¿Cómo recuperar la Caza Menor? #SOScazamenor

La caza menor desaparece, y con ella los cotos y las sociedades que los gestionan. El proceso es lento, pero se muestra imparable desde hace más de 30 años. La sociedad moderna ha abrazado una fuerte mentalidad anticaza y los venadores hemos envejecido sin asegurarnos el relevo generacional. Por ello, debemos mostrar nuestro compromiso con la conservación de la naturaleza, refundar las sociedades incorporando jóvenes y rescatar a las poblaciones silvestres. Sólo así salvaremos a la caza menor.

En la década de 1960, nuestro país sufrió un incremento exponencial del PIB (producto interior bruto) y la mayoría de sus gentes abandonó la pobreza de la posguerra. El éxodo rural concentraba a la población en las ciudades y los ciudadanos aprovechaban los domingos para acudir a cazar al campo.

Allí podían cobrar piezas, lo que al fin resultaba como si hubiesen atrapado billetes de 10 euros. Todos los domingos partían coches e incluso autobuses de las ciudades con un destino: ir de caza al campo.

Esta tremenda afición intensificó desmesuradamente la extracción de animales y, en muchos lugares, supuso una amenaza en la continuidad de las poblaciones. Por eso se legisló: para proteger estos recursos naturales.

Con la Ley de Caza de 1970 y su Reglamento de 1972 se crearon los cotos de caza, para regular el aprovechamiento y proteger las poblaciones de animales silvestres. Al principio, los cotos fueron vistos como un gran recorte sobre la libertad que había existido para cazar en casi todo el territorio nacional.

Con ellos se terminó la caza sin fronteras. Pero los legisladores tuvieron una gran visión de futuro, ya que garantizaron la conservación de estos recursos naturales para las generaciones venideras.

Ahora, los cotos se han adaptado a los nuevos tiempos con las legislaciones autonómicas, aunque muchas veces sin éxito y sin la proyección ni el calado que tuvo la legislación de los 70, vigente aún en algunas comunidades autónomas que no han desarrollado su normativa cinegética.

Con el devenir del tiempo, la mecanización e industrialización del campo, los cotos se han quedado sin fauna silvestre, por lo que las sociedades de cazadores que ahora los sustentan son las dueñas del vacío.

LOS CAZADORES ASOCIADOS

Los socios de un coto limpio, “desfaunado”, sin la existencia de animales que lo llenen de valor, se enfrentan a una situación difícil. Resolver el problema de la ausencia de vida silvestre en nuestros campos implica disponer de un diagnóstico acertado de la situación: ¿qué factores son responsables de la carencia de animales en el coto? Obtener una imagen no sesgada de la realidad es complicado.

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Si queremos volver a recuperar las especies de menor de nuestros acotados debemos ser conscientes de que son necesarias medidas urgentes de gestión.

Muchos compañeros se han formado una visión negativa en la que han deformado la mala situación exagerando y supravalorando los daños: “Es imposible recuperar la caza menor silvestre”, dicen.

Otros construyen una imagen deformada positiva en la que infravaloran la dimensión de los agentes perniciosos: “Resulta muy fácil recuperar las poblaciones de animales”, creen. En ambos casos, los diagnósticos son erróneos.

Un dictamen acertado que construya un relato próximo a la realidad por su precisión y exactitud necesita de la madurez y experiencia profesional. La sabiduría en la sociedad de cazadores les va a permitir no caer en viejos errores.

Hay que discernir con acierto y sosiego si el análisis arroja una buena imagen de la realidad. Entonces conoceremos qué es lo que tenemos y preguntarnos qué queremos. Si somos capaces de soñar con un coto distinto, tendremos oportunidad de gestionar el cambio desde el coto actual hasta aquél que deseamos.

 ¿A qué coto queremos llegar? No tiene sentido definir un modelo de coto inalcanzable, un paraíso fantasioso. Renunciar a los paraísos inalcanzables es positivo. Necesitamos ejemplos vivos donde podamos realmente llegar.

Es primordial definir el modelo de forma consensuada: pasar del deseo personal al colectivo, a la demanda de un bien común para la sociedad de cazadores. Para precisar el modelo hay que separar lo que es aceptable de lo que no.

