La propia noche electoral y los días siguientes recibí una larga serie de mensajes de cazadores y pescadores señalando que en el resultado alguna influencia había tenido la movilización del sector y la masiva manifestación en Madrid. Se congratulaban de ello. Y en efecto alguna hubo de tener. Sin ponerse estupendos, para eso ya tenemos a algunos de los geopolíticos, es evidente que todo un sector, cuando se ve agredido, tiende a responder y en democracia la mejor y más eficaz manera es a través del voto.
El veredicto de las urnas hace concebir esperanzas de que en un plazo razonable tengamos gobierno constituido, pues el impedirlo situaría a quienes lo bloquearan en peligro de ser corridos literalmente a ‘votazos’ en las siguientes, y es a partir de entonces cuando todo lo hablado y prometido debe de convertirse en realidades, o sea, en las pertinentes leyes y hechos.
Los ministros Isabel García Tejerina, Agricultura y Medio Ambiente, y Rafael Catalá, Justicia, este último ante mi propia interpelación en directo en televisión, mantuvieron sendas reuniones con los convocantes de la manifestación y en ellas se estableció incluso la fórmula a seguir para poder restablecer la cordura perdida a instancias del talibanismo ecologista refrendado en esta ocasión por el mismísimo Tribunal Supremo. El único camino viable es un cambio legislativo de la malhadada ley del zapaterismo, y en eso hay que ponerse desde ya manos a la obra y a otra legislación. Lo demás muy bien, pero hasta que no esté negro sobre blanco en el BOE no se podrá ‘borrar’ lo que ahora, desgraciadamente ya sí está.
Ello habrá que afrontarlo y cuanto antes mejor, pero reflexionar sobre lo que ha pasado no ha de venir nada mal y más les vendría a algunos hacerlo también. Sin duda quienes se han erigido en los enemigos declarados de la caza y la pesca, todos juntos y revueltos en esa ‘pipirrana’ morada, se han llevado un chasco monumental. Se han pegado contra los alambres, vamos. La reacción suya ha sido de un cabreo africano y de insultar a todos quienes han cometido el ‘pecado’, desde lo más suave, «gilipollas», hasta acabar por tomarla con los mayores «viejos avariciosos», pero respiran por la herida y el plantarles cara con decisión, ponerlos en su sitio y bajarles los humos es lo pertinente y necesario.
Ningún complejo en las reuniones ni en los foros ni en las redes ni en los debates. Y aviso a quienes desde los poderes políticos los miman, protegen y conceden todo lo que deseen aunque ello redunde en perjuicio de amplísimos sectores, y no solo de cazadores y pescadores sino del medio agrario en general. Las urnas los han dejado alicortados y quizás lo que toque ahora es que seamos nosotros quienes nos sacudamos los complejos ante quienes han impuesto su hegemonía ‘ecologista’ cuando en verdad son una verdadera lacra para la conservación y el medio natural.
Algún otro partido debería también hacérselo mirar. Para Ciudadanos el campo, y ya no digamos la caza, parece ni siquiera existir. Tan urbanitas y modernos son. Deberían entender el mensaje, acercarse, escuchar y aprender. Les sería muy útil y productivo. Y se encontrarían con que hay ganas de dialogar y ninguna animadversión. Sacarían más provecho que seguir ignorando esa realidad. Que miren lo que les ha pasado en Castilla-La Mancha y a lo mejor se convencen.
Los socialistas, que parecen seguir en la bipolaridad dependiendo el lugar y el interlocutor, pues desde quienes lo tienen bien claro y mantienen fluidez de comunicación se pasa a quienes, en manos Podemitas para gobernar, han de someterse a ellos, y no faltan quienes hasta los quieren superar motu proprio. Y al PP, amén de buenas palabras, que ya son muchas las empeñadas y escasamente cumplidas, más le valdría demostrar con hechos que ejecuta lo que promete y predica. Porque no está para nada en buen lugar su credibilidad, y si ahora no cumple en este asunto ya quedará definitivamente arruinada. Ellos y todos sabrán. Porque barrunto que algo sí ha cambiado entre nosotros y que se empieza a ser consciente de que algo, y también cómo hacerlo, podemos influir. Más de lo que se pensaban aunque no sé si tanto como algunos, muy eufóricos, se creían el 26 J.
Antonio Pérez Henares