La toma de decisiones en cetrería

Hay momentos trascendentales a los que los cetreros se enfrentan todos los días y que deben resolverse en milésimas de segundo. Una errónea elección puede echar por tierra el arduo y duro trabajo de adiestramiento de nuestro halcón. ¡Mucha atención!

Son las 08.15 horas. El día está despejado y la temperatura ronda los 2 ºC. Klein, uno de mis halcones, sobre la báscula. Hoy pesa 798 gramos, algo menos que ayer (807). En mi chaleco, una paloma mensajera, otra común y un señuelo. Tres premios distintos, tres recompensas de las que elegiré una en función de su comportamiento en el vuelo de hoy. Con el resto de aperos, el altímetro en tiempo real y la telemetría, me dirijo al campo de vuelo. Esta vez he elegido el que se encuentra más cerca de casa, algo peor que el resto por sus heridas y perdederos abundantes y que permite a las palomas encerrarse con mayor facilidad ante la presencia del halcón.

La práctica de la cetrería en su versión de altanería es muy similar a muchas de las situaciones en las que se encuentran directivos y ejecutivos en su día a día. Valorar las circunstancias del entorno, las condiciones, los recursos, los antecedentes… y conocer a sus colaboradores son aspectos imprescindibles para una correcta toma de decisiones.

Con el tiempo, y después de verme en algunas batallas volando halcones, he podido comprobar cómo la práctica de la cetrería puede ser un buen método para mejorar la capacidad a la hora de tomar decisiones y ejecutarlas.

En la cetrería dispones de milisegundos para tomar la decisión adecuada a la hora de premiar y motivar a tu halcón. Y estas decisiones tienen sus consecuencias… hasta el punto de estropear un halcón para según qué modalidad de vuelo.

COMO LA VIDA MISMA

El halcón es un depredador por naturaleza. Lleva el instinto de caza en la sangre. Así, en un vuelo donde el halcón está en un peso adecuado y con el hambre justo no dudará en realizar un increíble picado sobre cualquier presa que salga de los pies del halconero.

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En la cetrería dispones de milisegundos para tomar la decisión adecuada a la hora de premiar y motivar a tu halcón

¿Y cómo se relaciona todo esto con la toma de decisiones? ¿Qué tiene que ver lo expuesto con el mundo de las empresas?

Veamos un simple ejemplo. Supongamos que en su último vuelo Klein ascendió hasta 235 metros. Centrado sobre el halconero, y puesto que venía de una progresión positiva en sus vuelos, tuvo su merecido premio: una paloma sobre la que realizó un picado a 186 km/h, persiguió y finalmente capturó. Tuvo doble recompensa: el lance de caza y la ración de comida abundante por el éxito de su vuelo.

Tres días más tarde, sobre la misma hora me dirijo al campo de vuelo. Klein está 12 gramos más “gordo”. Hace algo de viento y el día es soleado, poco frío y más caluroso. Con toda esta información he de tomar mi primera decisión: soltar a Klein o, por prudencia, no hacerlo hasta el día siguiente. Lo normal es que no lo hiciera: más peso, viento y más calor… Sin duda, un riesgo a que se generen corrientes térmicas y a que el halcón, muy astuto, se “monte” en una de ellas como si fuera un ascensor.

Si decido que este día Klein tiene que volar, como en el resto de ocasiones, llevaré mis tres premios: paloma mensajera, otra común y un señuelo. En función de su vuelo, le entregaré uno u otro premio.

En primer lugar, el señuelo si en algún momento del vuelo planea y se queda por debajo de la altura del día anterior (esto lo puedo ir mirando en mi altímetro en tiempo real), si no sube, si se “monta” en una corriente térmica o si, por su comportamiento, observo que está algo perezoso, apático (normalmente debido al exceso de peso).

En segundo lugar, la paloma mensajera si hiciera un buen vuelo, enérgico, con ganas, con más altura que esos 235 metros pero desplazado de la vertical del halconero, El efecto perseguido es motivar al halcón con el premio del lance y la persecución, satisfaciendo su instinto depredador, pero asegurándome (99% de probabilidades) que no capturará la paloma, pues es altamente complicado que este tipo de ejemplares sea alcanzado por un halcón criado en cautividad.

Una vez que haya perseguido durante unos instantes a la paloma, lo llamaré con el señuelo proporcionándole una buena ración de comida. ¿Cuál es el mensaje que quiero darle al halcón? “Bien hecho, pero estabas lejos, muy desplazado, por eso no llegaste y te perdiste la posibilidad de capturarla. Demasiado esfuerzo”.

Por último, el tercer premio sería una paloma común. La soltaré en el momento en el que el halcón haya subido por encima de los 235 metros, esté centrado sobre el halconero, su vuelo haya sido enérgico y siga batiendo sus alas.

Lo normal en estos casos es que el halcón acabe capturando la paloma y, por tanto, sacie su instinto depredador y su hambre, pues en este caso la ración de comida será muy abundante y sabrosa. Jamás podré entregar una paloma de ningún tipo si el halcón planea. Acabaría aprendiendo que si planea se asegurará la paloma.

¿Y dónde está la dificultad? Pues en dos factores.

El primero es que todo no es tan simple como lo describo en este artículo; hay infinidad de factores que pueden influir en el comportamiento del halcón.