Por ejemplo, respondiendo a preguntas que definan el posible escenario: ¿es o no aceptable terminar la jornada sin capturas? Si lo podemos asumir, es viable dedicarnos a la caza natural; en caso contrario, la única opción es la artificial.

 ¿Es o no aceptable terminar la temporada dentro del intervalo de entre 5-15 capturas? Si lo podemos suscribir, es factible conseguirlo en nuestro coto (hay muchos cotos donde se verifica) con caza natural.

¿Es o no aceptable terminar con menos de 16 capturas? Alcanzar esta meta posiblemente exija inversiones no asumibles económicamente. No son muchos los cotos que ofrezcan tal disponibilidad de piezas silvestres para el cazador medio.

¿QUÉ LIMITACIONES DEBEMOS TENER EN CUENTA?

Es importante reconocer las limitaciones para llegar al coto deseado si partimos de una situación que tiene abandonada la gestión:

 1) el número de socios que soporta el coste del coto se ha reducido considerablemente y

 2) los precios de las materias y actuaciones necesarias para recuperar las poblaciones de animales silvestres han subido mucho.

En realidad, se trata de una posición de crisis en el acotado (mínima abundancia de animales) y en la sociedad de cazadores (reducido número de socios que incrementa el coste de las aportaciones), ante la que no hay nada que hacer o… no sabemos qué hacer: ¿Cómo regenerar la abundancia de animales? ¿Cómo renovar la sociedad de cazadores?

Para salir del contexto de indignación que nos produce la crisis de la naturaleza, donde todo cambia siempre a peor, hay que enfrentarse a incontables problemas, moviendo energía, recursos, voluntad e inteligencia.

La sociedad de cazadores y su coto de caza es la unidad adecuada para hacer frente al problema. La asociación nos permite sumar esfuerzos, canalizar las relaciones y dotarnos de estructura y organización.

En la sociedad podemos encontrar un lugar activo donde desempeñar una función concreta del proyecto común. La sociedad de cazadores tiene que renovarse con un plan y una directiva que lo lidere para hacer frente a la realidad actual.

En la sociedad debemos crear el compromiso, el afecto y la ambición imprescindibles para desarrollar los objetivos. El proyecto debe ser pragmático y realizable con las aportaciones de ideas, dinero y trabajo de los socios.

LA DEGRADACIÓN DE HÁBITAT

Las preocupaciones de la gente contemporánea son:

 1) tener dinero,

2) disponer de muchos productos para consumir,

 3) comer sin cocinar,

4) tener acceso a grandes galerías y superficies comerciales,

 5) comunicar en las redes sociales y a través de teléfonos móviles y

 6) descargar gratis de Internet.

Es la economía de mercado: el lema “Mis gastos son tu salario”. El dinero se ha convertido en el único juicio de valor. Con el precio más alto se consigue pasar de la cantidad (precio bajo) a la calidad (precio alto).

A todo esto hay que añadirle la velocidad: cuanto antes cojas el dinero, más cantidad podrás acumular. Este sistema es la máquina perfecta para destruir la naturaleza del planeta. Lo natural no tiene precio.

Además, por muy grande que sea el destrozo que le ocasiones, no te van a hacer pagar su restauración. En consecuencia, cuanto mayor sea el daño, más dinero ganas. Todos dicen que lo van a cambiar, que quien destruye y contamina pagará… pero nada cambia.

No tienen credibilidad, manda el dinero sin regulación. Los indignados por la crisis de la naturaleza se hacen ecologistas radicales. La sociedad urbanita se posiciona anticaza. ¿Y nos lo pueden poner más difícil?

Este sistema ha condenado a desaparecer a todo lo que no es rentable, lo que no aporta suficientes ingresos para sostenerse. La agricultura, la ganadería y la silvicultura compatibles con la vida silvestre desaparecen.

Son sustituidas por técnicas de producción modernas que destruyen los hábitats y la fauna silvestre. El resultado son vastas extensiones cubiertas por invernaderos, telas protectoras, pivots, agrosistemas industrializados… salpicados con granjas intensivas y cultivos forestales.

En la montaña, extensas superficies abandonadas se matorralizan y se cubren de masa forestal. Todo esto repercute negativamente en las especies de caza menor y favorece a la caza mayor.

