Al fin llegó octubre y con él las monterías. Aunque los gallegos empezaron a montear a final de agosto y otras autonomías en septiembre, el mes clásico de comienzo de la temporada montera es octubre. A punto las armas, hecho el zurrón y relleno el cuadernillo donde anoto las monterías a las que puedo asistir, ¿cuándo salimos?; el monte nos espera.
Cuando yo empecé a montear, más de cincuenta años hace ya, el 12 de octubre daban comienzo las monterías, para acabar a finales de febrero, y desde entonces temporada tras temporada espero que llegue octubre con la misma ilusión, o más, que antaño.
La sequía que asola a gran parte de la península es la invitada no deseada de esta temporada montera, que ya comenzó en la berrea del pasado septiembre: algunas fincas de gran renombre suspendieron la misma al no poder asegurar la calidad que desean tras una primavera muy seca que ha incidido muy negativamente en la calidad de los trofeos de venado.
Por otro lado, tenemos los problemas, sobre todo, provenientes de la nueva legislación, con que se enfrentan una vez más las rehalas, como todas las temporadas, convirtiéndose el tener una rehala en una tarea cada vez más difícil y cara. Muchas son ya las grandes rehalas que han dejado de existir, y las que sobreviven aún lo hacen gracias a la afición de sus dueños, ya que las pérdidas económicas superan a las ganancias al término de la temporada.
Tampoco podemos olvidarnos de la cada vez más importante y poderosa campaña anticaza promovida desde diversos sectores. Por un lado, animalistas y ecologistas radicales, que desean la prohibición de la caza y para ello no dudan en utilizar cualquier medio; por otro, los partidos políticos que se unen a esta corriente populista con tal de ganar votos.
Esta sociedad urbanita, alejada del mundo rural, no ve con buenos ojos nuestra afición, y cada vez son más los cazadores que esconden que lo son, creyendo que esto los perjudica.
Nuestra propia pasividad ha sido, en parte, la culpable de que nos veamos ahora en esta situación; y a todo esto hay que sumar que cada vez seamos menos y que el relevo generacional apenas exista, lo que no ayuda precisamente. Los que antes éramos los héroes de los cuentos infantiles hemos pasado a ser los villanos, y de ser reconocida nuestra labor ha pasado a ser denostada, y todo en los últimos veinte años.
¿La solución? La unión entre todos los colectivos de cazadores y la formación e información sobre nuestras actividades al colectivo ciudadano es, sin duda, una de las más importantes. Esperemos que nuestros representantes tomen cartas en el asunto y logremos contrarrestar estas campañas.
Mucha suerte en esta temporada, buena caza y no olvidemos la precaución al manejar las armas. Si dudamos antes de ejecutar un lance, es mejor no disparar, y así no tendremos que lamentarnos más tarde.
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Félix Sánchez Montes
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