El segundo es que, como en todo en la vida, están presentes las emociones y entra en juego lo que se denomina “agonía del cetrero”. Algo muy similar a lo que le ocurre a la gente que juega en Bolsa de una forma no profesional. Vender cuando está el valor en alza es muy complicado porque… ¿y si vendo y sigue subiendo mucho más? O, al contrario, ¿y si compro y siguen bajando las acciones?

¿LE PREMIO YA O ME ESPERO UN POCO MÁS?

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De las decisiones que tomemos durante su entrenamiento dependerá su comportamiento posterior.

Para entender mejor el carácter emocional en la toma de decisiones para el halconero, veamos una situación muy común en los vuelos de cada día de los muchos halconeros que conozco. Partimos de los mismos datos y supuestos que en el ejemplo anterior.

Klein comienza su vuelo de una forma enérgica y empieza la ascensión haciendo tornos sobre la vertical del halconero. Llega un instante donde supera la barrera de los 235 metros. Llegados a los 250 metros, me preparo para lanzar su premio, la paloma común.

Pero ante el excelente vuelo que está realizando, el poco tiempo que lleva y con el objetivo de aumentar un poco más su altura “techo”, decido esperar a los 265 metros para soltar la paloma. Justo en ese instante, abre las alas y comienza a planear.

Acabo de estropear un magnifico vuelo y, ante el comportamiento de mi halcón, solo me queda una posibilidad: sacar el señuelo… con lo que eso conlleva. Mi halcón se queda sin su merecido premio después de haber realizado un excelente vuelo superando al anterior. ¿Cuál será mañana su motivación? ¿Cómo se comportará ante mi decisión?

Dicen los expertos halconeros que un halcón es capaz de aprender e interiorizar una lección si se repite entre dos y tres veces. Lo que ocurre es que el halcón no distingue si esa lección es buena o mala y, por lo tanto, aprenderá ambos tipos de lecciones. Esto provoca que la presión sobre el halconero a la hora de tomar decisiones aumente con los fallos, pues una mala lección interiorizada en nuestro halcón lo puede echar a perder para el cometido para el que lo estábamos entrenando.

Si miramos al mundo empresarial, las reflexiones que podemos obtener son análogas: ¿qué comportamientos aprenden nuestros colaboradores? ¿De qué forma estamos influyendo sobre nuestro colaborador cuando vive día a día nuestras decisiones? ¿Cuál es la responsabilidad que tiene el propio directivo en estos comportamientos? ¿Cuántas “palomas” llevamos y de qué tipo?

Muchos son los factores a tener en cuenta en el entrenamiento de los halcones. Hay una considerable cantidad de variables que considerar a la hora de tomar la decisión. Unas las podemos medir, otras las observaremos y algunas únicamente las intuiremos. Al final, extrapolando lo que ocurre en el día a día de un halconero nos damos cuenta de que no dista mucho del día a día de un directivo.

Recientemente, leí una frase en la red social Facebook que decía algo así como “¿Qué tomas para ser feliz? Decisiones”. Al final, en cualquier faceta de nuestra vida tenemos que estar tomando decisiones constantemente. Tienen éxito aquellos que las toman. La cetrería te obliga a tomar decisiones día tras día y en muchas y diversas situaciones. Ello te obliga a ser rápido en la ejecución de la decisión tomada.

Es cierto que en las de un directivo entran en juego una cantidad de intereses y responsabilidades que lo someten a situaciones de mucha presión y estrés, pero no menos presión recibe el halconero, pues en el fondo se está jugando el ser o no ser con su “salvaje” compañero.

 ¿QUÉ QUEREMOS DE ÉL Y CÓMO LO CONSEGUIMOS?

Cuando preparamos un halcón por altanería, sobre todo cuando hablamos de competición, necesitamos de él varias cosas que a la postre serán las que valoren y puntúen los jueces. Así, al halcón le pediremos que no pare de batir sus alas durante el vuelo, que ascienda hasta la máxima altura posible, que el vuelo y su posición sean lo más centrados sobre la posición del halconero, que haga un picado vertiginoso en el momento que sale la presa y, claro está, que la capture.

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Una opción equivocada puede llevar al traste todos nuestros esfuerzos.

Y por si fuera poco, todo ello en… ¡no más de 10 minutos! Claro, la pregunta es obligada: ¿cómo conseguimos todo esto con un animal salvaje? El entrenamiento de este tipo de aves está basado en dos pilares: el hambre del halcón en el momento del vuelo y su instinto de caza y su necesidad de quemar adrenalina en los lances.

El hambre lo medimos en forma de peso, de ahí la importancia de la báscula para el halconero. Unos gramos arriba o abajo son un indicador de cómo de hambriento está el halcón. Y esto es realmente importante.

Un halcón “gordo” podría hacer caso omiso al halconero, pues, ante su falta de hambre, no le necesita para nada. Por el contrario, un halcón bajo de peso puede tener comportamientos fuera de lo normal e incluso marcharse a cazar por su cuenta.

Por lo tanto, en todo el proceso de adiestramiento es fundamental aprender qué peso es el que nos permite que el halcón responda adecuadamente a nuestros estímulos y actuar en consecuencia.

Texto:Vicente Aragó

Fotos: Pedro Fernández

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