Cada vez son menos las ocasiones en las que nos sorprende arrancándose de la cama… y los galgueros son los tristes testigos de excepción del ocaso de la liebre. El efecto de los pesticidas vertidos en el campo y las enfermedades que la afectan son los principales causantes del declive de su población en la Península Ibérica. Analizamos su situación actual en nuestro país y las diferentes afecciones que padecen en este interesante artículo.
Debido a la dificultad de su manejo y control, la liebre ibérica es una de las especies cinegéticas más desconocidas a nivel científico en España, con escasos estudios técnicos que nos impiden tener información específica sobre los factores que influyen en la evolución de sus poblaciones. Las capturas anuales y el IKA (Índice Kilométrico de Abundancia), contemplado en los planes cinegéticos cada cinco años, constituyen casi de forma exclusiva la información sobre la liebre.
Aunque en España conviven la liebre europea, la liebre de piornal y la liebre ibérica, es esta última la más abundante y de mayor distribución geográfica, encontrando poblaciones estables y relativamente abundantes en toda la zona sur del Ebro y Costa Cantábrica, de la Península Ibérica hasta Tarifa. Presenta poblaciones pequeñas, aunque relativamente estables, en las costas atlántica de Galicia y occidental de Asturias, así como en zonas de Álava y Lérida.
HÁBITAT Y BIOLOGÍA DE LA LIEBRE
La liebre ibérica (Lepus granatensis) es una especie cuya característica principal es la rusticidad, base de su supervivencia a numerosos factores, sobre todo químicos, que la han afectado en las tres últimas décadas.
Morfológicamente se caracteriza por su labio leporino, ojos laterales, largas orejas y espeso pelaje hasta la planta de las extremidades.
Dentro de la familia Leporidae a la que pertenecen, se diferencian de los conejos por el desarrollo de las crías al nacer, que ya presentan pelo, tienen los ojos abiertos y posibilidad de movimiento.
Su peso al nacer se sitúa entre los 50-80 gramos, dependiendo del número de lebratos por gestación, que varían entre uno y tres, pudiendo llegar a seis. Los ejemplares adultos alcanzan pesos entre 1,8 y 3,5 kilogramos, presentando generalmente mayor peso y tamaño las hembras.
La extraordinaria capacidad de mimetismo es una de sus características principales de la liebre, teniendo muy desarrollados el oído, el olfato y la vista. La liebre es noctámbula.
Después de pasar el día inmóvil en su encame (pequeña concavidad hecha por ella misma en el terreno), durante la noche se dedica a buscar comida para alimentarse, pudiendo confluir varios ejemplares en la misma zona de alimento.
La liebre es solitaria, sólo durante el celo o cuando las poblaciones son muy altas, podemos ver más de un ejemplar a la vez. La velocidad de la liebre alcanza los 60 kilómetros por hora, pudiendo mantener velocidades de entre 45 y 50 kilómetros por hora durante más de tres minutos.
Esta capacidad de correr se debe a sus potentes extremidades posteriores, a que dispone de un esqueleto muy ligero y de un desarrollado sistema circulatorio impulsado por un corazón que, en proporción a su peso, es cuatro veces mayor que el de una persona.
El sexo en esta especie resulta complicado de determinar, ya que los machos cuando no están en celo tienen los testículos disminuidos y retraídos en la cavidad abdominal, por lo que tendremos que presionar ligeramente el abdomen para exponer su aparato reproductor, diferenciando el pene del clítoris, que suelen tener similar tamaño, lo que produce confusión si no apreciamos de forma clara la forma de cono puntiagudo del primero o la de lengüeta del segundo.
La edad de una liebre es aún más difícil de ajustar, debido a que las liebres alcanzan su madurez sexual entre los seis o siete meses de vida, presentando un tamaño y morfología similares al de los individuos adultos, aunque por su coloración más clara y volumen de la cabeza se las denomina popularmente liebres nuevas.
Un método eficaz y seguro para diferenciar las liebres hasta esta edad es la palpación de una ligera prominencia en la zona exterior del cúbito, en la cercanía del carpo (lo que sería anatómica y popularmente la muñeca de la liebre), que desaparece con su osificación cuando la liebre cumple los siete meses de edad.
SITUACIÓN Y ENFERMEDADES DE LA LIEBRE
Las poblaciones de liebres siempre han presentado variaciones anuales derivadas principalmente de la climatología (tasa de reproducción), los sistemas y gestión de cultivos, la predación y la presión cinegética.
Sin embargo, en el último decenio las poblaciones han disminuido de forma importante, con valores medios cercanos al 30% en la totalidad de la Península si atendemos a las estadísticas de capturas, y de forma más importante en Castilla y León y Madrid, con tasas que superan el 60% en el último quinquenio. En estas autonomías existen pequeñas islas con poblaciones importantes de liebre, situadas principalmente en las provincias de Palencia, Ávila y Zamora y en acotados rodeados de importantes vías de comunicación en Madrid.

La disminución de las poblaciones de liebres en Castilla-La Mancha y Castilla y León es preocupante.
Preocupante es la disminución poblacional de liebres en el año 2013 en comunidades tan prolíficas en esta especie como Castilla-La Mancha y Andalucía. Por otro lado, la llegada a los medios de comunicación de la participación de la liebre en el ciclo de enfermedades que afectan a personas, como la tularemia y la leishmaniasis, ha incrementado el número de enemigos de esta especie.
La liebre, en virtud de su vida silvestre y del medio donde habita, es sensible a padecer una serie de enfermedades de origen parasitario, vírico y bacteriano. Además, la exposición e ingestión de los rodenticidas que se usan para regular las poblaciones de topillos en Castilla y León y los plaguicidas aplicados sobre los cultivos suelen producirle consecuencias fatales para su vida o reproducción.
Para los gestores cinegéticos y cazadores españoles es importante conocer las enfermedades más habituales de esta especie en la Península Ibérica con el fin de prevenirlas o salvaguardar su propia salud en caso de encontrarnos ante una zoonosis.
Las analizamos a continuación.