Primavera
A principio de primavera, y ya a finales de invierno, los corzos comienzan a definir sus territorios. Esto viene marcado por el final de formación de la cuerna y la caída de la borra o descorreado, algo que hacen antes los machos más viejos.
En los árboles jóvenes se pueden ver las escodaduras, huellas dejadas por las cuernas al ser frotadas con los troncos para deshacerse de su funda. A medida que avanzan y se alargan los días, los corzos se van mostrando más agresivos y los más fuertes van tomando posesión de los mejores territorios, expulsando a los jóvenes, que deambularán en tierra de nadie o colonizarán nuevas zonas. También las hembras, acompañadas con las crías del año anterior, seleccionarán los mejores territorios.
En mayo, los territorios están establecidos y los machos viejos se ocultan en lo espeso del monte, ya que en primavera encuentran también allí alimento de sobra. Los corzos que se cazan y se atropellan en esa época suelen ser jóvenes que no se han establecido en ningún sitio.
Con el parto de las hembras, a mediados de mayo, los machos dueños del territorio expulsarán también a los jóvenes de un año que acompañaban a sus madres. Éstas se dedicarán por completo al cuidado de sus nuevas crías.
Lluvia
Con las lluvias primaverales, un alto porcentaje de corzos permanecerá a cubierto. A medida que la lluvia amaina, saldrán del monte a orearse, ya que no les gusta mucho estar mojados y tampoco el roce con la vegetación empapada.
Majuelo
Crataegus monogyna
Las caducifolias son de mucha importancia en primavera, ya que facilitan al corzo cobertura y alimento. El mayor desgaste sufrido en esta época demanda un mayor aporte energético y provoca una mayor ingesta de alimento. Los brotes nuevos, tanto de siembras como naturales, y las flores son bien recibidos por el corzo como alimento primaveral.
En esta época se pueden permitir ser más selectivos y elegir según la variada disponibilidad. A medida que las siembras de cereal espigan, los corzos las frecuentan menos.
El brote de las hojas en primavera va haciendo cada vez más difícil localizar al corzo dentro de un bosque de árboles caducifolios.
Verano
A finales de junio, el celo se aproxima y los machos se muestran inquietos, berrando y marcando el territorio, y dejándose ver cada vez más.
Entre julio y agosto, con el calor veraniego, llega el celo y los machos abandonan todas sus precauciones, dedicándose a seguir a las corzas.
Este es el mejor momento para ver a los grandes machos, que se muestran muy despreocupados por su seguridad, más pendientes de las hembras y de expulsar a los intrusos.
A más calor, el corzo se muestra más remiso a salir fuera de su encame, algo que hará al caer el sol para retirarse nada más amanecer. En esta época le resultan muy incómodos tambien las moscas y otros bichos, que intenta evitar trotando y sacudiéndose.
Madroño: Arbutus unedus
Con el estío, el alimento va escaseando cada vez más y los brotes y flores van siendo sustituidos por hojas y frutos. Otro aporte energético que va tomando importancia son las hierbas que van apareciendo con las eventuales lluvias en rastrojos y dentro del monte.
Este verde tierno, compuesto por dientes de león, gramíneas y otras herbáceas, es muy apreciado.
Las hojas de los árboles se encuentran en su apogeo y dificultan mucho ver a los corzos dentro de los bosques de hoja caduca.
El helecho: Pteridium aquilinum
La relación del corzo con el helecho es motivo de debate. El helecho es una planta de amplia distribución que contiene varias sustancias tóxicas y cancerígenas, propia de lugares umbríos y húmedos. Su toxicidad depende de la especie y de la edad –los jóvenes y los brotes nuevos pueden ser cinco veces más tóxicos–, y de la latitud –en el hemisferio norte los más septentrionales pueden ser el doble de tóxicos–.
La intoxicación es acumulativa y el animal debe ingerir cierta cantidad y durante un tiempo, posiblemente meses. Mientras en el ganado vacuno es frecuentemente mortal, el ovino no suele presentar síntomas de intoxicación.
En cuanto a los corzos, si bien pueden llegar a ingerir helechos, lo hacen de forma esporádica y, sobre todo, en épocas de escasez, por lo que no suele provocarle problemas. Sí les gustan mucho los helechales como encame veraniego, por encontrarse con frecuencia en sitios frescos.
Otoño
Una vez terminado el celo, los machos relajan su actitud agresiva y, llegado septiembre, los corzos pueden verse pastando los brotes verdes otoñales fuera del monte, de cara a ganar peso mientras puedan, para afrontar el frío invierno.
En esta época se produce el desmogue, entre octubre y noviembre, y el corzo, libre de la competitividad por las hembras, dedica todo su tiempo a alimentarse, campeando en ocasiones a pleno sol.
Arándano: Vaccinium myrtillus
En el otoño pierden importancia los árboles caducos en la alimentación del corzo y pasan a ocupar un lugar prioritario las bayas y frutos. Las lluvias otoñales hacen que brote el pasto de nuevo, y el corzo no tiene problemas para seguir ganando peso de cara al invierno.
La caída de las hojas vuelve a permitir poco a poco ver a los corzos en montes como los robledales, donde hace pocos meses era imposible.
Invierno
En invierno, las posturas territoriales están totalmente relajadas y los corzos tienden a ser más gregarios y pueden juntarse en grupos que a veces llegan a ser bastante numerosos. Esto es más frecuente en hábitats agrícolas o de amplias llanuras; en el monte, el corzo tiende a ser más independiente.
En esta época, el corzo buscará encames resguardados y preferentemente de solana. La grasa conseguida en otoño se hace decisiva para aguantar inviernos duros.
Frio
El frío intenso y las heladas pueden ser muy perjudiciales para los animales jóvenes y débiles. En la cuerna en crecimiento puede ocasionar lesiones que se manifestarán más tarde al caer la borra y aparecer cuernos con puntas redondeadas o con aspecto de estar derritiéndose.
Nieve
La nieve también puede convertirse en un serio problema al impedir el acceso al alimento, lo que puede hacer que el corzo cambie por completo su querencia.
Si la nieve no es mucha, bastará con escarbar con las patas, y si esto no es posible, puede intentarlo en zonas cubiertas por vegetación perenne, como las escobas o grandes brezos que impiden que la nieve llegue al suelo. Habrá que ver las consecuencias de las nevadas caídas este año en el norte.
Viento
El viento, frecuente en invierno, es otro meteoro incómodo para el corzo. Para evitarlo en lo posible buscará zonas resguardadas a sotavento, y al encamar lo hará de cara a este para evitar que el frío le entre a contrapelo, como hacen otros muchos animales.
Los bosques desnudos de hojas permiten ver a los corzos con facilidad.
Corza con pelo de invierno. La ganancia de peso otoñal y el pelo más espeso del invierno hacen notablemente más corpulentos a estos animales.
Pino: Pinus sylvestris
El invierno es una época difícil para el corzo. Su sustento puede ser difícil de encontrar y recurrirá a alimentos que en otro tiempo más bonancible despreciaría, como las acículas de las coníferas, incluso la corteza de algunos árboles.
Los inviernos duros pueden hacer estragos en las poblaciones corceras. La dificultad para encontrar el poco alimento disponible y el desgaste necesario para hacerlo pueden ser factores decisivos para corzos sin las necesarias reservas.
El tiempo empieza a mejorar a la par que los machos tienen sus cuernas desarrolladas y comienzan a frotarlas con los arbolillos jóvenes, comenzando un nuevo ciclo.