Todo lo que no se consiga con el primer disparo difícilmente se arreglará con los siguientes… Las variaciones del punto de impacto de la bala al calentarse el cañón pueden ser mayores de lo que se piensa. Según el autor, un centrado al primer disparo, es decir, con el cañón frío, nos ahorrará muchos fallos, sobre todo a blancos pequeños como un zorro.
Hablando con un amigo, por el que siento una enorme admiración y con el que disfruto de su amistad siempre que tengo ocasión de ello, aproveché para preguntarle cómo era posible abatir un elefante con un 7 mm al estilo del legendario… La respuesta fue simple y contundente: «Dándole en el corazón».
No cabe duda de que un 7 mm no es calibre para la caza del paquidermo, pero a partir de esta pregunta la conversación derivó hacia las armas y su uso. Mi amigo es un fiel creyente de la eficacia del primer disparo, opinión que en mi humilde bagaje cinegético comparto totalmente.
Admitíamos ambos que el primer disparo es el que mata, y todos los demás que puedan venir a continuación difícilmente podrán arreglar lo que el primero no haya conseguido; o como digo: el primero es el que mata y el segundo, en caso de producirse, debe servir solo para rematar y evitar sufrimientos al animal y situaciones comprometidas al cazador.
Mi experiencia en este tema surgió hace un par de temporadas a raíz del uso de uno de mis rifles, en concreto el 30.06 que venía utilizando mayormente en esperas y ganchos para el jabalí. Como, además de cazar, me gusta disparar y conocer mis armas, tengo por costumbre montar yo mismo los visores y centrarlos.
Pues bien, con el 30.06 no fallé ningún guarro en esperas; pero de vez en cuando, tiros aparentemente fáciles con los zorros daban con el animal huyendo a la carrera. Al comprobar el centrado del visor, observaba siempre que el primer disparo iba unos 15 cm o incluso más por debajo del 0; el segundo disparo iba alto, y los sucesivos mantenían la altura aunque sin conseguir agrupaciones decentes, o al menos las que yo pretendía.
Siempre sucedía lo mismo, el primer disparo iba bajo. Después de comprobar las monturas y el visor, y tener la certeza de que estaban bien, quedó claro que el culpable era el rifle, observando una cierta holgura entre la acción y la culata. Una vez solucionado el problema con un buen encame, las agrupaciones en la galería de tiro mejoraron muchísimo, llegando incluso a sub-MOA y, sobre todo, el primer disparo iba donde tenía que ir.
¿Por qué entonces con los jabalís no había fallos? Muy sencillo, el lomo de un jabalí es lo suficientemente ancho como para que el tiro diese en él aunque fuese bajo; en cambio con los zorros, de cuerpo mucho más pequeño, esa diferencia hacía que los tiros fuesen bajos no dando en el cuerpo y, en consecuencia, la raposa salvase el rabo.
Todo esto me llevó al firme convencimiento de que el primer disparo es el bueno, el que da por terminado el lance con éxito. En caza, y más en esperas donde acostumbro a estar solo, cuando abato un jabalí no me la juego y procuro evitar cualquier problema que pueda sobrevenir por un exceso de confianza. Si veo que el animal se mueve más de la cuenta un segundo disparo sirve para rematarlo y acabar con su sufrimiento, a la par de evitar un arriesgado pisteo nocturno nada aconsejable para el cazador.
CENTRANDO EL PRIMER DISPARO
A diferencia de las armas para tiro de precisión en galería, con aparatosas culatas anatómicas y gruesos cañones pesados que tardan en calentarse tras los disparos, las armas de caza son mucho más livianas y los cañones tienden a calentarse a los pocos tiros, provocando variaciones que, en algunos casos, pueden ser considerables, más aún si entre nuestras pretensiones está el cazar especies de poco porte o a distancias considerables.
En competición los tiradores deben disparar un número de tiros en un tiempo determinado, por lo que acostumbran a calentar el cañón disparando sin dejarlo enfriar.
En caza, lo más normal, salvo alguna excepción en monterías y batidas, es disparar un solo tiro, o a lo sumo dos. Eso me llevó a la conclusión de que, para obtener la máxima precisión posible a la hora de centrar un visor en un rifle, lo más conveniente era efectuar todos los disparos en las mismas condiciones. Lograr que estas condiciones sean siempre las mismas no es complicado, lo único que se requiere es tiempo y paciencia.
Tanto si el visor ya está centrado como si no lo está, efectúo siempre los disparos con el cañón frío y limpio. Tras cada disparo dejo enfriar el cañón, cosa que según la época del año y la temperatura ambiente puede variar, pero que en general se consigue después de 10 o 15 minutos.
El calibre y el grosor del cañón también influyen en el tiempo que tarda este en enfriarse; un rifle 243 W enfriará por lógica antes que un 30.06 a igualdad de grosor de cañón.
Una vez frío lo limpio siempre de la misma forma, pasando primero un trapito con disolvente de cobre y pólvora y después una grata de bronce 10 veces, y luego paso varios trapitos para quitar la suciedad hasta conseguir que salgan limpios. En todo este proceso, muy simple, nunca pongo aceite y procuro que el ánima del cañón esté lo más seca posible. De esta forma todos los disparos se hacen con el arma en las mismas condiciones; los posibles fallos, de haberlos, estarán en el tirador o en el apoyo.