A los amantes de la naturaleza no les satisface el campo degradado ni el monte desatendido. Esta asimetría entre el campo cuidado y el ultrajado por los sistemas de producción moderna y el abandono nos ha dejado sin hábitats para la caza menor.

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La construcción de chozos para perdices y majanos para conejos, el control de predadores… son tareas fundamentales en la recuperación y conservación de las especies.

FAMA A CAMBIO DE DESTRUIR LA CULTURA RURAL 

El currículum vítae anticaza se usa como lanzadera para conseguir la fama. Cada vez surgen más figuras y “figurones” contra la caza.

Ellos se lanzan veloces por la autopista de la popularidad con pregones prohibicionistas, buscando que el griterío mediático anticaza les transporte hasta la casa de la fama. Lo que cuenta es conseguir titulares para sumar puntos a su celebridad, por lo que siempre están atentos a la dirección en la que sopla el viento. Los famosos anticaza persiguen la gloria y no tienen escrúpulos.

Así, por ejemplo, cuando logran prohibir alguna modalidad de caza, entran sonrientes en la casa de la fama. Allí van a tejer una tupida red de amistades e intereses que les afiance.

No les importa cuántas especulaciones sin sentido les ha costado conseguir su fin. Solo les mueve sentirse plenamente gratificados y divinizados por su poder para cambiar la Ley y destruir la cultura rural.

Ellos se consideran la representación de la voz pública, la bandera de la moral y la ética, difundiendo la rentable mentalidad Bambi. Sin embargo, dejan desnuda y descuidada la naturaleza, y no les importa ahogarla de contaminación.

LAS POBLACIONES DE CAZA MENOR 

Son los cotos que implementan innovaciones en la gestión de sus poblaciones de caza menor los que consiguen mejores rendimientos cinegéticos.

La gestión innovadora está reprimida por la rigidez administrativa. La misión de la Administración de hoy es construir una reglamentación flexible para tutelar. El sistema de la orden y el mando mediante la criminalización y sanción solo debe marcar las líneas rojas.

La Administración puede dinamizar y crear oportunidades para que las sociedades de cazadores mejoren la gestión. Sí, todas las innovaciones implican riesgos, pero cuando resultan avances positivos, desprenden beneficios.

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La comida y el agua son imprescindibles en la gestión de la fauna de nuestro coto.

La gestión de las poblaciones de animales silvestres tiene que crear horizontes a largo plazo. De hecho, los planes de inversión para experimentar con la gestión de las poblaciones de caza menor implican un mínimo de 10 años.

Entonces, cabe hacernos la siguiente pregunta: ¿la solidez de las sociedades de cazadores permite afrontar estos retos? Si no existen índices de calidad de la gestión, si no se fomenta la excelencia en la formación de los gestores y si no invertimos en una investigación aplicada a la gestión bien estructurada, no podremos mejorar las poblaciones cinegéticas.

El vertiginoso descenso de la las poblaciones de caza menor silvestre las convierte en muy vulnerables. Y la recesión de la abundancia de fauna cinegética ha sido secundada por la deserción de un cuantioso número de cazadores que ha dejado a las sociedades de cazadores esqueléticas, sin músculo para afrontar los planes de recuperación.

 ¿CUANTOS ANIMALES QUEDAN EN EL COTO?

Las respuestas vagas se agrupan en tres tipos de errores:

 1) determinamos exageradamente que hay muchos menos animales que los que realmente quedan,

 2) comparamos la abundancia de nuestros animales silvestres con la de un coto de caza intensiva y

 3) la estimación calculada es utópica y perniciosa por su sobrevaloración. Cualquiera de estos cálculos va a resultar tremendista, irresponsable y lejano a la realidad. Necesitamos un análisis certero para saber dónde y cómo debemos actuar.

Esto exige conocer el número de animales al final del invierno. La fauna que se va a reproducir es el capital de nuestro coto de caza. Si actuamos con responsabilidad, vamos a proteger a estos animales, evitando cualquier tipo de fugas.

De nuestra eficiencia depende perder ejemplares que buscan un lugar más adecuado que nuestro coto para reproducirse, que son consumidos por el exceso de predadores, que son eliminados por los furtivos, o que sucumben intoxicados o atropellados.

