Mi primera escopeta fue un rifle de perdigones de la marca Gamo. Era la más popular entonces. Me la regalaron mis padres por mi cumpleaños. Lo que más me gustaba era ir a la feria a probar puntería y tirar con la carabina en los puestos que había montados y entre manzanas caramelizadas y el algodón de azúcar buscaba la caseta de tiro que tuviera más premios.
Entonces los rifles se cargaban con perdigones que rebotaban en la planche metálica que había detrás de los regalos, so pena de sacarte un ojo. Ahora esta munición ha sido sustituida por tapones de corcho, mucho más seguros e inofensivos, pero ya no es lo mismo. Molaba tirar con el de perdigones. Los rifles estaban todos trucados. Tenías que ir probando.
Recuerdo un puesto en donde si acertabas en la diana, te hacían una foto. Otro de botellas de licor de miniatura. Y el clásico de derribar mecheros que no solo bastaba con tumbarlos, tenía que terminar cayendo por detrás de la repisa. Obvia decir que había bastante separación entre el regalo y el hueco, con lo cual te quedabas casi siempre sin el premio.
Practicaba mucho con el rifle de aire comprimido. En los setos de casa colocaba entre las ramas chicles de Bazoka y hacia concursos con mis amigos para ver quién derribaba más. También a latas vacías. Otra de las cosas que me gustaba, era salir por la noche con la linterna y con el rifle a matar pajaritos, normalmente gorriones. Al lado de la piscina había un par de árboles donde los gorriones iban todas las noches a dormir. A mi padre le gustaban los pajaritos fritos.
Más tarde me compré un rifle más potente con mira telescópica. Todavía conservo uno de esos rifles en casa. Sigo disparando con ellos, pero sobre una diana. Ya no disparo a pajaritos.
La escopeta del 12 no la tuve hasta cumplidos los 18 años. Fue una repetidora Franchi que le compré a mi cuñado Wences por 25.000 pesetas. La tuve poco tiempo. Podía disparar hasta cinco cartuchos. Incluso se le podía poner un prolongador y tiraba un cartucho más, o sea, seis. Una auténtica barbaridad.
Vendí la repetidora y me compré otra semiautomática. Esta vez una Beretta 303. De lo mejor que ha sacado la marca italiana en repetidoras. Disparaba todo tipo de cartuchos y de todos los gramajes, sin encasquillarse. Nunca se me rompió la aguja percutora de la escopeta, a pesar de los cientos de tiros que he pegado con ella.
Después de cazar muchos años con semiautomáticas, probé a cazar con paralela y ya no he cambiado desde entonces de arma.
Tengo una Mateo Mendicute del calibre 12 con dos juegos de cañones, uno un poco más abierto y otro más cerrado para la torcaz y el pato. Me gusta el encare que tienen las yuxtapuestas y el sonido que producen al disparar no tiene nada que ver con el de la repetidora, más metálico. Son armas estéticamente mucho más bonitas, con grabados que son verdaderas obras de arte.
Me gustan mucho los motivos cinegéticos. La mía tiene un grabado floral, muy sencillo, pero muy bonito. En España hay grabadores muy buenos y escopetas que no tienen nada que envidiar a las inglesas Purdey o Holland&Holland. Pedro Arrizabalga, Mateo Mendicute, Aguire y Aranzabal (Aya), Grulla, Víctor Sarrasqueta, Garbi, Ugartechea…
Patricio Simó.