Procuro que el apoyo sea lo más estable posible. Por lo general, con una torreta delantera y un saco trasero se logra un asiento firme del rifle. Por norma nunca apoyo el rifle en el cañón, siempre por el guardamanos y lo más lejos posible de su extremo junto al cañón, en el que este debe quedar libre para que en el momento del disparo vibre con total libertad. De nada nos servirá tener un rifle con cañón flotante si luego lo apoyamos en él.
Por último, disparo con la mano izquierda (en mi caso porque soy diestro) sujetando el rifle por el guardamanos. Hay quien aconseja disparar con la mano izquierda junto al saco trasero, de hecho yo mismo lo he venido haciendo hasta que pensé que la forma de tirar en galería debe ser lo más parecida posible a como lo hacemos en acción de caza, así que cambié y vi cómo los resultados mejoraban.
Los resultados obtenidos de esta forma, centrando al primer disparo, han sido hasta la fecha muy satisfactorios en los tres rifles que poseo, de calibres 243W, 30.06 y 7 mmRM, usando en todos ellos munición comercial. Con independencia del punto de centrado, bien al 0 o a 4-6 cm por encima del 0, según queramos dejar centrado el visor a 100 o a 200 m las agrupaciones, que a la hora de la verdad valoro tanto o más que el punto de impacto, han sido excelentes con dispersiones por debajo del MOA a 100 metros, o lo que es lo mismo por debajo de los 3 cm (2,9 cm valor real del MOA a 100 metros) entre los centros de los impactos.
Terminado el centrado al primer disparo podemos efectuar una serie de tiros seguidos sin dejar enfriar el cañón para comprobar y conocer el comportamiento del rifle. Es probable que los primeros disparos agrupen bien y a partir de uno comiencen a elevarse como consecuencia del calentamiento del cañón. Conocer el comportamiento del equipo que llevemos es fundamental para sacar de él todo el provecho posible.
Hay que advertir que a un rifle le puede ir mejor una munición que otra, pero eso es harina de otro costal y no voy a entrar ahora en ello.
Una vez hecho el centrado podemos acudir a una tabla balística (los principales fabricantes de munición disponen de ellas en sus webs) para calcular la tabla balística de nuestra munición a la distancia de centrado y con los parámetros de nuestro rifle, visor y munición. Según las tablas podemos encontrarnos con pequeñas variaciones que en ningún caso van a ser significativas, pues, aunque parezca demasiada teoría, lo que pretendemos con ello es saber aproximadamente cuál va a ser el comportamiento de nuestra munición a diferentes distancias según el centrado que hayamos hecho.
Y AHORA CAZANDO………
Vale, hasta aquí toda la teoría… Algunos pensarán que todo lo expuesto es demasiado complicado y que no hace falta tanta historia… Bueno, cada cual es libre de pensar lo que quiera, pero los resultados en la práctica, si nos decidimos a probar, pueden hacernos cambiar de idea.
Cuando en una espera nos entra un jabalí, apuntamos al codillo, disparamos, y el animal cae fulminado nos llevamos la correspondiente alegría y satisfacción. Pensamos que el rifle está perfecto y que todo va bien. Pero cuando en vez de un jabalí es una zorra la que entra y dudamos en dispararle o no, hasta que la descarada se sienta y ante la aparente burla decidimos tirar, lo hacemos y sale corriendo más viva que nunca, pensamos qué ha pasado para haber fallado un tiro en apariencia tan sencillo.
Lo que ha pasado es que el cuerpo del zorro no es como el del jabalí, es mucho más pequeño y el tiro se ha salido de él. Si al centrar el rifle conseguimos saber dónde impactan nuestros tiros y qué agrupación hacen tendremos muchas más posibilidades de acertar un tiro a un animal pequeño o a otro lejano.
La clave de todo está en lograr agrupaciones lo más pequeñas posibles. Esto es lo que mi amigo Jean Pierre Menu en su libro Dominar la caza con rifle llama el «círculo mortal» y que no es más que la agrupación lograda al centrar un visor en un rifle.
Un círculo mortal de 10 cm puede ser perfectamente válido para un jabalí o un venado a 100 metros, pero será excesivo para un animal más pequeño como un zorro, y quizás muy ajustado para un corzo a la misma distancia.
El centrado al primer disparo nos permitirá lograr agrupaciones más compactas o, dicho de otra forma, «círculos mortales» más pequeños. En la medida de lo posible hemos de procurar que el tiro impacte donde deseamos, y que la agrupación –«círculo mortal»– sea la menor posible.
En caza hay dos clases de tiros: los sencillos y los complicados.
Los tiros sencillos son para mí los que se efectúan con buenas condiciones de luz, una distancia media y a un animal en reposo. Son los disparos que en principio no deben fallarse, pero a los que en caso de errar no encontramos explicación. Un gatillazo, el animal que se ha movido en el último instante, la munición…; pero muchas veces el motivo es el desconocimiento del arma y un mal centrado o la manía de tirar al bulto como si de una escopeta del 12 y perdigón se tratara.
Los tiros complicados, aquellos que se efectúan con poca luz, los que en una espera nos obligan a dar la linterna y disparar rápido por no saber cuál va a ser la reacción del guarro, los que se hacen a distancias largas y con animales a la carrera… Estos son los que siempre que se fallan encuentran explicación, pero los que cuando se aciertan achacamos a la suerte. Mi padre solía decir que «los tontos al saber lo llaman suerte»; recuerdo mucho esta frase y procuro que la suerte sea un factor al que pocas veces tenga que recurrir.
Roberto Coll Alcalde