El amplio margen de mejora que podemos crear con respecto a la situación anterior depende de nuestra responsabilidad, de nuestra capacidad para construir mejores condiciones en el coto para la vida de la fauna.

La diferencia radica en los progresos que obtienen los animales silvestres gracias a nuestra inversión. Podemos pasar del declive de la población a su recuperación si somos capaces de ver a largo plazo y de ser dinámicos y creativos en nuestra inversión para favorecer a la fauna silvestre.

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Si somos audaces para ver cómo la construcción de una infraestructura (carretera, granja, pantano…) va a dañar el hábitat, corresponderemos con una actuación que compense el daño (refugio, siembra para la caza, plantación…).

¿CÓMO CONTRARRESTAR LA PÉRDIDA DE HÁBITATS?

Si somos capaces de imaginar cómo mejorar los hábitats de la caza menor del coto, valemos para enfrentarnos a los factores que destruyen la naturaleza. La velocidad con la que se devastan y degradan los hábitats es el principal obstáculo, por eso nuestra audacia debe basarse en adelantarnos con una respuesta rápida.

Si somos audaces para ver cómo la construcción de una infraestructura (carretera, granja, pantano…) va a dañar el hábitat, correspondemos con una actuación que compense el daño (refugio, siembra para la caza, plantación…).

Recuperar-C.-Menor_conejosNuestra valentía puede mejorar la respuesta, la legislación actual prevé medidas compensatorias por las transformaciones que dañan los hábitats. También es cierto que los vericuetos legales y la corrupción hacen que raramente se aplique la restauración del hábitat.

Necesitamos cambios en las instituciones que creen las condiciones para conservar y restaurar los hábitats de la vida silvestre. Las sociedades de cazadores creativas, aquellas lideradas por personas que tienen una visión de más largo alcance, son las que desarrollan actuaciones más innovadoras: arriendan o compran terrenos para la caza, ofrecen los tratamientos más adecuados a la vegetación o el suelo, diseñan los refugios, majanos y bebederos más integrados y eficaces…

Ellos siempre están asociando ideas, conectando con las sociedades más activas y participando en las reuniones, jornadas y conferencias. Se trata de innovar a la velocidad necesaria para evitar que el virulento azote de las actividades económicas deje sin hábitat el coto.

UNA SOCIEDAD DE CAZADORES DEBE SER VALIENTE

Por lo general, los cazadores son valientes, sin embargo, sus sociedades son más bien cobardes: tienen miedo a enfrentarse a los problemas existentes en el coto. Esto se debe a la escasez de liderazgo moral.

El coraje, la honestidad, la integridad y la ética desaparecen con el poder social. Las sociedades de cazadores fracasan cuando no cuentan con un buen proyecto de gestión de su coto. Sin rumbo pasa a ser un sistema clientelar de su presidente.

Los sistemas piramidales y opacos fomentan la corrupción. Se pierden los valores, se justifica el despilfarro y se pone en peligro el futuro del coto. Para que la sociedad de cazadores funcione se necesita cohesión y compromiso entre los cazadores.

Ellos pueden desarrollar el plan necesario para recuperar la fauna silvestre del coto si tienen ganas de hacerlo bien. Con unidad, empeño e ilusión se pueden vencer todas las dificultades.

Los cazadores tienen que pactar qué coto demandan para vincularse al proyecto de gestión que lo haga realidad. Así se pueden sumar los intereses particulares en un interés común.

Este ejercicio democrático es la vía que conduce de la recesión a la recuperación de las poblaciones de animales silvestres en el coto. Las sociedades de cazadores se desmoronan cuando no incorporan jóvenes.

La caza ha sido demonizada por la moderna sociedad urbanita. En los últimos años, los cazadores han sido tan silenciosos que nadie les ha escuchado hablar de su rigor ético ni de su compromiso para conservar y mejorar la naturaleza.

Así es imposible que los jóvenes puedan verse atraídos por este colectivo y su actividad. Para revitalizar las organizaciones de cazadores y frenar la fuga de socios es imprescindible abrir las puertas a la juventud. Su revulsivo es la solución para vencer el miedo a cambiar.

Dr. Jesús Nadal (UdL)

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