Jeep tiene una amplia gama de todo terreno en el mercado con la que abarca todos los espectros, desde el lujo del Grand Cherokee al urbano Renegade pasando por el especialista TT Wrangler. Esto hace que la posición natural del Cherokee sea difícil, aún cuando esta generación mira a la parte Premium del segmento, más todavía la espectacular versión Night Eagle.
Jeep tiene en el Cherokee unos de sus modelos con más renombre e historia. Un modelo que se ha tenido que ir adaptando con el paso de los años, y no solo a los caprichos de los mercados, también a los nuevos hermanos de gama que le han ido llegando y posicionándose como opciones muy interesantes.
Pero la gama Cherokee se mantiene cada vez más viva, esta generación, la quinta, se acompaña de un diseño casi futurista, atractivo pero quizá demasiado rompedor. Dentro no se han aplicado los mismos parámetros, es más clásico afortunadamente y consigue algo difícil, y es que desde los primeros momentos nos encontremos muy a gusto. Ofrece, por tanto, un alto nivel de confort a sus pasajeros.
UN CHEROKEE PARA TODO
Si en la variedad está el gusto la gama Cherokee da gusto a todos los públicos. Su gama es muy variada, con versiones 4×4 o tracción solo delantera y una oferta de motores que abarca potencias entre los 140 y los 200 caballos. Para los amantes del 4×4 puro existe una versión que además de la tracción a las cuatro ruedas dispone de bloqueo del diferencial trasero, la denominada Trailhawk. La pega es que esta versión sólo se asocia al motor 3.2 de gasolina, un V6 de 271 caballos de potencia, y sólo se trae a España bajo pedido, lo que hace que sus ventas sean testimoniales.
Para aumentar la confusión de los posibles compradores acaba de llegar una versión especial que anima el cotarro bastante. Se trata de la variante Night Eagle, una terminación que destaca por muchos aspectos, algunos de ellos hacen que las miradas de los más avispados le sigan, como lo son esas aplicaciones en negro brillante de los detalles de los logos frontales de “jeep”, los biseles de las ranuras de la parrilla delantera, las barras de techo, los logos traseros “4×4” y “Cherokee” y las llantas de aleación de 18 pulgadas. Los cristales además son tintados lo que hace que su presencia exterior gane muchos enteros.
En el interior nos encontramos con un equipamiento de primera línea. La variante Night Eagle se basa en el nivel de equipamiento Longitude al que le añade interesantes elementos como tapicería de cuero Nappa de color negro y logos de Jeep bordados, asientos delanteros calefactables, sistema U-connect de 8,4 pulgadas con navegador, equipo de sonido con nueve altavoces y subwoofer, climatizador bizona, portón trasero de apertura eléctrica, sensor de lluvia y sensores de aparcamiento traseros. Con todo ello, este Cherokee eleva su precio a nada menos que 40.950 euros (aplicados los descuentos pertinentes) lo que le hace, por equipamiento y coste, emparejarse con los rivales de nivel premium del segmento, los superventas Audi Q5, BMW X3 y Mercedes GLK.
EL 2.2 DIESEL, EL MENOS CAMPERO
Esta quinta generación de Jeep Cherokee abandona el tinte campero que hasta ahora le había hecho destacar. Este cambio de rumbo beneficia a sus pasajeros que viajarán a bordo de un vehículo mucho más confortable, y no me refiero al equipamiento, si no a vibraciones, sonoridad, etc.
El Cherokee se ha refinado en todos los aspectos, y se nota nada más arrancar el motor. El NIght Eagle está animado con el 2,2 litros diesel de 200 caballos, un motor que suena lo justo en parado y se hace sentir poco en movimiento. Se hacer sentir poco en sonoridad porque pisar el acelerador a fondo significa disfrutar de un derroche de par y potencia notable. 200 caballos y un par máximo de 440 Nm, digeridos a través de un cambio automático de nueve velocidades (firmado por el especialista ZF).
Este cambio resulta un compañero ideal por muchos aspectos. El primero porque con él los consumos son bastante bajos, registrando en condiciones normales de uso una media de 6.9 litros, y segundo porque a la hora de aventurarnos al campo sabe diluir ese derroche de par para que sea transformado en movimiento sin que haya un exceso de pérdidas de potencia por falta de motricidad pues hay un mayor resbalamiento del convertidor con el fin de reducir las pérdidas de adherencia por exceso de aceleración. En carretera y ciudad el cambio ZF es una maravilla, no se aprecian los pasos de marchas y hace que viajemos muy bajos de vueltas, lo que redunda en confort interior y en consumos bajos.