadas en el sedimento arqueológico sugieren una población viva de uros que fue explotada repetidamente a lo largo del Mesolítico por los habitantes que rodeaban Stonehenge.
La investigación sostiene que las poblaciones humanas se fueron asentando de forma paulatina alrededor del monumento debido a la abundancia de grandes presas de caza en un escenario natural propicio para subsistir. Esa meseta se utilizaba como terreno de grandes cacerías mucho antes de que Stonehenge empezara a construirse en el Neolítico, y ahora se ha descubierto el método de trampa empleado para ello: grandes fosas que, además de poder servir de almacén de grano, atrapaban a las grandes piezas de caza.